“A PARTIR DE LA PANDEMIA HAY UN MUNDO NUEVO”

La cuarentena lo sorprendió con el estreno de una obra. Como a todos y todas, no le quedó otra que recluirse. Se dedicó a mirar cine y teatro online. Hoy reflexiona sobre los tiempos por venir que “cambiarán diametralmente el modo de relacionarnos.

Cuando se subió al escenario para hacer Hello Doly, Antonio Grimau se tuvo que bajar apremiado por la cuarentena de COVID-19. De las tablas pasó al encierro y en el encierro pensó sobre lo que hoy se conoce como “nueva normalidad”.

Tras ocho meses de cuarentena, uno de los más destacados actores de nuestro país reflexiona ante Comunidad PAMI sobre los cambios y los miedos que dejará esta situación que nos cambió la vida.

¿Cómo fue o es tu cuarentena?

La pasé en casa. Tuvimos que bajar (la obra) Hello Doly (Teatro Ópera) antes de tiempo, así que volví a pintar. Leí, ví películas y también obras de teatro on line que tenía pendientes. Además ejercité el cuerpo para no paralizarme. Lo tomé como una suerte de vacación en los primeros dos o tres meses, pero después se hizo muy larga.

¿Qué cambios observas en vos, si es que los hay, debido a la cuarentena?

Intenté encontrarle una explicación a esta pandemia y me pregunté por qué a la humanidad le sobrevino semejante azote. La verdad es que, supongo, quiero creer, que la humanidad necesitaba una lección tan fuerte como esta para reaccionar frente a tantas cosas que no están bien en el mundo: el hambre, la pobreza, los chicos desamparados. Pero no sé. No tengo una idea clara todavía de por qué nos pasa esto a los seres humanos.

¿En qué momento de tu carrera te encontró la cuarentena?

Me preparaba para la segunda temporada de Puerta 7, pero quedó en el camino.

¿Cómo fue la conexión con tu familia?

Con una de mis hijas, Antonia, la más chica, convivo. Pero la otra, Luciana, vive en Merlo, San Luis. Tengo cuatro nietas. Con ellas me conecto telefónicamente o a través de videollamadas. 

¿Tuviste algún temor en especial?

La cuarentena asustó y sigue asustando de muchas maneras. Sobre todo respecto de la gente que a uno lo ligó el afecto y se ha ido por esta enfermedad diabólica. También asusta cuando quedan truncadas las posibilidades de trabajo, especialmente para los actores. Ahora estamos ante una modesta reapertura. Espero que sea la punta de lanza para que se regularice la actividad. O sea, no en lo personal pero sí en los seres queridos uno ha depositado el miedo y el temor a la pérdida.

En tu caso particular, está la alegría por el estreno de la película Angélica.

Así es. Se trata de thriller psicológico con una gran protagonista, Cecilia Rainero, que está muy bien, y una dirección muy buena de Delfina Castagnino. Este trabajo me interesó, me gustó la idea, el guión. Me sumé a la propuesta y estoy feliz después de haberlo hecho porque la pasé muy bien en la filmación. Y al ver la película me gustaron los resultados. El cine me gusta mucho. Y de paso la posibilidad de seguir vigente a nivel laboral.

¿Qué virtudes y qué complicaciones tiene trabajar con personas más jóvenes?

Complicaciones no encuentro. Me da placer trabajar con gente joven que traiga ideas renovadoras. Incluso colaboré con estudiantes de cine para sus cursos. En general me siento cómodo y siento que soy bien recibido por la gente joven que se dedica al teatro, al cine o a la tele. Siento que hay trabajos, sobre todo en televisión, que fueron refrescando mi imagen.

Sos un actor que mantuvo vigencia y a la vez tenés reconocimiento por tus trabajos. ¿Cuál fue la base? 

No aposté nunca a los escándalos. Alguna vez, en los principios de mi carrera, di a conocer por propuestas de jefes de prensa algún que otro romance y me arrepentí, porque no hubiese obedecido a ese tipo de notas, de las que siempre renegué porque no me gusta inventar o provocar algún escándalo para generar un beneficio. A lo mejor suena un poco soberbio de mi parte, pero siempre confié en mis posibilidades como actor y que los llamados para trabajar se deban a que aprecien mis virtudes para la actuación, si es que las tengo, y no por tener una vigencia en pantalla a partir de escándalos. Siempre fue esa mi premisa y así me mantuve hasta hoy.  Dejo librado a lo que puedan ver en mí algún que otro director de teatro, cine o televisión. Confío en mis posibilidades más que en cualquier otra cosa.

¿Cómo ves el futuro de la gente en general, tanto en el país como en el mundo, cuando pase esta pandemia?

Indudablemente complicado, con cambios drásticos y extremos de todo tipo. El tapabocas lo llevaremos por mucho tiempo y los cuidados también. A partir de la pandemia habrá un mundo nuevo. No sé si mejor, pero sí distinto. Sobre todo en lo que tiene que ver con los cuidados, con la sanidad y el temor a rebrotes, que están sucediendo ya en Europa. Es algo que me preocupa mucho.

¿Qué pensás sobre el futuro inmediato de los artistas y del mundo artístico en Buenos Aires tras ocho meses de cuarentena y ante la incertidumbre de cambios sociales?

El teatro, básicamente, no va a morir nunca. Sobrevivió a muchas cosas terribles y sigue estando porque es una disciplina única y además muy atractiva: la posibilidad de estar con contacto directo entre actor y espectador. Esa experiencia es única, intransferible e irreemplazable. Vamos a sufrir la pérdida de espectadores, va a pasar un tiempo hasta que la gente se atreva a ir al teatro de manera más o menos normal. Creo que de a poco se ampliará la posibilidad de cantidad de espectadores en los teatros, pero veo básicamente un proceso muy duro de normalización, siempre bajo protocolos que indudablemente cambiarán diametralmente el modo de relacionarnos.