LUISA ALBINONI
LA SONRISA QUE NO SE BORRA
Vedette, actriz, comediante, le dice a Comunidad PAMI que “el humor es la mejor herramienta” para sobrellevar estos tiempos de cuarentena. Y cuenta por qué.
Si hubiese que elegir de la televisión argentina la sonrisa más recordada, en la discusión no faltaría la de Luisa Albinoni. A sus 13 años (nació en 1952) ya era modelo y en los 80 se convirtió en imagen publicitaria nada menos que de Boca. Los futboleros suspiraban. Sin dejar de sonreír fue figura de La peluquería de Don Mateo, programa mítico de la televisión argentina.
Comediante, actriz y vedette, continuó sonriendo desde tapas de revistas. Con luz propia hizo sucumbir a más de uno con sus encantos en pleno regreso de la democracia. Pero ella, Luisa Albinoni, lejos de quedarse en aquel pasado apela a las nuevas tecnologías para mostrar quién es hoy. Que su sonrisa, ahora destinada a las personas mayores con temáticas como su obra Influencer Tercera Edad (Influencer 3E, en realidad), sigue intacta. Damos fe.
“Eso se consigue con humor”, le dice a Comunidad PAMI desde su casa bonaerense, donde pasa la cuarentena con Verónica, su hija de 15 años, y su hermana. Alrededor, calles de tierra y vecinos alejados. Pura quinta. “Mi ánimo siempre está relacionado con el humor, que es mi motor del trabajo. Extraño el contacto con el público y por eso hice videos con humor para subir a redes sociales. Para llevar un poco de alegría. Obviamente sin buscar la parte comercial. Intento devolver de alguna manera el amor y el cariño que me ha dado el público desde hace 45 años de carrera. No te voy a decir que a veces no me bajoneo. No me deprimo, sino que me da cierta angustia pensar en cómo será mi trabajo en el futuro. Habrá cambios. Pero gracias a Dios tenemos redes sociales que nos permiten relacionarnos”, agrega quien trabajó con los más grandes. Alberto Olmedo, Jorge Porcel, Moria Casán, Tato Bores. Y la lista sigue.
Influencer 3E fue su apuesta hasta que apareció la cuarentena por COVID-19. La obra para personas mayores se presentó en Buenos Aires y últimamente en Malvinas Argentinas. “Así que sigo escribiendo y tratando de crear”, cuenta.
Al principio, recuerda, le costó aceptar que tenía que quedarse en la casa y no trasladarse para trabajar. Pero pronto entendió que era necesario cuidarse. Así que, paciencia: “Me dijeron que me quedara porque soy una adulta mayor. Primero me enojé, porque es difícil tener trabajo, sobre todo a mi edad. Pero la bronca se me pasó. Me di cuenta de que me estaban cuidando. Mi salud es más importante que todo lo demás”, reflexiona.
Para sobrellevar el encierro obligado apeló a las rutinas. Ya no madruga para llevar a su hija al colegio, salvo que haya clase por zoom. Cocinan, limpian y escuchan música juntas. También hacen gimnasia y cortan el pasto y arreglan el jardín. “Aprovecho para disfrutar todo el tiempo posible con mi hija. Crecen tan rápido…”, desliza Albinoni. “Tratamos de divertirnos”. Su mejor momento en cuarentena fue cuando, con cierta flexibilización, participó de Polémica en el bar. El peor, cuando le dijeron que tenía que quedarse en su casa. “No estoy acostumbrada a no trabajar. Trabajé toda mi vida. Me cuesta bastante estar en casa”.
La radio también se le volvió una compañera. A punto tal que redescubrió ese medio como forma de comunicarse y comprende que por ahí se puede tomar otro camino de comunicación.
El teléfono se le volvió una herramienta imprescindible para comunicarse con compañeras, familiares y amigos. Con Carmen Barbieri habla todos los días. Piensan cómo generar espectáculos juntas, aunque sea a través de las redes sociales. También aprendió a utilizar el Skype, Zoom e Instagram: “Parecían difíciles pero son fáciles”, se alivia. E insiste con el humor como locomotora: “Reírse un rato es como una descarga a tierra. Pero hago humor de mí misma. No creo en el humor como burla, en descalificar al otro. No me tengo que reír de nadie. La gente se tiene que reír conmigo y de mí. Trato de llevar las cosas cotidianas, a veces dramáticas, a la expresión más extrema de humor: reírme de mí misma. Tengo total noción de lo ridícula que puedo ser y juego con eso. Me divierte muchísimo. En estos tiempos el humor es fundamental”.
Se esperanza con que la humanidad en general cambie una vez que la pandemia disminuya: “El problema es que los seres humanos tenemos la capacidad de, aunque se haya superado algo grave, olvidarnos pronto y volvemos a ser igual o peores que antes. Ojalá cambiemos para bien”.
Y después: “Se necesitará pensar con más corazón, más amor. En compartir más en familia, que es algo que se había perdido y esta cuarentena nos hizo revivir. Esta pandemia sacó a relucir la gran pobreza que hay en el mundo. Porque vimos que en el resto de los países, hasta los más avanzados, las quejas son las mismas que tenemos nosotros”.
En lo individual destaca que en estos meses de encierro cultivó el ejercicio de la paciencia. “Siempre me costó no alterarme. Porque a pesar de tener 68 años soy una persona rebelde. Toda mi vida me rebelé contra las imposiciones”.
Y vuelve a sonreír.
La cuarentena en tres respuestas
¿Qué es lo primero que harás tras la cuarentena?
Salir a la calle. Vivo en un lugar abierto, con vecinos alejados. Quisiera tocarles el timbre, preguntarles cómo andan, interiorizarme. Decirles ‘hola, ya pasó. Bienvenidos a la vida’. Obviamente con barbijo y sin abrazos’. El abrazo siempre lo mando con el alma.
¿Qué aprendiste de este tiempo?
Aprendí a darle valor a las cosas simples. Que no todo es el trabajo y traer el dinero a casa. Aprendí a pensar que a veces con lo que uno gana es suficiente, aunque se desee más por las dudas o porque se tiene miedo al futuro o porque se quiera guardar para los hijos. Yo en especial porque soy una madre soltera y quiero darle lo mejor a mi hija. Hoy estoy aprendiendo a ver solo el presente.
¿Qué opinás de la respuesta de la sociedad?
La gente se enoja, pero se tomaron buenas medidas, con tiempo. Esperemos que el tiempo más duro nos sirva para comprobar que estuvo bien lo que se hizo. Miremos al mundo, que abre las puertas a muchas cosas y vuelve el rebrote. Como la libertad es libre, cada uno puede pensar como quiera. Los que piensan distinto deben respetar también al que piensa distinto. Pero la sociedad es así.