El tango en primera persona

El cantante Ariel Ardit habla ante Comunidad PAMI sobre Gardel y la música que tanto lo marcó y lo marca.

“Nam Myoho Renge Kyo”

Ariel Ardit, cordobés de (casi) 48 años (15 de mayo de 1974) pero porteño de ley como los tangueros pueden serlo, repite esa frase desde que la pintora Nelly Álvarez se la hizo conocer. Fue hace mucho tiempo, cuando él rondaba los 24 años y trabajaba en un negocio dedicado a la fotografía pero soñaba con dedicarse a cantar tangos. Álvarez, que era clienta, solía llevar negativos de sus pinturas para revelar.

 Ese diálogo, recuerda Ardit ante Comunidad PAMI, fue más o menos así:

¿Siempre que vengo estás escuchando tangos?

Me gusta mucho el tango. Y canto, aunque no profesionalmente. Pero me gustaría.

¿Y por qué no te dedicás a cantar?

Porque alguien me tendría que llamar…

Nam Myoho Renge Kyo

¿Qué?

Nam Myoho Renge Kyo…

Vos tenés que dedicarte a cantar. No dejés de repetir esa frase.

Y Álvarez sacó de su cartera un papelito en el que se leía Nam Myoho Renge Kyo.

Poco tiempo después, cuando Álvarez volvió al negocio para hacer otros revelados, Ariel Ardit ya no trabajaba ahí.

“Uso esa frase para despejarme, para darme confianza. Algo en ella me movilizó. Hablando con budistas, me dicen que hay que repetir esa frase contra una pared o contra una especie de altar. Se repite, se repite, se repite. Todos los días. Durante mucho tiempo. Cuando ella volvió al negocio yo ya cantaba mis primeros tangos”, nos dice Ardit.

En esos años, Ardit cantaba sus primeros tangos públicos en un local de Almagro. Fueron los tiempos del debut en el legendario Café Tortoni. De a poco se hizo conocido por su voz. De cinco espectadores, pasó a más. Y luego al disco. Y después, más discos y premios. Logros que celebrará todos los sábados de mayo junto a su colega Lidia Borda en el Torquato Tasso.

En estos veintipico de años en los que empecé a vivenciar lo que es cantar me sigue pasando lo mismo: siento como que canto en casa, en reuniones familiares. Cuando canté Soledad con una guitarra que me acompañaba supe que esa música era para mí. Y me sigue pasando lo mismo. Me gusta cantar otras cosas, otros ritmos, pero cuando canto un tango, visceralmente siento que me pertenece. El tango me ha dado además de mucha felicidad una identidad tanguera.

¿Por qué el tango, si tenés 48 años y podrías ser más del movimiento rockero?

¿Por qué no el tango? Si vivo en Argentina, en Buenos Aires desde los 8 años. Sería más raro que cante rock o reggaeton, que no son nuestros. Ninguna música nos representa más que el tango.

Más allá de Gardel, del que sos profundo admirador, ¿qué otras músicas o cantantes te marcaron?

En mi casa se escuchaba desde Mercedes Sosa a The Beatles, Queen, Frank Sinatra, Serrat, Sandro, Nino Bravo, Roberto Carlos. Pero siempre aparecía Gardel. Mi tío abuelo también cantaba y tocaba la guitarra. Cuando escuché a Gardel una vez, dije ‘epa’, y ahí me quedé. Fue como algo que empecé a vivenciar corporalmente. Me llevé un cassette de Gardel y empecé a escuchar y escuchar y escuchar. Se me volvió la máxima referencia vocal. Un poco lo que hablamos antes: no me atravesó el rock; me atravesó el tango. Conozco más y admiro más de rock ahora a través de mis hijas que cuando tenía 20.

UNA FAMILIA MUSICAL

Una biografía sencilla contaría que el 3 de abril de 1982 (un día después del comienzo de la guerra de Malvinas) Ariel se vino a vivir a Buenos Aires con su madre, la cantante folclórica Adriana Oviedo. Tenía 8 años.  Estudió canto lírico y en  el 98 debutó en un local en Almagro. Podría agregarse que trabajó en radio, que se codeó con en festivales con Elena Roger y que en 2019 se dio el lujo de festejar veinte años de carrera con un concierto en el Teatro Coliseo.

Pero hubo un quiebre: futbolero de alma, el año pasado cantó el Himno Nacional Argentino antes del partido que la Selección jugó con Uruguay por las eliminatorias del Mundial de Qatar. Y la rompió. Tanto que los mismos jugadores lo pidieron de nuevo ante Perú.

Cantar el Himno en un partido de la Selección fue más que un quiebre. Encima, fue dos veces en una semana. El Himno lo cantaba mucho mi abuela en cualquier evento patrio. Se levantaba de la cama y lo cantaba. El 1 de mayo, el 25 de mayo, el 9 de julio. Se emocionaba. Con mi hermano César nos reíamos mucho. Era gracioso verla cantar y emocionarse. Y un día murió mi abuela. Por eso me emocioné al verme cantar el Himno en un partido de la selección.

 ¿Cómo era esa abuela?

Le decía La bele, porque no me salía abuela. Era la madre de mi vieja y es por donde me viene la rama artística. Mi abuela cantaba de manera aficionada. Era graciosa, ocurrente. Boca sucia. De carácter explosivo. Era el personaje de la familia. Después, mi vieja salió cantora en serio. La bele falleció hace unos años. Nunca voy a olvidar que me decía “peroncito”. Ella me asociaba con Perón, pero era más de Evita. Trabajaba en el Hospital de Clínicas de Córdoba. Siempre me contaba que cuando murió Evita se fue en unos camiones a Buenos Aires para estar en el velatorio. La bele sentía admiración por Evita.

¿El fútbol te marca mucho, no?

Si, soy muy futbolero. Hincha de Talleres, de Córdoba. En este sentido, vuelvo al Himno. Tenía el sueño de cantarlo en un partido del Mundial 2014, en Brasil. Pero no se dio y tampoco se dio en los años siguientes. Después vino la pandemia. Y recién el año pasado pude darme el gusto de cantarlo en un partido de la Selección. Siempre quise cantarlo mirando a los jugadores a la cara para que funcione como una arenga emotiva. Así que cumplí un sueño. Ante un rival clásico como Uruguay y en el mejor partido de la era Scaloni. Después los mismos jugadores me pidieron que repita ante Perú: “Que venga el tanguero”, decían. Es algo incomparable como cantante y futbolero. Porque el fútbol es parte de mi vida y de muchos amigos y de mi generación

Foto: Fernando Ibarra

¿Cómo escucha música alguien que se dedica a la música?

La manera de escuchar música cambió. Tengo discos de vinilo, de pasta, cassettes y cds. Una vez estaba en Las Vegas, cuando fui a la entrega de los (Premios) Grammy, y me traje dos parlantitos de esos que andan por wi fi. Así que ahora el 99 por ciento de la música que escucho es por Spotify. Es más cómodo, más práctico. No tengo dónde escuchar cds ahora.

¿Y qué harás con tantos discos o medios para escuchar?

Es una pregunta sin respuesta, porque quiero conservarlos. Cada disco que compré representa una búsqueda, algo muy romántico que Spotify no lo podrá dar nunca. Son recuerdos muy hermosos: la colección de Gardel de Altaya, por ejemplo. 50 discos. Uno cada miércoles. 50 miércoles en los que me paraba al lado del diariero, frente a Las Violetas, a esperar el disco. Tomaba un café y lo esperaba. Lo gastaba en la semana esperando a que salga el siguiente. ¿Ves? Representa muchas cosas. Más que discos son recuerdos.

¿Sos de los que suelen disfrutar de sentarse a contemplar la escucha de música?

Tengo dos maneras de escuchar. Gran parte del tiempo trato de escuchar para encontrar un repertorio para algún disco. Eso sucede cada vez más. Pero me distiendo escuchando música en el auto, o viajando. Aunque cada vez quedan menos momentos para dedicarlos sólo a escuchar música.

Ahora que vas a cantar con Lidia Borda. ¿Qué significa volver a juntarte con ella tras catorce años?

Las presentaciones en el Tasso son la mejor excusa para reencontrarme con Lidia. Lo que se da con ella es algo que no tiene explicación. Hacía catorce años que no nos presentábamos juntos. Y juntarnos ahora es una elección artística y personal. La propuesta nos llegó de los dueños del Tasso. Nos la hicieron hace 14 años y la volvieron a hacer ahora. Aprovechamos que este año se dio una nueva reapertura del Tasso. Con Lidia somos amigos. Ella es mi excusa para darle un respiro a lo que venía haciendo. Con ella me divierto. La disfruto artísticamente.