Augusto y sus mil poesías

Augusto Veloso, de 83 años, es un poeta chaqueño autodidacta descendiente de la etnia toba. Desde hace una década, gracias a PAMI, pernocta y cuenta con un plato de comida todos los días en Residencia Balcarce.

Augusto Veloso recibe a Comunidad PAMI en la amplia sala de entrada de Residencia Balcarce, una institución de estadía completa ubicada a escasos metros del museo de arte contemporáneo MACBA. Es media mañana y viste un ambo de fina estampa: saco y pantalón de vestir en tonos oscuros, camisa blanca, un sombrero pequeño cubre su cabeza.

Sus ojos son claros y de aspecto acuoso, no lleva gafas. Tiene un porte vital, habla de forma clara y con acentuada simpatía. Desde el inicio de la entrevista demuestra poseer un trato elogioso y sumamente amable con el prójimo. Al momento del reportaje, la conversación se desarrolla en una habitación comunitaria del quinto piso de un edificio mediano pulcro y silencioso, Augusto muestra con orgullo sus dos libros de poesía publicados: “Para soñar en soledad” y “Para embeber el alma”.

Veloso es poeta de vocación, no posee una formación formal acuñada en claustros educativos. En palabras del escritor colombiano Gabriel García Márquez, Augusto hizo pie “por la libre” en el campo de la literatura. Nació en un pequeño paraje rural chaqueño, hijo de una familia muy numerosa, su papá de origen toba era un jornalero campesino golondrina, de la mamá con ancestros alemanes dice que heredó la humildad y el tesón.

Una mañana del 2012, tras haber sido desvinculado laboralmente de un country ubicado en la zona ribereña de Tigre, donde realizaba tareas varias, y sin un céntimo en los bolsillos, tomó asiento en un banco de cemento del microcentro porteño para pensar qué hacer de su destino. Recuerda que era un día cubierto por una llovizna fina. Augusto tuvo un golpe de suerte. Sin mediar aviso, una trabajadora social de PAMI, que pasaba por aquel lugar, le preguntó porqué estaba a la intemperie, solo y sin abrigo. 

A las pocas horas, Veloso obtuvo una plaza en Residencia Balcarce, que integra la red de instituciones de estadía de la obra social. “Yo me siento bien acá, porque PAMI me dio todo, lo que no logre en la calle, lo logré acá. Acá escribo mis libros”, dice Augusto, que asegura contar con mil poesías en su haber.

– ¿Cómo fue tu infancia? ¿Qué recordás de los primeros años de tu vida?

– Nací en Las Palmas, provincia de Chaco, un lugar de cañaverales. Mi papá era carrero, transportaba los cortes de caña a la estación de tren para conectar la producción del campo con el ingenio azucarero de la zona. 

Recuerdo que nos trasladábamos todo el tiempo, mi papá trabajaba en chacras, campos, en la casa de un cuñado italiano que tenía tierras. No pude estudiar, éramos 15 hermanos. Mi mamá, que era hija de alemanes, nos insistía a todos los hermanos para que nos procuraremos salir adelante.

A los 17 años me vine para Buenos Aires a estudiar, pero lamentablemente no pude seguir, tenía que trabajar. En esa época conocí a la que fue mi señora y poco tiempo después me casé. Con ella tuve 4 hijos. Esporádicamente, desde Buenos Aires volvía a Chaco para trabajar en los algodonales. 

– ¿Cómo y de qué manera terminaste pasando tus días y noches acá, en Residencia Balcarce?

– Mi último trabajo formal fue en un country de Tigre. Mi patrón me elogiaba por lo prolijo y rápido que trabajaba, ahí hacía trabajos de construcción. Pero, me tuve que ir porque ya tenía 72 años y no me podían seguir contratando. 

Recuerdo que una mañana, andando por el centro, me senté en la calle San Juan (ciudad de Buenos Aires). Era un día gris, con llovizna, tenía poca plata en el bolsillo, hasta que veo que se para una camionetita blanca, y se bajan dos señoritas. Tras un café y una espera de dos horas me consiguieron lugar en una residencia de PAMI en calle Paseo Colón. Y al poco tiempo me mudé aquí.

– ¿Acá hallaste tu vocación de poeta? 

– No me gusta quedarme quieto y encerrado. Cuando empecé a vivir acá, salía por las mañanas para cuidar autos en la calle, así me ganaba unos pesos. Además, soy muy conversador y sociable.  En ese trajín un día conocí a una señora, le conté mi pasión por la escritura, de pasó le recité una escritura: “su boca es un manantial/ de dónde quiero apagar mi sed/ mis labios se están secando/ muy pronto la quiero ver”. Ella me aconsejó sumarme a las tertulias de letras que se dan en el café Tortoni, comencé a ir los días miércoles. A partir de ahí me sume a unos encuentros similares que se dan en el Senado, en la sala Alfonsina Storni.

– ¿Cómo es tu proceso de trabajo con la escritura?

– Escribo a mano, en un cuaderno que llevo a todos lados. Tengo dos libros de poesía editados por gente amiga. Dentro de poco tiempo voy a sacar uno nuevo, que se va a llamar Catarata de poemas y poesía. 

Vendo los libros en la calle, arriba de un colectivo, entablando conversación con turistas, me la rebusco. Unos meses atrás fui hasta La Rural, donde se hacía la Feria del Libro, y me acerqué al stand provincial de Chaco. Bueno, ahí vendí una parva de libros.  

Soy un poco solitario, por eso no tengo muchos amigos. Camino los barrios, busco una plaza que me agrade y ahí empiezo a escribir. Me gusta escribir sobre la vida, soy romántico, me gustan las mujeres, me inspiro en la belleza, la vida, no me gusta la tristeza. 

En mi poesía busco animar. Cuando veo a un chico tirado en la calle, le digo, dejénme eso a mí, vayan a la escuela, estudien. Escribo lo que siento. Para mí, la poesía es una invitación de aliento, de vida, de esperanza. Creo que te alienta a curiosear, a descubrir. 

Como decía, me gusta escribir sentado en los parques, o mirando el agua que corre por Puerto Madero. Me gusta la paz, los lugares tranquilos, cuando era joven soñaba con ser marinero, siempre llevo un cuadernito y un lápiz conmigo.

– ¿Qué implica para vos PAMI?

– Valoro mucho vivir en esta residencia. Porque, la verdad, no me gustaría molestar a uno de mis hijos, yendo a vivir a la casa. Yo siento que, cuando uno es grande, estorba en la convivencia familiar. 

Acá me siento bien porque PAMI me dio todo, lo que no logre en la calle, lo logré acá. Acá escribo mis libros, logré ser un poeta reconocido en varios lugares importantes como la Sociedad Argentina de Escritores. Dentro de poco voy a retomar unas reuniones literarias que hago con amigos en un salón del Senado de Nación. En fin, tengo un montón de proyectos.