«LO QUE ESTAMOS VIVIENDO ES UN CURSO ACELERADO DE APRENDIZAJE»

Para Gloria Guerra, la cuarentena es una experiencia para capitalizar. Cantante y milonguera, extraña calzarse los zapatitos y salir a bailar. Pero le encontró la vuelta al encierro a base de buen humor y hoy sus videos se viralizan con reversiones de tangazos, como Las cuarenta. Pasen vean y escuchen.

Desde que comenzó la cuarentena, la cantante -y tanguera- Gloria Guerra, de 70 años, tenía dos opciones: o se quedaba en su casa lamentando el encierro o hacía cosas aceptando las limitaciones. Optó por lo segundo. Apeló a su perfil artístico y sacó del placard el traje de Niní Marshall, a quien supo imitar en otras ocasiones, y se filmó. Fue una de las tantas formas de divertirse y divertir a amigas y amigos. Con Diego Dipi Kvitko en guitarra y letra de Claudio Bonomo, reversionó el tango Las cuarenta (con el que brilló en Cosquín 2013) y se rió tanto que lo grabó durante la hora de la siesta. De ahí a su muro de Facebook y al WhatsApp de sus conocidos. En Youtube fue tal el éxito que tiene más de 1.200.000 reproducciones.

La llaman para hacerle entrevistas. Entre ellos, Comunidad PAMI. “No me imaginaba que iba a tener tanta repercusión”, sonríe. La situación económica la llevó a cerrar su local de ropa femenina pero no se amedrentó: las redes sociales le abrieron otras puertas y siguió con las ventas. Es más, se animó al modelaje. Su hija, María Candela, y una amiga fotógrafa la tomaron de modelo para vender esa ropa. “Ahora entiendo por qué se cansan tanto las modelos”, ironiza.

¿Siempre estás así, de tan buen humor?
Para mí el humor es condición sine qua non para vivir. Lo que más me atrae de un hombre es el humor. Si no tiene humor, no podemos ni empezar a hablar. Disfruto hacer reír. Eso lo heredé de mi mamá, que era histriónica. Soy especialista en superar situaciones tensas. Pero además en estos tiempos hay que trabajar la paciencia, la tolerancia. Porque lo que nos pasa es muy loco. Uno no está solo. Está su familia, el entorno. Todo atravesado.

En tu caso las redes sociales ayudaron a mantener ese buen humor.
No sabés cuánto aprendí de la tecnología… Cuando hice la nueva versión de Las cuarenta no sabía ni que era un canal de YouTube. Sabía manejar el teléfono celular y la computadora porque los necesitaba para trabajar. Pero después me ocupé de aprender lo demás. Las redes sociales son necesarias hoy en día. No hay otra forma de hacerse conocer.

¿Qué pensaste al enterarte que Las cuarenta tenía tanta repercusión en redes sociales?
Increíble. Cuando un amigo mío que lo subió a YouTube y se viralizó no lo podía creer. Después hice más canciones. En la última no le robamos la música a nadie. La milonga del sopre, se llama. A los artistas nos ayuda mucho llegar a la gente, que además va a recibir las otras locuras que estamos haciendo.

¿Cómo imaginás la continuidad de tu carrera una vez que se termine la cuarentena?
La idea es hacer lo que hacía antes, que es cantar en serio. Tengo planeado unir el canto en serio y el humor. Hay planes. También seguir con Las perlas del tango, que es un grupo con el que durante dos años hicimos una obra de teatro. La íbamos a seguir en abril, pero la pandemia pinchó todo. La obra se llama Siete perlas sobre el diván. Los invito a que no se la pierdan. Es una obra que deben ver los hombres.

¿Por qué?
Porque trata sobre siete mujeres cantantes de tango que van al psicólogo y terminan cantando el verdadero nombre del tango: El tango de tu vida. La escribió la poeta y escritora Marta Pizzo. Cuenta que los hombres y las mujeres somos parte uno del otro y los conflictos que presentan estas mujeres tienen que ver con los hombres. Entonces resulta un aprendizaje para todo el mundo.

¿Qué es lo que más extrañás en estos momentos de encierro?
Mirá, tengo 70 años: ¡todos juntos! Pero eso de la edad era antes. En la época de mi mamá, a sus 60 años para mi era una anciana. Después de que me separé y todo eso, empecé a bailar tango. Empecé a los 50 y recién a los 55 empecé a ir a las milongas. Así que lo que más extraño en la cuarentena es ir a bailar. Porque el tango no solo es el baile, sino lo social, el abrazarnos con amigos y amigas, tomar una copita de champagne. Extraño horrores, ¡horrores!, bailar. Hablo de mí porque es a la que más conozco. Lo que me mata es la incertidumbre de cuándo se va a terminar esto. Los fines de semana salimos a caminar con amigas, de a dos, con la distancia social correspondiente, y charlamos del tema. Si me dicen que esto es hasta marzo del año que viene y uno se tiene que bancar el encierro, bueno… Pero no, para nosotros, para los de 70, no hay fecha. Tengo la sensación de que hay que esperar mucho pero no sé cuánto. Es lo único que me produce tristeza.

¿En qué momento hiciste un “click” para pensar en positivo?
Reinventarse es una palabra de moda, pero yo soy una maestra en eso. Tenía un negocio desde hace 16 años con el que vivía muy bien y lo tuve que cerrar. Me costó un montón tomar una decisión, pero no tenía alternativa. Alquilaba, tenía una empleada… pero no se podía. Tuve que reiventarme. Cerré el negocio y aposté a mi capital maravilloso, que son mis clientas. Ahora lo sigo por internet, les mando fotos a ellas. Un día me dije que si no me reiventaba lo que me podía matar era el bocho. Pero a ese ya no le doy ni cinco. En cuanto el charlatán empieza, sé cómo pararlo.

Ahí es cuando aparece la música como herramienta de salida.
A los que nos gusta bailar tango, mínimo lo bailamos tres veces a la semana. De pronto, te quedás sin eso. Es un cambio. Pero mi vida no es solo la milonga. Te juro que hay más gente de la que te imaginás que vive de y para el tango. Y la están pasando muy mal. Si hay algo que no se puede hacer es estar como estamos nosotros cuando bailamos tango. Hay que usar barbijo, mantener distancia social… Es lo contrario a lo que hacemos cuando bailamos. Es triste, pero comparado a cómo la pasa otra gente, no es nada. Hay quienes no tienen empleo ni para comer. Eso sí es terrible.

¿Qué aprendiste del encierro?
No sé cómo la gente se puede aburrir. A veces pienso en cómo se pasan los días y el pescado sin vender. No me gusta el encierro, pero es la que nos tocó. ¿Qué le vamos a hacer? Yo hago cosas todo el tiempo. Antes, cuando me levantaba desayunaba a los piques y salía para el negocio. No estaba en casa durante todo el día. Después del trabajo, me calzaba los zapatitos y me iba a la milonga. Y si no a comer a la casa de una amiga o mis amigas venían a mi casa. Ahora disfruto de otras cosas. Me levanto siempre entre las 8 y las 9 y desayuno tranquila. No te puedo explicar cómo desayuno. Desayuno muy tranquila. Acomodo todo, sin apuro. Es maravilloso eso. Antes tampoco limpiaba todos los días, pero ahora hay que limpiar todos los días. No entiendo por qué se ensucia tanto la casa. A la tarde estudio, aprendo los temas, ensayo, canto. Y tengo charlas como esta con Comunidad PAMI casi todos los días. Hasta de España me llamaron para hacer una entrevista.

Y en todo esto, las redes sociales ayudan.
Un amigo me ayudó con mi canal de YouTube, que está prolijito, prolijito. Facebook lo tengo hace muchos años. Y mi hija me ayuda con Instagram, aunque ya me advirtió que me va a enseñar cómo usarlo para que me encargue yo misma. Y además soy modelo. ¡soy modelo! Mi hija y una amiga fotógrafa me sacan fotos con la ropa que vendo. Me hacen reír tanto. No sabés el tiempo que lleva eso. Es todo el día. ¡Termino agotada! ¡Cómo me río! Ahora entiendo a las modelos. “Sacate eso, ponete esto…”. No sabés cómo cansa.

¿Te gustan las redes sociales?
No es que me gusten, pero para mí son un laburo. Tengo amigos que están fuera del sistema. Les quiero mandar cosas y no usan ni siquiera teléfono celular. Es tremendo. Otros usan el celular pero no las redes. Lo peor es que no ponen voluntad para aprender. Porque a nuestra edad hay que poner voluntad. Incluso algunos hasta se resisten a aprender. En ese sentido me di cuenta de que si no te subís a ese carro, te quedaste afuera. Literalmente.

¿Cómo imaginás lo que viene?
Esto va a pasar, como todo. Estamos viviendo con incertidumbre y a mí me gusta tener certezas, más allá de que en la vida nada tiene certezas. Tengo invitaciones para viajar a cantar. Pero creo que el universo nos mandó esto para trabajar algo que pocos seres humanos tenemos: paciencia, tolerancia y solidaridad. Para mí, lo que vivimos es un curso acelerado de aprendizaje, de entender que de acá salimos todos juntos. Que cuidarse uno es cuidar a los demás. Hay que ser pacientes. En esta cuarentena hay muchas cosas para laburar con uno mismo. Es una gran oportunidad. Ojalá que la humanidad no la desprecie. Esta nos tocó a todos.