Volver a bailar
Con más del 90% de las personas mayores vacunadas, el centro “Los abuelos de Bustillo”, de Berazategui, se prepara para abrir sus puertas. Para poner a punto el lugar recibieron ayuda de PAMI a través del programa “Bonaerenses Solidarios y Solidarias”, conformado por jóvenes que realizan tareas de refacción y pintura.
Sabino, un freestyler espigado de ojos claros y pelo corto de muchos colores, traslada con precaución un enorme balde blanco que rebalsa de pintura verde. Una adolescente de cabellera colorada, menuda, hunde un esponjoso rodillo color crema en el interior del tarro. Ambos integran el programa “Bonaerenses Solidarios y Solidarias”, un plan del Ministerio de Desarrollo de la Comunidad de la Provincia de Buenos Aires que trabaja junto a PAMI en el reacondicionamiento de los centros de jubiladas y jubilados para poner coquetos a estos lugares de socialización que debieron permanecer cerrados durante la pandemia.
Ahora, con más del 90% de la población adulta mayor vacunada contra la COVID, el reencuentro de las y los jubilados es un hecho factible en el corto plazo.
Por eso los jóvenes ahora están ayudando al centenar de socias y socios del centro “Los abuelos de Bustillo”, en la localidad bonaerense de Berazategui, a poner en valor esta sede que la municipalidad cedió de forma gratuita para que las personas mayores del barrio pudieran tener un lugar de encuentro.
La jornada de trabajo solidario ocurre durante un viernes invernal atípico: el sol ha salido rebosante desde media mañana y acompaña la tarea para acondicionar las paredes y las luminarias del centro de jubiladas y jubiladas.
“Acá teníamos talleres de yoga y gimnasia para adultos. También ofrecemos talleres de macramé para las socias. En el verano, incluso, conseguimos acceso gratuito a la pileta municipal. Pero, ahora con la refacción que estamos haciendo, pensamos hacer muchas más cosas. Por ejemplo, estamos con el proyecto de armar pronto una cancha de tejo. Y en el cuartito que están arreglando los jóvenes vamos a instalar un área de pedicura”, cuenta Griselda Genes, la secretaria del centro, que trabaja ad honorem.
Griselda recibe a Comunidad PAMI en un cuarto mediano, el corazón administrativo del lugar. Desde el fondo llega el aroma chirriante de los chorizos que crepitan sobre la parrilla. Antes del almuerzo y el descanso de una acción solidaria que comenzó a primera hora del día, hace una pausa para hablar sobre la reapertura de “Los abuelos de Bustillo”.
¿Qué pasó todo este tiempo que debieron cerrar? ¿Cómo lograron mantener en pie el lugar?
El centro estaba un poco caído por varias razones. Por todo lo que implicaba la pandemia, pero también por los cuatro años del gobierno interior que no invirtió nada en nosotros. Pero, ahora tenemos el apoyo de PAMI, estamos recontra agradecidos con todo lo que nos están brindando. Los subsidios nos sirvieron para cubrir los gastos, lo que son los servicios, y también para hacer otras cosas. Nosotros, por ejemplo, pudimos acondicionar uno de los cuartitos que tenemos, que ahora va a ser para poner un consultorio médico. Al cuartito le tenemos que poner cerámica, que ya tenemos comprada, para tener el lugar a punto cuando comience a trabajar el médico.
¿Cómo fue el vínculo con quienes participan del centro durante la pandemia?
Buscamos estar conectados en todo momento. Personalmente, me encargue de llamar a cada uno o de mantenernos comunicados por Facebook. Siempre buscamos motivarlos, de transmitirles de que, a pesar de no vernos las caras, estamos apoyándolos para lo que necesiten, algún trámite, alguna medicación.
¿Qué implica que se acerque un grupo de jóvenes para acondicionar un centro de jubilados?
Me encanta. Porque, si bien es un centro de jubilados, necesitamos el apoyo de ellos. ¿Por qué? Porque hay cosas que, por ahí, nosotros queremos hacer y no tenemos la fuerza. Entonces, que ellos vengan con ideas y propuestas, genera un buen vínculo de construcción social.
La reapertura es inminente ¿hay expectativa?
Los socios ya quieren activar. Nosotros, antes de la pandemia, hacíamos bailes. Y están enloquecidos con volver a bailar. Los domingos hacíamos cuatro horas de baile. De siete de la tarde a once y media de la noche. Los socios, además, podían acceder a un buffet recontra económico. La idea es que ellos puedan estar juntos un rato, que se puedan distraer, que se puedan divertir.