Las personas mayores ya tienen su programa de TV

Mañanas a lo grande es la nueva propuesta de Crónica TV, que le hace honor a la vejez y a la relación de abuelos y nietos. Sobre este formato que se emite cada sábado a las 11, habla su conductor, Jorge Formento, para quien es una felicidad trabajar en un espacio dedicado a un público que la televisión suele olvidar.

Jorge Formento es un ícono de los locutores argentinos. Pero, por sobre todo, es una persona simple. Una definición englobaría todos estos matices: apasionado hincha de Boca, noctámbulo, amante de su profesión, matero, tomador de sol en el balcón de su casa, caminador de las calles de su barrio -La Boca-, fanático de la radio y agradecido del trabajo -del que hizo y del que hace-.

Desde la semana pasada, también, es el conductor de Mañanas a lo grande (Crónica TV, sábados a las 11), el programa para las personas mayores que lo pone de nuevo frente a la audiencia y le da “un plus de felicidad”.

Además, se trata de una nueva experiencia profesional. Mañanas a lo grande lo coloca como puente entre abuelas y abuelos y nietas y nietos que participan de juegos. También hay móviles en los que se tratan temas de interés. Se comienza a pagar, así, una vieja deuda de la televisión argentina con las personas mayores, las más olvidadas a la hora de pensar la programación.

¿Qué significado tiene para vos conducir Mañanas a lo grande?

Tengo 60 años. O sea, también hablo de mí. Que me hayan convocado para esta idea es muy placentero. Es un programa con buena onda. Que entretiene y acompaña. Las personas mayores necesitan que la tele tenga espacios dedicados a ellas. Además está la posibilidad de jugar intergeneracionalmente. También me encanta que sea a través de la pantalla de Crónica, un canal popular. Y que el programa sea en vivo es genial. El vivo me produce una sensación muy linda. No tengo miedo a meter la pata, cosa que haré todos los sábados. Cuando uno graba esta con la guardia baja y no termino de sentirme conforme con el resultado. Me gusta el vivo.

Decías que se necesitan espacios para las personas mayores. ¿Es una deuda de la televisión argentina?

En España hay muchos espacios para las personas mayores. En la tele argentina eso no pasa. Todos los programas son para la juventud, pero la juventud es una enfermedad que se cura con los años. Hay otra tele más saludable. Claro que hoy los chicos buscan lo específico en las redes. A mis 8 o 10 años me enganchaba con el programa de (Pipo) Mancera por un cómico invitado al que quería ver. Pero mientras esperaba a ese cómico me entusiasmaba con un cantante al que desconocía. A Antonio Machado o Miguel Hernández llegué por los discos de (Joan Manuel) Serrat. Los medios tiene que abrir un abanico importante para despertar la curiosidad.

 ¿Qué sentiste en este primer vivo del programa?

Me sentí muy cómodo. Nunca tuve nervios. No sé si es producto de la inconsciencia. Pero nunca me sentí nervioso. Ni siquiera cuando hacía Feliz domingo, cuando era cachorro. Siempre tuve ansiedad para que sucedieran las cosas. Imagino que detrás de la cámara hay una persona amigable con la que charlar igual que cuando se charla con un  amigo. Por otro lado, Mañanas a lo grande es un programa en el que nos divertimos. Eso es lo lindo. Se perciben sonrisas de la gente que labura, hablamos con la abuela que participa con su nieto. Me encanta verlos interactuar. Me nutre. Además, como te decía, por la edad soy uno de ellos.

¿Por qué pediste hacer esta entrevista con Comunidad PAMI lo más tarde posible?

Porque empiezo a despabilarme recién al mediodía. Si me insistías con hacerla más temprano la hacíamos. Pero si se puede tarde, mejor. Me gusta la noche, nunca me acuesto antes de las 2 de la mañana. Me quedo viendo tele o escuchando radio. Sobre todo a Dolina. Al levantarme necesito tiempo para arrancar. Necesito tomarme unos mates en el balcón. Necesito poner la cara al sol. Recién después me doy una ducha. Soy como los motores viejos que había que calentar previamente: no puedo arrancar y poner primera.

¿Desde siempre?

Si, desde siempre. Pobre mi vieja, que incluso en los tiempos del colegio secundario tenía que empujarme para que me levantara. Me mandaba al colegio en turno mañana. Después trabajé como preceptor. Llegaba tarde. Entonces los alumnos también llegaban tarde porque sabían que yo no iba a estar.

¿Cómo llevaste los tiempos de cuarentena?

Me cuidé mucho. Aproveché para ver películas, dormirme escuchando a Dolina. Claro que extrañé abrazarme con la gente que quiero: vivo solo. Por otro lado, tengo la suerte de vivir en un departamento con balcón donde cae el sol. A cuatro cuadras de La Bombonera.

La Bombonera es un lugar mítico para vos.

Es hermoso asomarme al balcón y ver la cancha, que es como mi casa. Es algo muy nostálgico. Siento la mano de mi viejo cuando me llevaba. Veíamos la Tercera, la Reserva y la Primera. Incluso iba mi mamá a la platea de las socias. Los sábados íbamos a ver a San Telmo por la avenida Almirante Brown y cruzábamos el puente hasta la Isla Maciel. Y los domingos nos tocaba Boca. Me gusta recordar eso y me gusta poder contárselo a mis hijos (Juan Manuel, 33 años; Juan Martín, 31; Lucía, 29; y Juan Pablo, 17). A Pablito le gusta salir a caminar conmigo y recorrer calles que formaron parte de mi infancia.

¿Repetís con tus hijos el ritual de la cancha?

Vamos a la cancha desde siempre. Hoy está más caro, entonces no está al alcance de todos. Tienen dos plateas y se van turnando. Pero siempre vamos. Es hermoso. Lloramos, nos emocionamos. Ahora esperamos que cuando termine definitivamente esta pandemia podamos llevar a La Bombonera a Sofía, mi nietita de un año y tres meses.

¿El fútbol es tan importante para vos?

Mirá, perdí a mi viejo en septiembre del año pasado. Juan Alberto. Los achaques y el alzheimer lo desconectaban de la vida. No recordaba si había almorzado, por ejemplo. Pero algunas cosas le quedaron grabadas. Entre ellas, la inauguración de La Bombonera. Entonces él tenía 11 años. ¡Qué maravilla que la memoria guarde algunos registros a pesar de los años y los achques! ¡Lo que es el fútbol! En estos tiempos de divisiones, estar en un ámbito en el que 50 mil personas desean lo mismo, que no hay diferencias de clases sociales, que el que tenés al lado es un hermano con el que te abrazás cuando se cumplen logros, es hermoso.

Hiciste programas para todas las generaciones. Mañanas a lo grande para las personas mayores, Feliz domingo para los adolescentes…

Es cierto. Gracias a Feliz domingo me convocaron para este programa. Feliz domingo me permitió ingresar a los hogares sin pedir permiso. Es un programa que se recuerda con generosidad.

¿Cómo te llevás con Silvio Soldán?

Bárbaro. Hablamos todas las semanas. Anda bien. Es un gran amigo. Siempre nos hacemos una promesa, finalmente incumplida, de juntarnos a comer una pizza. Pero nunca lo hacemos.

Ahora que en Mañanas a lo grande también hay un cofre, ¿saltarías como saltaba Soldán en Feliz domingo?

El salto siempre fue de Silvio. El cofre, de alguna manera lo tenemos y nos sirve como una linda excusa para poner la música de Feliz domingo. Sobre todo por lo que despierta en la memoria emotiva de los televidentes.

Si repasás tu carrera ¿qué sentís?

Solo tengo agradecimientos porque después de tantos años de recibir un carnet de locutor en 1984 todavía se siguen acordando de este negro. Nunca imaginé que iba a laburar tanto en la tele ni que iba a vivir de este laburo. Me da pudor cuando un colega o un futuro colega me llama y me elogia. Nosotros, y permitime que hable en plural, porque lo incorporo a mi amigo Jorge Rossi (1954 – 2012), que se fue temprano, tuvimos la misma suerte de trabajar y estar cerca de los auténticos próceres de la locución argentina, como Pipo Mancera, Cacho Fontana, Antonio Carrizo, Hugo Guerrero Marthineitz, Juan Alberto Badía, Julio Lagos, Héctor Larrea. Gente con un papel más que importante en los medios de comunicación. Trabajar con ellos es algo tremendo, impagable.