“Hoy te venden que tener plata es tener éxito”

Miniserie en plataforma digital y gira por el interior con la obra teatral Rotos de amor, junto a Osvaldo Laport, Antonio Grimau y Víctor Laplace. La vida de Roly Serrano apenas le deja tiempo para hablar con Comunidad PAMI sobre la vejez, la salud, el trabajo y el recuerdo de aquel pibe que se crió en las calles y hoy, a sus 67 años, es uno de los actores argentinos más reconocidos.

“Ando bien. Gracias a Dios con mucho trabajo, en una etapa en la que me puse las pilas para solucionar los problemas personales de salud. A esta edad, ya estoy para… ¡la comisión juvenil de PAMI! El cuerpo empieza a cobrar los pagarés después de tanto”, dice y se ríe el actor Roly Serrano en diálogo con Comunidad PAMI. Rolando Guillermo Serrano tiene 67 años (acaba de cumplirlos: 8 de abril de 1955), vive desde hace 25 en el barrio porteño de La Boca y después de un tiempo de descuidos, cuenta, le llegó la hora de cuidarse. Vive solo, desde que en 2004 falleciera su pareja, Claudia. Se cocina liviano como parte de los cuidados ante varios problemas: “Estuve demasiado gordo (llegó a pesar 190 kilos). Aparecieron cosas, como diabetes tipo 2, empecé a adelgazar y tenía las rodillas rotas, la cadera derecha está para operar el mes que viene”, enumera.

Me cuesta caminar: me tengo que ayudar con un andador. Son temas de salud. También están los temas estéticos, aunque no tengo muchos problemas con eso. Lo único que me arreglé fue la boca, porque es antiestético tener mal los dientes. Siempre tuve una dentadura horrible. Me arreglé eso porque sirve para mi trabajo. Al pelo no le doy bolilla. Si se cae, se cae. No me pondría peluca. Para mí, lo principal es la salud. Cuando uno es joven piensa que está todo bien, que no le va a pasar nada, pero el cuerpo responde y en mi caso empezó a pedirme que pare y lo cuide. Ahora lo que más me importa es tener una vida buena, estar sano, y cuando alguien golpee el zaguán será cuando tenga que ser, pero no por descuido.

Veo que seguís fumando.

Desgraciadamente volví a fumar, quizás por los momentos de ansiedad que vivo por la salud. Qué loco, porque es contradictorio. Pienso en la salud y sigo fumando, pero, bueno, es lo único que me mantiene agarrado. Supongo que en algún momento tendré que dejar de fumar para estar mejor.

¿Seguís alguna rutina?

No tengo una rutina diaria. Quizás la de levantarme, tomar mate y esas cosas. Pero no es que sea como un reloj. Siempre espero que me sorprendan las cosas. Además mi trabajo tiene que ver con eso. No programo para la semana que viene porque no sé cómo será la semana que viene. A veces me llaman y me cambian todo. Eso me llevó a alejarme de las rutinas. Siempre fui un nómade. Podía salir de casa y de pronto encontrarme con alguien e irme a Tucumán o Córdoba sin avisar a nadie. Obviamente viviendo solo. Siempre fui así, necesitaba ser libre. Hasta que llegó mi profesión y un gran amor, cosas con las que quizás senté cabeza y empecé a ordenar mi vida de otra manera.

¿Cómo te definirías?

Como una muy buena persona. Buen profesional. Y me defino como un buen irresponsable conmigo mismo en lo que tiene que ver con la salud. Ahora estoy en boxes. Si vieras lo que acabo de comer… ensaladita, churrasquito. ¡Qué es eso! Si a Roly Serrano le gusta la tira de asado, el huevo frito. Pero ya está. Ya comí mucho en la vida. Me veo más responsable. Lucho para ser más responsable. Me veo como una persona que disfruta. Mi cara cuenta cómo estoy. Si estoy bien lo cuenta y si estoy mal lo cuenta. Ya no trato de ocultar eso. 

¿A qué te aferraste para cambiar, para crecer?

La resiliencia, de la que tanto se habla, me pone en primera fila, porque empecé a vivir solo a los 12 años en la calle y logré sobrevivir y lograr objetivos. La persona que vive sola, que creció sola en la calle, necesita defenderse mucho. Eso genera una coraza muy grande. A su vez, esa coraza impide que entren a tu cuerpo otras cosas, como el amor, las emociones fuertes. Porque sentís que te pueden perjudicar… Te sentís vulnerable. Romper esa coraza en mi caso fueron dos cosas hermosas: enamorarme fue una manera maravillosa y armar mi familia, que después se desarmó por otro motivo, por la pérdida de mi esposa, pero pude armar esa familia  y ser el hombre más feliz del mundo. La otra cosa fue el trabajo. No es que me endurecí a pesar de los dolores y pérdidas. Sigo siendo sensible. Me sensibilizan muchas cosas. El arte, ver a una persona talentosa en lo que sea, desde un carpintero a un cantante, me emociona. Cuando hablo de mi me emociona saber que pude vencer muchas cosas. Por eso me permito llorar si tengo ganas. No me da vergüenza. Crecí con esa cultura de que el hombre no llora. Entonces ahora me permito llorar. Soy de las personas a las que les importan las cosas.

¿Qué tan rápido pasó todo ese tiempo que va desde aquel Roly Serrano que vivía en la calle a este que es actor consagrado?

Rapidísimo, a una velocidad vertiginosa. Un día me vi en la calle, tirado, debajo de algún toldo muerto de frío y de hambre y me emociono al pensar que pude salir de eso, que pude transformar los malos recuerdos en buenos y no quedarme enganchado en lo malo, que es lo que te impide crecer, ir para adelante. A veces eso me ayuda a ser feliz con lo que tengo y no desear lo que tienen los otros. Suelo decirle a los jóvenes que el éxito verdadero es el personal, el que logra uno. Lo que pasa es que en los medios, la tele, te venden que el éxito es tener plata, el mejor auto, el mejor culo. Eso es parte de otra cosa. No nos inculcan a apreciar el verdadero éxito de cada uno en la vida, a darle importancia a los propios logros.

¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?

Soy mucho de soñar, de colgarme en un abedul e irme a la mierda. Por eso a veces me cuesta la lectura. Porque me engancho con una imagen y salgo como un jet con esa imagen a cualquier lado. Me gusta mucho, mucho, mucho, es algo maravilloso, hacer huevo. No hay cosa más hermosa que hacer huevo. Amo mi trabajo pero amo hacer huevo. Me siento una hora a no hacer nada. Y lo disfruto mucho, muchísimo. Me parece que no está bueno exigirnos todo el tiempo. Es como decirle a Messi que como no tuvo un buen partido le vamos a pegar un cachetazo. Somos muy exitistas en ese sentido. Rembrandt no pintaba un cuadro todos los días sino de vez en cuando.

¿Te gusta la soledad?

Está buena cuando uno elige estar solo. Ahora, estar solo por otras cuestiones es más duro. Es más duro cuando uno dice “me gustaría estar compartiendo con alguien”. Después del fallecimiento de mi esposa me costó armar otra pareja. Lo intenté pero no pude, o no pudimos, porque es un trabajo de dos. Hay momentos en los que siento, como actor, el saludo de 600 personas y salgo feliz del teatro y cuando llego a casa… cric cric cric. A veces uno tiene la necesidad de llegar a su casa y compartir eso que le pasó. Pero, bueno, se aprende. Sobre todo cuando uno está más grande.

¿Qué le agradecés a tu trabajo?

Soy muy agradecido a la profesión u oficio. No digo carrera porque me suena a querer ganarle a alguien. Pienso en todo lo que me dió y me siento un afortunado. Todo un afortunado. Me agradezco haber elegido esta profesión. No sé si la elegí o me eligió ella, porque quizás uno hace algo por no hacer otra cosa. Detrás de lo que ven los demás, hay mucho. La gente ve dos horas de trabajo de un actor, pero para llegar a esas dos horas tenés meses de ensayos y de estudio. Nuestra economía, la de los actores, no es la de Hollywood. Hay que hacer un montón de cosas para sobrevivir. Cuando la gente duerme, yo estudio. Cuando la gente va al teatro a esparcirse, yo voy para trabajar. Y laburamos mucho; incluso a veces con la ingratitud de que no te va bien económicamente. Sobre todo al principio, cuando era remar y remar con dos palitos de plástico en un frasco de dulce de leche. Necesitás tiempo para dedicarlo a esto, para aprender, para estudiar, para buscar empleo. Mucho tiempo y esfuerzo. Eso impide tener un trabajo seguro, un sueldo.

En esta charla te reíste un montón. ¿Sos de reírte?

Si. Me río mucho, mucho, mucho con Osvaldo Laport, que somos compañeros en la obra. Pero muchísimo nos reímos, eh. Todo el tiempo. Nos reímos de lo absurdo de las cosas, de situaciones. Por lo general soy de reírme. No soy opaco. Siento que la risa afloja muchas cosas.