La enfermera de Evita recuerda cómo fueron sus últimos momentos
María Eugenia Álvarez tiene 94 años, quiere llegar a los 100 y en esta charla con Comunidad PAMI habla de Eva, de Juan Domingo Perón y de cómo siguió su vida después del 26 de julio del 52.
“Como algunas facturas de vez en cuando, así siento un sabor distinto y no me acostumbro”, sonríe María Eugenia Álvarez mientras una enfermera de Dulce hogar, donde vive desde hace casi tres años, en Luis Guillón (sur del conurbano bonaerense), la ayuda a sentarse. El comentario viene a cuento porque a unos metros los demás desayunan. Álvarez, para quienes no lo sepan, fue la enfermera de Eva Perón hasta el momento de su fallecimiento, el 26 de julio de 1952. “Fui quien le cerró los ojos”, aclara, quien entonces tenía 25 años. Y agrega -como repetirá durante la hora de charla- que no olvidará el llanto del doctor Ricardo Finochietto en ese momento: “Como un nene lloraba. Estaba de rodillas y tuve que pedir que lo levanten. ‘A ver si levantan al doctor Finochietto’, dije. Y eso que él antes no la quería, que era antiperonista. Pero llegó a darse cuenta e hizo muchas cosas por la salud de ella y del país”.
María Eugenia abre bien grandes los ojos, de un celeste profundo. Imposible no detenerse en ese detalle. De sus ojos hablará más adelante. Primero contará que le gusta andar con los zapatos sueltos, que disfruta de caminar por las calles de Luis Guillón con Fabiana (Bonetti, la directora del hogar) y que le encanta ver gorriones en el jardín.
-Ustedes pregunten lo que quieran preguntar. Nos vamos a tratar de usted. Es más correcto, ¿no le parece? ¿Qué me quiere preguntar?
-Charlemos, ¿le parece?
-Muy bien, charlemos. Estoy muy bien, gracias a Dios. Jubilada. Haciendo las cosas cotidianas del hogar, atiendo visitas. Trato de ser lo más prudente posible. La gente todavía quiere saber tanto de Eva Perón.
-¿Y qué cuenta cuando le preguntan por ella?
-Que Eva Perón es una figura formidable, pero también por lo que la gente hizo por ella. ¡La gente hizo a Eva Perón! Ella se dio cuenta de que era la figura cuando veía cómo la miraban. El pueblo hizo a Eva Perón. El pueblo argentino, humilde. Con su sentimiento, su forma de pensar, de hacer, de crear obras para los niños, que no había nada. Hizo que los chicos fuesen cuidados por los maestros, por las enfermeras, como correspondía. Nada de eso había. El país necesitaba eso. Ella pensaba en el futuro del país. Era fantástica, fantástica, en el trato diario. Tenía carácter, pero no era de mal carácter. El mal carácter es otra cosa. Yo también tengo carácter fuerte, pero no de pelea. Hablo fuerte, como hablo con usted. No hablo despacito. Generalmente tengo buen humor.
-¿Qué la pone de mal humor?
-La mentira, la envidia, cuando hay alguien capacitado y tratan de tirarlo. Eso me pone loca. Ahí no perdono, no perdono nada. ¿Usted prefiere hablar con un charlatán o una persona correcta, honesta? ¿Por qué voy a engañar a una persona, por qué voy a mentir? Yo hablo de Eva cómo era, con sus defectos y sus virtudes. Era muy leal, exigente con ella misma. Cuando Finochietto la conoció dijo “qué mujer extraordinaria”. Cuando murió, se cayó de rodillas al suelo. “Maestro, levántese, maestro”, le dije. Yo lo levanté. Lloraba como un niño. Mire lo que él decía de ella antes. ¿Qué me cuenta? Pidió disculpas públicamente. Así es la vida. Evita era una soñadora. Siempre había mejores cosas para hacer. Su mayor preocupación eran los niños. Los niños, los niños, los niños. Por eso hizo la Ciudad infantil. Esa era Eva Perón. Y la criticaban tanto. Siempre estaba trabajando. Muy cariñosa, muy dada.
-¿Qué le generó el hecho de conocerla íntimamente?
-Me marcó para siempre, Evita. Para mí fue tan importante, tan sabia, tan querida, tan querible, tan haciendo obras, tan luchadora… Se puede imaginar. Le formé 30 enfermeras con 3 años de enfermería, algo que no tenía el país. Hasta el maestro Finochietto vino con nosotros. ¡Qué me cuenta! Lo invité al general Perón para que venga a visitar la escuela. Vino y dijo “muy bien, Eugenita”. No sé imagina la sorpresa de los profesores cuando lo vieron entrar. Ni palabras. El General saludó a uno por uno. ¡Se quedaron…! El General se fue chocho, así que yo más contenta todavía. Todos esos maestros eran contreras; ninguno peronista. Pero ninguno dijo que no a la propuesta de enseñar. ¿Por qué ninguno dijo no? Porque se dieron cuenta de que podían hacer obras importantes aún cuando no eran peronistas. Eso le gustaba a Perón. Que uno haga. Entonces convoqué a los que sabía que podían servir. Hay que ser peronista por voluntad.
-¿Y qué puede decir de Perón?
-Perón adoraba a (Ricardo) Balbín. Siempre tenía alguna frase o recuerdo de Balbín. Siempre, siempre, siempre. “¿Pero cómo si no es peronista?”, decían. ¿¡Y qué tiene que ver!? Uyyyy… un gorrión volando, ahí, en el jardín. ¿Lo ve? Me llama la atención cómo se mueven los gorriones.
-¿Le gustan los jardines?
-Soy muy de jardín. En mi casa tengo un jardín. En el campo, cuando era chica, en Gobernador Castro (localidad del partido bonaerense de San Pedro) teníamos un jardín. Muy planteras éramos, muy jardineras. Había montones de duraznos, de esos duraznos japoneses. Cinco plantas de duraznos japoneses llegamos a tener. Que daban una cantidad… riquísimos. Pomelos. De todo. ¿Qué edad cree que tengo?
-¿92?
-Si, tengo 92… 92 años… No, no. Decile vos, Fabiana, qué edad tengo.
-94-, acota Fabiana.
-Tengo 94 cumplidos. Voy para 95. Con un poco de suerte… Hace un rato las otras señoras hablaban de llegar a los 100. Momentito, les dije. Estoy primero. Espero llegar. Con salud. Tengo buena salud. Siempre me cuidé. En mi familia, casi todos son de muy buena salud. Mi papá, mi mamá. No sé lo que es una enfermedad. Una gripe que de vez en cuando se acuerda de mí y me viene a buscar. Soy sana, gracias a Dios. Por ahora. Más adelante, no sé. Mis padres eran peronistas. Mi mamá, muy de Evita. Muuuuy de Evita.
-¿Cómo fue, siendo tan joven, encontrarse a cargo del cuidado de Evita?
-Soy una enfermera y nada más. Sólo fui a cuidar a la señora Eva Perón. Como enfermera tenía la obligación de atenderla. Yo trabajaba en el Hospital Rivadavia. Me dijeron que tenía que cuidar a Eva Perón. Como si usted viene ahora y me dice tiene que ir a trabajar no sé a dónde. Soy enfermera, me mandan a cuidar un paciente y voy. Cuido al enfermo. No me importa si es peronista, radical o chorro. Yo cuido la salud del paciente. ¿Me entiende lo que digo? Usted entiende perfectamente lo que digo. A Evita le dí el lugar que le correspondía como esposa del presidente de la República. Ahora, qué bonita que era, qué hermosa mujer. Una piel fantástica, tenía. Tenía largas charlas con ella.
-¿De qué hablaban?
-Me hablaba de su infancia, de su mamá que cosía hasta las 4 de la mañana para ganar unos pesos y que sus hijas puedan estudiar. Blanca y Chicha (Erminda) se recibieron así. Después está la otra, la señora Elisa, de la que se sabe poco y nada. De Chicha y Blanca son de las que más se habla. ¿Vio cómo es entre hermanos, no? Yo veía a Evita mucho en el cine y en los reportajes. Cuando la vi por primera vez, la saludé muy respetuosamente. Pero me cayó como que la conocía hacía mucho. Un día me contó que le pasó lo mismo conmigo: “Yo sé que usted me quiere de verdad”, me dijo un día. A mí me gustaba como actriz, aunque la criticaban. Había algo en ella que me atrapaba. No se lo puedo explicar, pero me atrapaba.
-¿Es cierto que se recibió de enfermera a sus 17 años?
-Si, me recibí a los 17 sin que nadie supiera. Vi la lista para estudiar enfermería en el Hospital Rivadavia y me anoté con sólo 15 años. Nadie se dio cuenta. Me recibí a los 17, a esa edad en la que los demás recién empezaban a estudiar. Siempre me atrajo la enfermería. Me atraía la salud de los niños. No sé por qué. Los chicos enfermos me llamaban la atención de chica. Lloraba mucho, eh, por los chicos enfermos. Lo mío fue sorpresivo, porque no había pensado en anotarme. Estaba cuidando a una hermana mía operada y vi que todos se anotaban en las clases de enfermería en el Rivadavia. Fui y me anoté. Nadie me preguntó la edad ja ja ja. Vaya al ministerio de Salud y fíjese si le miento. No le miento, le digo la verdad. Me recibí con 9.30 de promedio. No me quisieron poner 10. Re cómico, fue. Re cómico.
-¿Hubo algo que le sorprendió?
-Siempre fue muy buena la relación con Evita, una cosa que siempre me llamó la atención: lo humana que fue nuestra relación. Ella murió conmigo. “Maestro Finochietto, levántense del piso”, dije. Alguien lo ayudó a levantarse. Estaban Perón, Juancito Duarte, el ministro (Raúl) Mendé, el ministro (Jerónimo) Remorino, el ministro (Armando) San Martín y dos o tres personas que no recuerdo. Para mí fue un momento tremendo. Es el día de hoy que lloro de verdad por Eva Perón. Me entendí muy bien con Evita. No sé si me explico. A Evita le cayó muy bien lo de la escuela de enfermeras que formé. Una vergüenza que el país no tuviera eso antes. Cuando me pusieron al frente de la escuela dije que esto iba a ser así, así, o afuera. Y se terminó. “María Eugenia Álvarez, enfermera recibida”, se leía con mi nombre colgado. Contale vos, Fabiana… La gente se enteraba de que había una enfermera con mi edad en el ministerio y no lo podían creer. Dios mío, lo que fue. ¿Qué cosa, no? Más de un año estuve con Evita. Soy la que le cierra los ojos y le digo a Finochietto “maestro, por favor, levántese del suelo, que alguien lo levante”. Finochietto lloraba como un niño. Él era uno de los que la había ofendido en vida. Ella misma pidió por Finochietto para que la vea enferma. Cuando vino y la vio, se quedó mustio. No lo podía creer. Entonces cuando ella se muere, que él estuvo todo el tiempo a su lado, se cae de rodillas al suelo llorando como un niño. Y digo “por favor vengan a levantar al maestro Finochietto”. ¿Qué le parece?: semejante personaje de la medicina argentina admirado mundialmente… yo ví cuando venían de Europa a verlo operar en el (Hospital) Rivadavia. ¿Sabe lo que era Finochieto? Dos personajes: Finochieto – Perón; Perón – Finochietto. Me tocó estar con los dos. ¿Por qué? No entiendo. Me lo pregunto. ¿Usted me quiere decir por qué?
-No sé qué decirle, María.
-Pero llegar a Evita fue lo mejor que me sucedió. Ella sabía qué quería el pueblo, especialmente las mujeres. Luchó por el voto femenino. Era rápida de acá, eh. Daba vuelta a cualquiera. Muy inteligente y muy agradecida. Cuando se dieron cuenta de lo que era, era tarde. Ya habían perdido lo que ella les había ofrecido.
-Hay una foto histórica en la que usted le acerca una urna para que vote.
-Esa foto fue sorpresiva. La urna se la llevaron para que vote y yo estaba con ella. Después dijeron otras cosas de esa foto. ¿Vio cómo cambian? Hay que estar muy atentos. En política el que no corre vuela, y el que no vuela se comió a la abuela… ja ja. Eva Perón fue la primera en votar. Chocha por las mujeres que iban a votar. Cómo la criticaban los hombres. Le daban palos por todo.
-¿Cómo siguió su vida tras la muerte de Evita?
-Seguí en la escuela de enfermería. Un buen día me fui, me jubilé. No quería seguir. Había cumplido mi misión. 27 años tenía. Les trabajé mucho mucho mucho gratis. Todavía espero que me paguen un sueldo. Jamás me dijeron cuánto debía ganar. Nada. Yo no iba a pedir nada. Me conformaba con los 100 pesitos marrones de antes que me pagaba el Hospital Rivadavia. Se lo juro, eh. ¿Alguien me vino a preguntar si necesitaba algo, cuánto ganaba? Cuidé a Eva Perón y nadie me pagó nada. “Se llenó de plata”, dicen de mí. Me llené de deudas. Por cuidarla hasta tuve que dejar de hacer las horas extras. No sumé nada y algunos creían que era millonaria. Cuando se enteraron muchos se querían morir. “Es una vergüenza lo que hicimos con vos”, me dijo uno. Y acá estoy. La charla ya más o menos concluyó…
-Ok. Pero antes de irme, ¿me cuenta cómo fue su vida en estos últimos años?
-Mi vida fue y es normal. Soy solterona. No me casé. Soy la tía de unos sobrinos que a sus 1 y 4 años se quedaron sin mamá. Me dediqué a esos chicos. Nada de casorio. Que le cuente la señora. Contále Fabiana.
-Ella lo que hizo fue dedicarse a sus sobrinos. Renunció a su amor-, acota Fabiana.
-Así es, acá estoy, feliz y contenta. Mi hermana se llamaba Rita. Mis sobrinos Juan José y Gustavito. En mi familia son todos peronistas. Ahora conozco mucha gente que era antiperonista y hoy es peronista. ¡Somos todos peronistas! Ja ja. Pero está bien, se puede cambiar. En el peronismo también había cosas desagradables; en todos lados hay cosas agradables y de las otras. Le agradezco la visita. Como ve, soy un personaje sencillito.
-¿Cómo son sus rutinas, María Eugenia?
-Me levanto a las 6, o 7. Depende. Tengo costumbres antiguas y modernas. A las 6, las antiguas. Las modernas, a las 7. Me informo ni bien empiezo el día. Política, el tiempo, los políticos. Necesito la información. No vivo sin la información. ¿Usted también? Después de informarme tomo mate, tomo mis buenos mates. O vamos al centro a hacer compras. Digamos que vamos de shopping, con la señora. La vida normal, porque tengo amigos, buena gente alrededor, otros que vienen a conversar sobre Perón y Evita. No siempre los puedo atender porque tengo obligaciones, pero trato de ser muy atenta con todos. ¿Ustedes dónde trabajan? Perdón…
-En PAMI. Yo hago entrevistas para Comunidad PAMI, un portal en el que contamos historias sobre personas mayores. Y ese chico que vé ahí se encarga de sacar fotos a los entrevistados. Ahora le va a sacar fotos ¿Le preguntan seguido por sus ojos, tan celestes?
-Uhhhh la última vez que me preguntaron por los ojos celestes fue el otro día. Un hombre de unos 30 años, más o menos.
-¿Qué música le gusta?
-(Carlos) Gardel. Es argentino, argentinísimo. No creo que haya otro igual a él. Era único. Fue, es y será único. ¡Qué cantante! ¡Qué voz! ¡Qué forma de ser! Sin embargo algunos no lo querían. ¿Por qué será? También me gusta el fútbol.
-¿De qué club es hincha?
-De River. River está muy bien. 10 puntos. Cuando fui a Colombia me encontré con este jugador famoso que se fue a España… Cómo se llama.. De Stéfano. “Me voy a España mañana”, me dijo. No lo podía creer.
-Dado que el deporte y el peronismo tenían un vínculo sólido, ¿se cruzó con algún deportista?
-(José María) Gatica. No pude conocerlo mucho. Una vez lo ví pasar por la residencia a ver al General. Era.. un buen muchacho, quería mucho a Perón. El General le llevaba el apunte, lo cuidaba.
-Es cierto o es un mito esa frase que le dijo Gatica a Perón: “Dos potencias se saludan”?
-Es cierta. Fue cierto. Qué no digan que no, que no sean mentirosos. Era gracioso, y era medio brutini… Era así la cosa. El General Perón lo apreciaba mucho. Le daba lástima que no tuviese educación. ¿Qué tenía ese hombre (Perón) en la cabeza? ¿Qué le puso Dios? Se expresaba tan bien. Era un señor, Perón. Único. Si me preguntan por Evita y Perón habló de lo que viví. Fue increíble. No quiero figurar. Si quiere saber cómo eran Perón y Evita, se lo digo. Pero no me gusta figurar.
-¿Qué recuerda del día después de la muerte de Evita?
-El día que falleció Evita fue muy fuerte. Fue muy fuerte. Pobrecito Perón, lloraba. Parecía un niño. Me hace llorar aún hoy. ¿Sabe qué dijo? “Qué solo me quedo, María Eugenia”. No me lo olvido. No me lo puedo olvidar. Jamás me lo saqué de mi mente. “Qué solo me quedo”. ¿Sabe cómo cuidaba Eva Perón a Perón? Por eso muchos hombres la odiaban tanto. Ella estaba firme firme firme al lado de su marido. Eva Perón quería todo para las mujeres. Lo tenía al trote al General. La historia terminó ahí, cuando muere Eva Perón. Ustedes se llevan la verdad, eh.
-¿Así que va a llegar a los 100?
-Si. Y haremos fiesta. El 21 de junio festejamos mi cumple. Nací el 21 de junio de 1927. Y para la primavera también haremos fiesta. Siempre que se pueda hay que festejar.