IGNACIO COPANI,
UN MÚSICO QUE NO DESCANSA

El músico aprovecha estos tiempos de pandemia para componer canciones, desarmar y armar lavarropas y dar recitales en vivo. “El lavarropas no lo pude arreglar”, se ríe. entonces se metió en lo suyo y así fue cómo le salieron al menos catorce temas.

El trovador Ignacio Copani atraviesa la cuarentena en una casa del barrio de Caballito. Cuenta con un estudio que le permite realizar recitales on line. Los anuncia en su página web (www.copani.com.ar) y los concreta los martes y viernes con vivos y los domingos con shows a la gorra. “De todos modos no hace falta pagar para entrar. Tampoco para salir”, le aclara con humor a Comunidad PAMI durante una charla que empieza por WhatsApp y sigue por teléfono. El wifi no está en su mejor momento. Pero él sí: “Casi como en la adolescencia”, comparará cuando hable de la cantidad de canciones que compuso durante el encierro obligado por el Covid-19.

Aprendió, a los 60 años, que la tecnología puede ser aliada. Las transmisiones de recitales son una muestra. Aunque no se casa con internet: “Ningún encuentro con seres queridos se reemplaza con una charla por camarita”. Copani, creador de conocidos temas de nuestra música (“Lo atamo con alambre” y “No te creo nada”, entre otros muchos éxitos, como el de uno de sus últimos discos “Llevo en mis oídos”) no se deja seducir por el cómodo encierro. Extraña a sus hijas y a su mamá, Tita, y destaca la importancia del cuidado. Para eso “hay que quedarse en casa -recomienda- y llevarla de la mejor manera. Es la que nos toca”.

¿Y vos cómo la llevás?

En lo personal, lo más bien. En casa tengo espacios físicos de trabajo y eso facilita las cosas. Puedo sentirme cómodo. Hay una cosa curiosa: durante los últimos 30 años, incluso hasta febrero de este año, dormí 100 noches en hoteles por año. Así que imaginate… Extraño a mi mamá, Tita, a la que no veo hace seis meses. Vive a unos 7 kilómetros de mi casa. 

¿En qué te ayudó la tecnología?

En el primer día de cuarentena podé un árbol. El segundo, desarmé un lavarropas. No lo reparé pero lo pude volver a armar. No es poco. Así que me metí en lo mío. Y gracias a la comunicación, debo ser el que más recitales on line hizo en Argentina. Hago dos vivos por semana, informales, y un recital los domingos. Facebook y YouTube son las herramientas. Aprendí a utilizarlas gracias a cientos y cientos de tutoriales que los youtubers dejan para que aprendamos a hacer cosas. Son shows convocantes durante el transcurso de la transmisión. Apelo a la taquilla virtual, conocida como “a la gorra” o “la taquilla invertida”, como la llaman en España. Pero todos lo pueden ver. No es condición la guita. Me llena de satisfacción encontrar la vuelta y me incentiva a estar ocupado. Compuse 14 canciones, casi como hacía en la adolescencia.

¿Son recitales “tecnológicos”?

Además de simples y espontáneos. Está el desafío de cómo se lleva el relato entre canción y canción. Algunos pensaban que con las grandes tecnologías el artista a cara lavada era un rubro en extinción. ¡Ahora se ve quién se la banca! De todos modos resulta raro cantar auténticamente solo, sin escuchar un aplauso ni viendo un camarógrafo cerca. Da un poco de tensión, pero seguimos.

¿Cómo es el día a día, más allá de los recitales?

Tenemos un confort que no existía hace 30 años. En lo personal, tengo una casa con espacio al aire libre. No es lo mismo comer un churrasco a la plancha que hacerte un asadito. Tengo dónde hacer ejercicios. Esas cosas trato de que cuenten. No ando en ojotas ni en joguinetta. Es una tontería, pero es otra forma de no entregarme. Cada uno con su look. Siempre me afeito. Es una cuestión de gusto.

¿Cómo es el contacto con la gente más cercana?

Extraño la vida en comunidad, la sobremesa, el estar con otros. No hay Zoom que lo reemplace. Hablo todos los días con mis nietos. Con mis tres hijas. Me gustaría charlar con algún futbolero de mi edad. Saber qué piensa de los cartones en las tribunas para reemplazar al hincha. Hay quienes creen que se lo puede reemplazar con cartoncitos y grabaciones. En ese sentido hice una canción que se llama “Finde fútbol”: Cuando la plaza era sana y la calle era más amiga / ni loco un fin de semana me quedo viendo la Bundesliga.

¿Cuál fue el peor momento que viviste en cuarentena?

El peor lo recuerdo más como concepto que como idea. Intenté dejar de fumar. Hace más de 150 días que no fumo: tengo una aplicación que cada día me recuerda cuánto me ahorré. De eso, lo peor fue en los primeros días de aislamiento, porque encima hacía otro sacrificio. Me costó. Venía de un fin de año bárbaro. Había hecho una gira por España, toqué en París. Tenía programadas cosas muy lindas. A eso se le suma la preocupación por la gente, por la familia. Pero no hay que echarle la culpa de nada al aislamiento, porque es la única herramienta que tenemos para protegernos.

¿Y lo positivo?

¡Que con el trabajo me siento Frank Sinatra! Frank Sinatra bajaba de su suite de hotel directamente al escenario, donde cantaba. Yo hago lo mismo: bajo de mi pieza directo al show en vivo y me siento Frank Sinatra. Otra cosa positiva es que me reencontré con la actividad y la composición. 

¿Qué pensás del Covid?

Que no hay que cancherearla. Es un virus rápido para el contagio, que un puñado de irresponsables pone en peligro a todos. Yo puedo ser gil, pero nunca mis estupideces perjudicarán a los demás. Hubo, por otro lado, momentos peores: el exilio, las mazmorras, la nefritis de mi hermano cuando éramos chicos, a principios de los 60, que generaba aislamiento. Eso era aislamiento. Además, es la que nos tocó. Todos los días hay un episodio que supera al otro. Un conocido que estuvo al borde de la muerte. A la normalidad normal normal normal también vamos a volver.

¿Qué importancia tiene el buen humor en estos tiempos?

Absoluta. Es una necesidad para mí a la mañana escuchar a (Adrián) Stoppelman en el programa de Víctor Hugo (Morales). Es parte de mantener la moral. Practico el humor conmigo mismo. Por ejemplo, me pongo en la agenda “ir al peluquero”. Y lo que hago es subir al baño y retocarme el pelo. En estas condiciones, hasta por teléfono el dentista me enseñó a pegarme una corona que se me había despegado.

¿Qué aprendiste de la cuarentena?

No tengo mano para la cocina, pero limpio y lavo y recojo la mesa. Me fui deconstruyendo por necesidad. Aprendí varias habilidades. Además, a manejar videos, titularlos. 

¿Qué opinás de la respuesta de la sociedad durante la cuarentena?

Sensacional. Muy buena. Muy muy buena. Respetando, valorando. Porque además nuestra dirigencia política ha sido muy seria. Incluso hasta los de sectores con los que no simpatizo. Los anticuarentena son un porcentaje mínimo, pero irresponsable. Pero la mayoría se ha comportado de manera ejemplar. 

¿Qué deseos están postergados? 

Ya tengo una canción que se llama “El día después”. La quiero rematar con testimonios de gente, dejando correr el audio. Tengo ganas de viajar. Mi lugar es Lucila del mar. Quiero ir ya a comer una corvina, a morirme de frío y viento. Ni Roma ni nada: Lucila del mar. También abrazar a mi vieja. sentirla. Que me acaricie. Tiene 87 años y es de esas personas que acarician. Me acaricia. María Luisa. Tita. No me imagino que la cuarentena termine como el pitazo final del referí. Su final será escalonado. Yo, por ejemplo, ahora que está más flexible ni loco voy a la peluquería. Aunque esté la disposición no tengo ganas de ir. Necesito un tiempo para recomponerme; y eso será hasta que aparezca la vacuna o un test super inmediato, como el de alcoholemia, que de un resultado al instante.