“SI TODOS NOS PONEMOS DE ACUERDO, VAMOS A SALIR MÁS RÁPIDO DE ESTO”

El ídolo de Boca Ángel Clemente Rojas cuenta a Comunidad PAMI cómo lleva la cuarentena, que cumple a rajatabla, y, de paso, recuerda sus tiempos como futbolista, desde aquel día que debutó y la primera pelota se la pasó a su ídolo, Ernesto Grillo.

Decirle “Rojitas” a alguien que este 28 de agosto cumplió 76 años habla más del cariño que de la edad. Ángel Clemente Rojas, vecino del barrio de Flores, se metió para siempre en el corazón de los futboleros en general y de los hinchas de Boca en particular. Lo consideran entre los máximos ídolos del club. Juan Román Riquelme, Carlos Tevez y tal vez Diego Maradona lo acompañan para tener un lugar en un hipotético podio. Jugó entre los 60 y los 70 en Boca, además de Deportivo Municipal, en Perú, y Racing, Chicago, Lanús y Argentino de Quilmes. Consiguió cinco títulos con la camiseta boquense. Hizo goles históricos. Hoy tiene una estatua en La Bombonera, un olimpo del fútbol argentino. Pudo jugar en el Real Madrid pero prefirió quedarse en Boca. Y le dicen, claro, “Rojitas”.

Una tarde cualquiera su hijo Martín le hace de asistente y nos conecta a través del Skype. Le pone auriculares y le explica. “No entiendo mucho de tecnología”, suelta Rojas. Sin embargo, desde que comenzó la cuarentena dio a través de esta vía muchas entrevistas. No hay caso: “La tecnología no es lo mío”. Lo importante es que ahí está el hombre que se construyó en otros tiempos del fútbol. Cuando ni siquiera había tanta tele como hoy. Cuando para verlo había que ir a la cancha o esperar los retrasados informativos. Transmite humildad. “Gracias a Dios y la virgen”, “querido” o “¿entendés, nene?” son algunos de sus latiguillos. Y también: “Hacé todas las preguntas que quieras”.

Claro, la cuarentena por Covid 19 ayuda. Es que Rojas la sigue a rajatabla junto a María Inés, su esposa desde hace 48 años, y su hijo Martín. “Tengo una familia muy linda, muy buena”. La completan más hijos y nietos con los que se comunica todos los días. Cuando hay sol, Rojas se va al balcón de su departamento con el mate y se deja estar. Cuando se va el sol, sube unos pisos y lo encuentra en la terraza del edificio. “Soy amante del sol”. Después vendrá el tiempo de la cena y de las series. Así le encuentra el lado positivo al cuidado preventivo. “Porque no se puede salir, nene. Si todos los argentinos nos ponemos de acuerdo, y hacemos todos igual, vamos a salir más rápido de esto. Pero si vas ahora al parque vas a ver a la gente correr sin respetar los dos metros de distancia. Yo solo salgo para hacer compras. Compro y me vengo a casa y me quedo todo el día.  ¡Veo como 200 películas por día!”.

A fin de año, cuando afloje la cuarentena, quiere irse a Mar del Plata, su cable a tierra. Allá camina por la playa junto a los amigos que lo esperan. Se junta a cenar y a tomar “una cerveza”. “Si no tomo vino, qué tiene de malo que nos tomemos una cervecita con amigos”, suelta. Pero, repite, “por ahora se trata de quedarse en casa y cuidarse. Si no será muy difícil salir de esta. Uno se adapta. A veces te ponés mal, pero no queda otra”. Antes de Mar del Plata quiere ir a una parrilla de Flores a comer un buen asado. “No somos millonarios pero nos damos algunos gustitos”, aclara.

Su mayor actividad física serán las caminatas. Una operación de rodilla le impide correr hasta para jugar al fútbol de siete o de cinco. Como futbolero espera con ansias que vuelvan los torneos locales, porque no mira los partidos de Europa. En tanto, lo que disfruta es el automovilismo. Le gusta la Fórmula 1 pero nada lo apasiona más que el Turismo Carretera. Y en el TC, su amigo Guillermo Ortelli. “Soy hincha de Ortelli, que es veneno de Boca. Ganó siete campeonatos en el Turismo Carretera. ¡Hay que ganar siete campeonatos! Es veneno, veneno de Boca. Cuando puedo voy a verlo. Si no, por televisión. Soy de Ortelli por dos cosas: una, porque ganó 7 campeonatos de TC, y la otra, porque es de Boca. Le dicen El rey de Salto. Aparte es buena persona. Lo quiero mucho”.

Rojas nació en Sarandí e iba a ver a Independiente y a Racing cada domingo, porque esas canchas estaban cerca de su casa. Del Rojo lo que más le gustaba era ver a Ernesto Grillo en los años 50. “Era mi ídolo”, lo recuerda Rojas. Y miren si se dio gustos en el fútbol que en los 60 Grillo pasó a Boca y jugaron juntos: “Uno de los sueños más grandes de mi vida se cumplió. Y cuando debuté, la primera pelota se la pasé a él”. De compañeros, se hicieron amigos. Grillo tenía coche y lo pasaba a buscar por su casa para llevarlo a los entrenamientos de Boca. “Tuve la suerte de a los 5 o 7 partidos entrar al corazón de la gente de Boca. Yo era un mocoso de 17 años. No podía creer que a los 17 ya jugaba en la cancha de Boca. Miraba a los jugadores, que eran monstruos, y me asombraba estar entre ellos. Además, Boca compraba jugadores pero el que seguía jugando era yo”.

Su humildad le impide reconocerse como máximo ídolo de Boca. Se conforma con estar entre los mejores. “Riquelme y Tévez ganaron todo, acá y en Europa. Así que no puedo decir nada de mí. Pero con estar en el corazón del hincha de Boca, es suficiente. Los que mandan son los hinchas”. Al mismo tiempo, agradece el recuerdo permanente. Y la estatua: “¿Qué más puedo pedir? Tener una estatua en la cancha de Boca es increíble. Boca me dio todo”.

Y así como el destino no quiso vestirlo con el rojo de Independiente, tampoco lo vistió con el blanco del Real Madrid. El club español lo quiso incorporar a sus filas. “Para mí Boca es más grande que el Real Madrid. Yo era un pibito y tal vez hubiese ganado más plata allá. Me agarraron de sorpresa. Me dijeron ‘¿querés ir al Real Madrid?’. Dije que no, seco. ¿Pero sabés lo que es jugar en Boca? No te das una idea. 50 mil almas todos los domingos. 30 mil personas de visitantes. Escuchar a le hinchada corear mi nombre fue la mejor música. Son cosas impagables, que nunca se olvidan. Boca es grande, grande, grande. Creémelo”.