Litto Nebbia: una vida con banda musical propia

Autor de clásicos del rock nacional, el rosarino repasa en charla con Comunidad PAMI sus más de cincuenta años dedicados al arte. Pero no se queda ahí: a los 74 tiene mucho por delante.

En 74 años Litto Nebbia tuvo tiempo para ser pionero del rock nacional, componer La balsa -tema iniciático del rock nacional– junto a Tanguito, cantar con todos y con todas y sacar más de cincuenta discos. Eso no es todo: en las tiendas de música digital hay más compilados suyos. Sigamos: también tuvo tiempo para escribir libros y abrir su propia sala de ensayo, Melopea, con la que también edita sus discos. E hizo y hace giras, fue exiliado en la dictadura y nos invitó a cantar (y emocionarnos) cuando volvió la democracia. Sus canciones son himnos a la esperanza a la vez que reflejo de lo que fuimos, lo que somos y lo que tal vez seremos.

Pero esto que escribimos es apenas un esbozo. Porque hay más. Cada tanto se traslada de su casa en Tigre a su estudio en Villa Urquiza o a su Rosario natal (21 de julio de 1948) para grabar o cantar. Recorre el país o el extranjero para cumplir con giras. Suma a voces a artistas emergentes y a otros consolidados. Y no para de componer. Porque, como nos enseñó, “sólo se trata de vivir”.

-¿Cómo te llevás con las nuevas generaciones de músicos?

-Suelo hacer cosas con gente más joven y de diversos estilos. A veces, a la distancia. Como hace poco, cuando a los muchachos de la banda rosarina Matilda les puse mi voz a uno de sus temas. Ellos luego hicieron un lindo videito con un artista plástico histórico de la zona.

-¿Qué lugar ocupa social y generacionalmente el rock, teniendo en cuenta los muchos estilos musicales que se escuchan?

-La música en general está demasiado comercializada…. Salvo excepciones, la mayoría de los artistas sólo quieren ser famosos, no aman la música verdaderamente como una vocación que te exige progresar y hacer cada vez cosas más hermosas. Pienso que son épocas. Porque el arte verdadero nunca morirá.

-Hace 55 años apareció La balsa. ¿Qué significa para vos esa canción, en qué te marcó? ¿Esperabas algo en particular al momento de componerla?

-Tenía la misma esperanza que puede tener cualquiera, especialmente a esa edad: lograr que lo que hacíamos con el grupo (Los gatos) trascendiera, llegara y fuera comprendido por toda la gente. Eso se logró. Lo que nunca imaginamos es la permanencia y traspaso generacional que tienen esas canciones, como La balsa y todas las demás.

-¿Cómo se gana el respeto con los años, las canciones, las modas y las nuevas generaciones?

-Creo que no he defraudado a nadie. Y se han ido mezclando durante mi trayectoria varias generaciones. Mi objetivo con lo que hago conserva la misma pasión que tenía en el punto de partida.

-¿De qué manera recordás a tipos que ya no están, como Miguel Abuelo, el mismo Tanguito, Spinetta, Pappo y tantos otros que compartieron vivencias con vos?

-A Tanguito lo recuerdo como alguien que se autodestruyó, y encima muy temprano, sin haber podido desarrollar prácticamente nada. A Miguel Abuelo como un personaje con pleno espíritu artístico. A Pappo lo recuerdo como un muy buen violero, divertido durante el tiempo que se mantuvo con Los Gatos. Luego comenzó a violentarse, cada vez más. Una verdadera pena. Y de Spinetta, una noble persona con un estilo muy personal.

-¿Con qué músicos de tus comienzos tenés relación más asidua?

-Los músicos de la primera época no nos vemos ahora como era más habitual en los inicios. Hace poco almorzábamos con León Giecco y le digo: “Che, hace más de 20 años que no comemos juntos ja ja”. La vida, la profesión y la familia te van llevando para diversos lugares y también a tomar otras costumbres. Pero hay buena onda prácticamente con todos.

-¿Y con Charly García y Fito?

-A Charly me lo encuentro ocasionalmente, cuando nos dan un premio (ja ja), y con Fito mantenemos más contacto. Lo mismo con Andrés Calamaro.

-Cuando hablamos para hacer esta entrevista, una posibilidad era juntarnos en Melopea, donde funciona tu estudio. ¿Para qué lo usás ahora?

-Estoy terminando de grabar un  nuevo álbum con Adrián Abonizio, que aparecerá a fines de octubre. Se trata de la suite rosarina, en la que musicalizo todas letras de Adrián. Son diversas postales afectivas de Rosario, de donde somos los dos. También a la brevedad publicaremos material histórico que desde hace tiempo queríamos rescatar y lo logramos con ayuda del INAMU. Se trata de la obra La historia de un hombre, de Rodolfo Alchourron, tocada por su banda Sanata y clarificación durante 1973. También el único álbum de Mirtha Defilpo, Canciones para perdedores. Y un divino disco instrumental del bajista y compositor Adalberto Cevasco, que hace más de 20 años vive en España. También trabajamos en el único álbum antológico del gran Enrique Mono Villegas tocando folklore. Y en mi disco de 1974, Cosas que no quieren morir, del que se conocía el Volumen 1, mientras que el Volumen 2 estuvo desaparecido. Encontramos una copia y ahora estarán los dos volúmenes.

-¿Cuáles son las diferencias más notables para vos entre las noches de Buenos Aires y Rosario de los 60 o 70 y las de ahora?

-En esos tiempos existía un ánimo de bohemia que hoy, salvo excepciones, no existe… Porque hoy día todo está más materializado, despersonalizado tal vez… De cualquier manera ese espíritu persiste en quienes lo tenemos clavado en nuestra manera de ser, en nuestro corazón… Un detalle excepcional de lo que era dedicarse de lleno a la música: nosotros hacíamos lo que hacíamos y si algo fallaba o no nos aceptaban, daba igual, seguíamos adelante. Hoy muchas de las cabezas están tomadas con esa falsa expectativa que te hace creer que para ser un creador tenés que ser súper famoso y llenar una cancha…. Eso en verdad no es la meta…. La meta es poder ser cada vez más libres, acercarnos a comprender la vida y tratar de ser originales…

-¿Cuántos discos llevás editados? 

-No tengo la cuenta exacta, pero entre mis discos personales, si sumamos las participaciones especiales con otros artistas o los discos donde produzco y/o arreglo… estaré en alrededor de los 700.

-¡Guau! ¿Y hay alguno que quisieras hacer y que por algún motivo no hiciste todavía?

-Siempre aparece una nueva idea, algo que se quiere hacer. La música funciona de una manera circular: mientras más pasa el tiempo y tenés más experiencia y mayor camino recorrido se te van ocurriendo otras cuestiones, otros refinamientos o cruces de ideas. Es circular.

-¿Cómo es tu vida en la zona de Tigre?

-Me despierto y casi siempre toco el piano acústico. Luego reviso los diarios y después me pongo con alguna música que siempre tengo a medio terminar. O una letra que corregir o una tapa por cranear… Todo el día hago eso… Mi mujer, entre otras cosas, pinta mucho… Cuando termina la tarde nos ponemos a ver series. Somos muy fanáticos de esto. Lógicamente, todo esto siempre que no salgo a tocar.

-Y además tenés Planeta Nebbia, tu programa de Radio Nacional.

-Exactamente, ya se me hizo habitual esta manera de compartir la música que se me ocurre pasar cada semana.

-¿Es cierto que en tu casa tenés una colección de 25 mil discos?

-Por ahí andan las colecciones: hay de todo: vinilo, cassette, discos compactos, pen drive… ¡De todo! 

¿Cómo te llevás con las nuevas formas de escuchar música, como Spotify o YouTube Music?

-Me llevo bien con cualquier sistema y me manejo con todos. Pero a la hora de elegir comprendo que el vinilo es lo mejor y que la música virtual comprimida jamás registra la total calidad del original.

-Sos conocido por, entre otras cosas, componer cientos de canciones. Sin embargo, ¿cuánto sabemos de vos los argentinos?

-Conceptualmente, se sabe mucho de mí. Pero conocer todo lo que hice, es difícil…. Especialmente para ese tipo de público que sólo prefiere los temas más conocidos. Imaginate… tengo más de 1.300 canciones escritas y grabadas… 

¡Más de 1.300 canciones! ¿Qué agregar para alguien que no paró en 74 años?