Un verdadero homenaje a Sandro
Fernando Samartín se pone desde hace más de veinte años la ropa y el alma de Sandro. De gira por la costa, los afiliados y afiliadas de PAMI podrán verlo con los descuentos exclusivos del programa Beneficios PAMI.
-Entre tus dibujos en redes sociales hay varios dibujos de Freddie Mercury. ¿Por qué?
-Es un tipo que me encanta. Me gusta dibujar a la gente que admiro o personajes con los que me crié. De chico veía a Batman o al Hombre Araña y cuando terminaba el capítulo me ponía a dibujarlos.
-¿Hay coincidencias entre Freddie Mercury y Sandro?
-Si. Muchísimas. Ambos son cantautores. A veces se olvida eso de Sandro, que fue eclipsado por su propia figura de ídolo, lo que no permite ver su lado de cantautor. Ambos tenían amor por la teatralidad. Los dos le daban mucha importancia a las luces, al sonidos. Incluso a fines de los 70 Sandro compró equipos de Kiss para sus espectáculos. El mito dice que trajo operadores de afuera para que les enseñen a manejar ese material a sus técnicos. Freddy era diseñador gráfico matriculado, y Sandro también, pero sin matrícula. Sandro diseñaba desde el escenario hasta la gráfica de sus espectáculos. Como frontman, eran amplios, aunque Freddie mucho más. Tenían una entrega total para con el público.
-¿Cómo llegás a Sandro?
-De chico escuchaba música de afuera, como Queen, Elton (John)… mucho rock de los 70 en inglés. Hasta que descubrí a Sandro en el 97 o 98. No era sólo alguien que le cantaba a las señoras grandes con una bata y transpirando. Encontré sus películas, vi su estilo, y me dije “acá me estoy perdiendo de algo”. Ahí me enamoré de su figura. Entendí quién era y que yo quería ser eso. Es lo que ahora trato de hacer.
-¿Cómo llevás la consideración de ser uno de los mejores imitadores de Sandro?
-Por un lado está bueno, porque es un reconocimiento. Por otro, lo de imitador me hace ruido, porque la sociedad vincula a los imitadores con el humor. Yo no trabajo con el humor. Pero al fin y al cabo hago una imitación. Entonces a falta de una mejor palabra que englobe lo que hago… No sé si me considero el mejor. Sí sé que trato de trabajar con la mayor veracidad posible. El espectáculo está a la altura de los grandes shows. De hecho, el 8 de abril vamos a presentarnos en el Gran Rex y antes estuvimos por Latinoamérica. Este lunes hicimos San Bernardo, este martes estaremos en Santa Teresita, luego Necochea y después Monte Hermoso. Veremos qué hacemos en febrero.
-¿Cómo es la relación con el público desde ese Sandro que sos sobre el escenario?
-Hay como una especie de acuerdo tácito, porque el público sabe que no soy Sandro. Sandro no está. Pero hay una cosa como de complicidad: “vos haceme creer que sos Sandro y somos todos felices”. Creo que la gente lo disfruta, se emociona. Hay como una necesidad todavía de escuchar y ver a Sandro. Sandro tiene muchas aristas. Es difícil lograrlo, pero entre la magia y la nostalgia se logra una emoción linda. Eso me lo transmiten cuando salgo del teatro. En lo personal, lo conecto con mi niñez, que fue muy linda, cuando jugaba y creía que era Batman. Ahora trato de lograr lo mismo, aunque con más responsabilidad. Trato de llevar la interpretación al lado lúdico y la paso muy bien.
-¿Llegaste a conocerlo personalmente?
-No. Pero al trabajar con gente que trabajó con él muchos años, como músicos e iluminadores, en un punto siento como que lo conocí. Obviamente tengo mi imagen formada y trato de aplicar eso al momento de montar los espectáculos, sabiendo que él era un creador y ejecutor y yo hago una obra ajena. Lo mejor que puedo, con la mejor calidad posible. Sandro manejaba calidad, y desde el homenaje lo menos que puedo hacer es manejar calidad.
-¿Cuál es el público que va?
-Van muchas mujeres grandes. Pero después de la pandemia me sorprendió que venga gente más cercana a mi edad. Gente que descubrió a Sandro por internet y viene a ver el show y se copa con la propuesta. Sandro es como un artista de muchas aristas y verlo es otra cosa. Lo que sucede siempre es que muchos, después del show se ponen a ver materiales de Sandro. Me llena de orgullo ser una especie de puerta de entrada al mundo Sandro.
-¿Qué te dicen quienes lo conocieron?
-Los músicos, la gente que laburó con él, a veces me dice “Sandro hubiese dicho esto” en determinado momento. Creo que está bueno lograr eso a partir de gente que trabajó con él. Y creo que al público le pasa lo mismo.
-¿Qué sabés de Sandro?
-Que era un tipo muy interesante. A veces su condición de ídolo, como te decía, tapa un montón de cosas. Sandro podía hablar de cualquier tema. Y además la vivió. Me da bronca que no se lo considere parte del rock nacional, por ejemplo, cuando fue muy incidencial en la historia de nuestro rock. Tenés sus detractores y otros que lo halagan. La gente de Manal, como Javier Martínez, lo tiene allá arriba, por ejemplo. Y Litto Nebbia medio que lo tira para atrás, ¿viste? Hay un mito de que le prestó la guitarra a Moris para grabar El oso. Dicen que era muy generoso con los demás. A Sandro nunca le perdonaron su pase a la música, digamos, complaciente, popular. Era una música denostada y por eso lo tiran para atrás.
-¿Quién era Sandro?
-Un artista inmenso. Me sorprende aún que a varios años de su partida se lo quiera escuchar en vivo y se lo quiera seguir viendo. Hay una necesidad aún de un arquetipo en el mundo de la música. Un arquetipo que no le puede faltar a la sociedad, que lo quiere seguir viendo. Dejó más cosas de lo que uno imagina. Es mucho más que el tipo al que le tiran bombachas. ¡Y hasta tocó en el Madison!