Osvaldo Santoro, un jugador de toda la cancha
Actor, dirigente y político, a los 74 años se recuperó de un cáncer de garganta. Atraviesa el duelo por la reciente muerte de su esposa. Todo el tiempo genera proyectos.
Actor de raza, trabajó en más de 100 películas y series: Asesinato en el Senado de la Nación, Hombres de ley, La bonita página, Fulanas y Menganas, Mi cuñado, Poliladron, Gasoleros, Tiempo final, Los simuladores, Costumbres argentinas, Mujeres asesinas son apenas algunos ejemplos. También en teatro: Amadeus, Juan Moreira, La Misión, Hamlet, Porteños, La celebración; la lista sigue. Ganó premios como el Martín Fierro, el Carlos Carella de la Asociación Argentina de Actores, el Pablo Podestá del Senado de la Nación a la trayectoria.
La que se conoce menos es su faceta de escritor. Cuento, novelas, ensayos. El relato La amenaza, que se publicó en la revista Orsai leído por el actor Juan Minujín, es un ejemplo para recomendar. Acá, el link por si quieren leerlo.
-¿Es normal que sonrías, como ahora? ¿Al mal tiempo buena cara?
-Siempre sonrío. En general soy un optimista a ultranza, aunque hay veces en que la realidad te supera. Pero en general voy para adelante.
“Toda la vida tuve agenda completa, mucha actividad. Al mismo tiempo que actuaba era secretario general de SAGAI (Sociedad Argentina de Gestión de Actores e Intérpretes). Ahora acá, en RTA (vicepresidente en Radio y Televisión Argentina Sociedad del Estado). Fui concejal en Tres de febrero. Aunque hoy paso un período muy duro por mi esposa (María Inés Gago), que falleció el 16 de abril. Parece que ahora me agarró como una ola de mucha caída. Estaba bien y de golpe… Deben ser así los duelos, supongo. Hay que transitarlo. Hay que bancarlo. 50 años de casados. De abril a mayo o junio lo sobrellevé bien, pero ahora siento como el aturdimiento…”. Así empieza la charla entre el actor Osvaldo Santoro y Comunidad PAMI.
-Te hago cuatro preguntas en una: ¿De dónde te vienen el optimismo, la lucha gremial, el peronismo y Racing?
-El gremialismo es consecuencia de un padre sindicalista, secretario del gremio del calzado. Tenía una personalidad muy particular. Murió a los 50 años. Cigarrillos, reuniones, hacerse mala sangre. En aquellos años del sindicalismo, que hoy es otra cosa. Antes era paro, lucha, muy difícil. El optimismo no viene de mi familia, porque no era una familia que derrochara optimismo. Creo que es más bien un mecanismo de defensa. En mi casa había conflictos, problemas económicos. Mi viejo tenía una frase: si hubiese querido ser rico, hubiese sido rico. Esa ética la tomé como bandera de mi vida. Lo del peronismo supongo que viene del velorio de Evita: tengo una imagen muy fuerte de la muerte de Evita. Yo vivía cerca del centro, en Estados Unidos y Combate de los pozos, y me acuerdo ir de la mano de mi vieja, porque mi viejo estaba, como sindicalista, con los homenajes y demás. Era un día de lluvia, antorchas prendidas, gente triste, y yo de la mano de mi mamá por Entre Ríos. Y tengo otra imagen, también muy potente y en contraposición con lo de Evita: todo vida, todo color. Es la de un Racing-Banfield al que me llevó mi papá a mis 4 años. Tengo la imagen de la cancha, de ir subiendo con él y ver cómo aparecían los colores, el campo verde, la gente, los gritos, las canciones. Y que Rogelio Domínguez estaba en el arco, un pelirrojo. La imagen es fuerte. Esas cosas me llevaron a ser peronista, por un lado, y de Racing, por otro.
-Y tenés un lado de escritor, del que hablás menos.
-Es que en general soy un actor que escribe, un actor que es sindicalista, un actor que es funcionario. Pero siempre es primero la actuación. Lo otro lo hago porque me gusta. Me gusta la gestión, me gusta ayudar a la gente. Estuve quince años como secretario general de SAGAI y fue una gran lucha. Sobre todo en la pandemia. En plena pandemia Rosario Lufrano ponía acá (en la TV Pública) series argentinas para que los actores argentinos cobrasen lo que les correspondía de derecho de propiedad intelectual.
-¿Cuándo parás?
-Es que me queda mucho por vivir todavía. Hay mucho para hacer aún a los 74 años. Desde el actor, tenemos la posibilidad de hacer de abuelos hasta los 90. El actor no tiene un límite de edad como el jugador de fútbol o el boxeador que a los 30 y pico tiene que empezar a dejar… Con el tiempo creo que el actor madura y crece en su trabajo, tiene una incorporación de la vida por su propia experiencia. El actor se enriquece al curiosear la vida.
-Te hago cuatro preguntas en una: ¿De dónde te vienen el optimismo, la lucha gremial, el peronismo y Racing?
-El gremialismo es consecuencia de un padre sindicalista, secretario del gremio del calzado. Tenía una personalidad muy particular. Murió a los 50 años. Cigarrillos, reuniones, hacerse mala sangre. En aquellos años del sindicalismo, que hoy es otra cosa. Antes era paro, lucha, muy difícil. El optimismo no viene de mi familia, porque no era una familia que derrochara optimismo. Creo que es más bien un mecanismo de defensa. En mi casa había conflictos, problemas económicos. Mi viejo tenía una frase: si hubiese querido ser rico, hubiese sido rico. Esa ética la tomé como bandera de mi vida. Lo del peronismo supongo que viene del velorio de Evita: tengo una imagen muy fuerte de la muerte de Evita. Yo vivía cerca del centro, en Estados Unidos y Combate de los pozos, y me acuerdo ir de la mano de mi vieja, porque mi viejo estaba, como sindicalista, con los homenajes y demás. Era un día de lluvia, antorchas prendidas, gente triste, y yo de la mano de mi mamá por Entre Ríos. Y tengo otra imagen, también muy potente y en contraposición con lo de Evita: todo vida, todo color. Es la de un Racing-Banfield al que me llevó mi papá a mis 4 años. Tengo la imagen de la cancha, de ir subiendo con él y ver cómo aparecían los colores, el campo verde, la gente, los gritos, las canciones. Y que Rogelio Domínguez estaba en el arco, un pelirrojo. La imagen es fuerte. Esas cosas me llevaron a ser peronista, por un lado, y de Racing, por otro.
-Y tenés un lado de escritor, del que hablás menos.
-Es que en general soy un actor que escribe, un actor que es sindicalista, un actor que es funcionario. Pero siempre es primero la actuación. Lo otro lo hago porque me gusta. Me gusta la gestión, me gusta ayudar a la gente. Estuve quince años como secretario general de SAGAI y fue una gran lucha. Sobre todo en la pandemia. En plena pandemia Rosario Lufrano ponía acá (en la TV Pública) series argentinas para que los actores argentinos cobrasen lo que les correspondía de derecho de propiedad intelectual.
-¿Cuándo parás?
-Es que me queda mucho por vivir todavía. Hay mucho para hacer aún a los 74 años. Desde el actor, tenemos la posibilidad de hacer de abuelos hasta los 90. El actor no tiene un límite de edad como el jugador de fútbol o el boxeador que a los 30 y pico tiene que empezar a dejar… Con el tiempo creo que el actor madura y crece en su trabajo, tiene una incorporación de la vida por su propia experiencia. El actor se enriquece al curiosear la vida.