MISIÓN CUMPLIDA: 
CONTADORA A LOS 76

Yolanda Corso empezó sus estudios universitarios de joven pero tuvo que relegarlos. Afiliada a PAMI, acaba de obtener su título de grado en la Universidad Nacional de Tucumán. Esta es su pequeña gran historia.

A sus 76 años, Yolanda Angélica Corso cumplió uno de los objetivos de su vida: recibirse como Contadora Pública Nacional. Lo logró en febrero, después de postergaciones que abarcaron una mudanza de su Tucumán natal a Buenos Aires en los años 60 y un regreso a su provincia con dos hijos y un esposo en los años 80. “Por diversas cuestiones mis estudios fueron relegados, hasta que a pesar de los prejuicios me decidí a inscribirme en la Universidad Nacional de Tucumán y recomencé a estudiar”, dice ahora, mientras es felicitada por el director de la UGL PAMI Tucumán, César Dip, y el equipo de trabajadores y trabajadoras. 

Yolanda -afiliada a PAMI- destacó que el último tramo de la carrera “fue muy difícil” pero “sus ganas y la solidaridad de sus compañeros” fueron fundamentales para recibirse. 

El corte de su carrera universitaria ocurrió cuando en la década del 60 se fue a buscar empleo a Buenos Aires. Acababa de terminar el colegio secundario y comenzaban los estudios terciarios. “Pero Tucumán atravesaba una mala época económica por el cierre de los ingenios azucareros”, rememora. Ya afianzada en la capital argentina, consiguió trabajo, se casó y tuvo dos hijos. En 1985 pegó la vuelta a su provincia junto a su familia. “Me traje a los porteños”, comenta mientras sonríe.

Una vez de regreso en Tucumán, los estudios eran todavía una asignatura pendiente así que se inscribió en la facultad. Pero otros asuntos los volvieron a postergar. “Nunca, pero nunca, dejé de pensar en mi carrera universitaria. A veces el impedimento eran los horarios, o las necesidades económicas, o cuestiones sociales. Siempre había algo que me hacía relegar el estudio”, recuerda.

Tras idas y vueltas, cuenta Yolanda, volvió a intentar recibirse. Se inscribió en la UNT, venció prejuicios propios y ajenos y le dio para adelante. Encontró en sus compañeros académicos, en los centros de estudiantes y en la Secretaría de Bienestar Estudiantil el aliento para darse el último impulso y alcanzar el ansiado título. Que finalmente lo logró.

“Es cierto que por la edad es más difícil estudiar, pero también es cierto que no es imposible. Acá lo ven”, dice Yolanda, cuyo caso encuentra paralelos en personas mayores de todo el país que también quieren cumplir deseos. 

Dice que aprendió mucho de sus profesores y compañeros, y sabe que los demás también aprendieron de ella. Cuando mira hacia atrás y se enfoca en los impedimentos que padeció cree que puede dar consejos para que a los futuros estudiantes no les pase lo mismo. “Hay que estudiar con alegría”, recomienda. “Y con responsabilidad”, agrega. A los que están a pasos de recibirse les pide que no abandonen “porque el título está más cerca de lo que creen”.

Y señala: “Hay un esfuerzo detrás, un camino duro que se recorrió. Yo misma lo viví. Yo pasé por eso. No hay que malgastar ese esfuerzo. Hay muchas horas de estudio, de desvelo. Y el título, al fin de cuentas, no es solo para una misma. El título es también para hacer un poco más grande a nuestro país”. 

 

Siempre es tiempo para estudiar

Por Lic. Luciana Machluk

Psicóloga. Subgerencia de Desarrollo y Cuidado Psicosocial-PAMI.

Cada vez más personas mayores reconocen los espacios de formación como un escenario válido para sus vidas. Es así que los programas universitarios para adultos mayores, que tienen su origen en Toulouse, Francia, en la Universidad para la Tercera Edad, fundada en 1973, han tenido gran aceptación en nuestro país y una amplia y activa participación.

Además, muchas personas mayores, deciden retomar en la vejez estudios formales, muchas veces interrumpidos por diversos motivos, entre ellos las múltiples exigencias de la mediana edad. No solo retoman estudios secundarios, terciaros o universitarios sino que, también, muchas personas mayores inician estos estudios una vez que se jubilan, como una forma de concretar proyectos que no tuvieron posibilidad de ser desarrollados en otras etapas de sus vidas.

En la vejez, iniciar nuevos proyectos o retomar aquellos que se tuvieron que interrumpir es beneficioso ya de por sí; pero si este proyecto está vinculado con la educación, los beneficios se multiplican y potencian. Entre ellos, además de la adquisición de nuevos conocimientos, se destacan la ampliación de las redes sociales, el entrenamiento de las funciones cognitivas, la mejora en el estado de ánimo y en la salud, el fortalecimiento de los recursos personales para transitar los procesos de duelo y un nuevo sentido de vida.

Existe un prejuicio muy extendido en la sociedad que sugiere que en la vejez ya no se puede aprender, aun cuando cada vez más personas mayores se involucran en proyectos educativos, por ello resulta fundamental diseñar e implementar políticas públicas tendientes a sensibilizar sobre la importancia de la educación a lo largo de la vida, crear espacios educativos innovadores y fortalecer aquellos que ya se vienen desarrollando de forma exitosa en todo el país, como UPAMI.

Un plus adicional lo brinda la experiencia educativa en universidades. Tanto si realizan talleres o cursos como si cursan una carrera. Habitar un espacio educativo con tanto prestigio en nuestra cultura genera en muchas personas mayores, que no habían podido transitar estos espacios en otros momentos de su vida, una satisfacción particular, en muchos casos representa un sueño cumplido. Además, la interacción con estudiantes de otras edades le brinda a la experiencia un condimento y una ganancia extra.

La vivencia de desarrollo continuo fomenta el empoderamiento de las personas mayores que están transitando experiencias educativas, mejora su calidad de vida,  refuerza la confianza, estimula la creatividad y brinda una gran variedad de recursos para participar de conversaciones y debates con pares o con personas de otras edades.