Una lucha social que traspasa fronteras
A Bethsabé Echeverria Farfán le acaban de dar el premio Viejas rebeldes por su pelea por la igualdad social. Para ella, los jóvenes y los adultos mayores se complementan. En la siguiente entrevista explica por qué.
El pasado domingo 17 de octubre, Bethsabé Echeverria Farfán, 67 años (9/4/54), incansable luchadora de los derechos de los mayores, estuvo en la Plaza de Mayo para celebrar el Día de la lealtad. En ese lugar histórico se topó con conocidos y compañeros y compañeras de unidades básicas. “Extrañaba eso”, se emociona en diálogo con Comunidad PAMI. Esta incipiente vuelta a la normalidad tras la larga cuarentena por Covid 19 la encuentra en la lucha por un país mejor. Su lucha, que además es la de muchos jubilados y jubiladas, tuvo sus frutos. A principios de mes PAMI y la organización La revolución de las viejas le entregaron el premio Viejas rebeldes.
Se trató de un reconocimiento que compartió con otras ocho personas de su generación. La titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto; la cantautora Liliana Herrero; la actriz Mirta Busnelli; la activista LGTBQ+ Norma Castillo; la abogada feminista Nelly Minyerky; la científica Carolina Vera; la futbolista Betty García; y la activista de derechos humanos María Adela Antokoletz. Una lista de lujo. Un dream team de los mayores.
«Ese premio fue una cosa impresionante. Los compañeros me siguen felicitando. Es una gran caricia al ego. Mi ego estuvo arriba pero ahora está donde debe estar. A veces me dicen que debería tener más ego, pero soy simple. Me siento orgullosa de lo que hago«.
Bajás el ego en un tiempo en el que parece que hay que ser egocéntrico.
Es cierto: este es un tiempo egocéntrico. Pero más que el ego, en la política, que es lo mío, lo que me asusta es que esté marcando el odio hacia el que no piensa igual. No lo hablo desde el Gobierno. Hemos demostrado, y se sigue demostrando, que no tenemos odio. Pero desde el otro lado se recibe odio.
Sin embargo, una Plaza de Mayo repleta de jóvenes permite esperanzarse, ¿no?
Fue algo muy raro. Enconté mucha juventud y también adultos mayores. La mayoría de la gente necesitaba reencontrarse, charlar, reírse, mirar a los ojos, contarse cosas de estos tiempos de encierro. Pero ahora todo va a cambiar. En los centros de jubilados, por ejemplo, volverán las compañías, los talleres presenciales. Y de a poco volveremos a las calles a militar.
Los jóvenes son el futuro del país y nosotros, como adultos mayores, aprendemos de ellos a la vez que tratamos de transmitirles nuestras vivencias. Así, nos acompañamos todos.
¿Por qué a tus 67 años seguís militando?
Porque pienso que lo que una pretende dejar en el país y en el mundo está en la militancia. Y porque milito desde los 13 años. El día que deje de militar será porque no esté en este mundo.
¿Qué te significa ser chilena pero a la vez luchar por la justicia social en Argentina?
Nunca olvido que llegué a la Argentina en el 75, huyendo de la dictadura de Chile. Nací en Valparaíso y ya a los 13 militaba en el colegio. Mi abuelo era comunista, mi padre socialissta y mi madre demócrata cristiana. Mi papá me decía que para elegir una ideología uno tenía que leer e identificarse con lo leído. Y tanto leí que me identificó con el comunismo. Al llegar acá pensábamos con mi compañero en seguir de largo, pero nos quedamos para estar cerca de nuestro país. Y en los 2000 volví a militar gracias a Néstor (Kirchner), que no era santo de mi devoción porque venía de la mano de (Eduardo) Duhalde. Pero cuando escuché a Néstor en su discurso, al asumir la presidencia, me enamoró que nos haya invitado a vivir su sueño. Y lo seguí.
¿Extrañás Chile?
En la década del 90 traté de retornar a mi país y al año me vine de vuelta. No pude soportar el lugar con tanta gente de derecha. Se decía que Chile estaba bien pero nada que ver. En la parte linda estaba todo bien, pero en la parte real, en el 70 o 90 por ciento del país, estaba todo mal. Los oligarcas son dueños del país. Los ríos tienen dueños, el agua tiene dueños. Entonces es muy injusto. Por eso Chile explotó en octubre del 2019. Lo extraño, pero no creo que vuelva.
¿Usás redes sociales?
Si, pero no subo cosas personales. Igual, me bloquearon el Facebook porque tengo la boca muy suelta y digo lo que pienso. Hace dos semanas comenté en un grupo algo sobre Chile que se ve que a alguien no le gustó, porque me bloquearon por un mes. Me quedan dos semanas con la cuenta suspendida. Pero no es la primera vez que me pasa. Alguna vez defendí a los palestinos y también me bloquearon. Lo que sí, me dio bronca no poder escribir nada del 17 de octubre en mi Facebook.
¿Cuáles son tus rutinas?
Hago tareas habituales en mi casa y milito en la Unidad Básica La razón de mi vida (Pasaje Prudán 1227, CABA). Soy fiel admiradora de Evita, una mujer grandiosa, impresionante, que nunca debe olvidarse porque marcó un tiempo. Me hago cargo del centro de Vecinos del Bicentenario (Viel 1070, CABA), donde agrupamos a varios centros de jubilados. Me gusta ayudar ahí. Fue muy emotivo hacer un festejo por el Día de la madre. Todos estábamos felices de volver a encontrarnos. Y como te decía antes, ya estamos por volver con los talleres presenciales. El de memoria, el de reflexión. Y los servicios de enfermería, masajes, pedicuría y peluquería.
¿Tenés esperanzas en un mundo mejor?
Si. Y te digo por qué: la mayoría de los jóvenes que pelea no lo hace sólo por política sino también por inquietudes sociales, por el aborto, por ejemplo. Ahí está la marea verde, que es maravillosa. O por el medio ambiente. Hay mucha lucha.
Antes hablabas de lecturas que te marcaron de chica. ¿Recordás algún título en especial?
Mi padre me dijo que lea desde Mi lucha hasta El capital…
¡Mi lucha! ¡El de Hitler!
Así es. Pero para mi papá era lógico, porque quería darme libertad de pensamiento. Él no me decía que vaya para un lado o para otro. Él me daba libros para leer y yo decidía dónde encajaba. Y elegí la izquierda. Pero, claro, no podía elegir una ideología de derecha pensando en la realidad de Chile. El hogar marca.