Miguel Cantilo: “Quiero seguir haciendo canciones nuevas”

A los 72 años graba discos y realiza giras. Toca sus temas emblemáticos del rock nacional y presenta los nuevos. No para y cuenta por qué.

Debemos el rock nacional a músicos emblemáticos. Luis Alberto Spinetta, Lito Nebbia, Miguel Abuelo, Pappo, Charly García y Miguel Cantilo. No son los únicos; son los que ocupan el lugar de referencia. Desde los 60 para acá hicieron canciones increíbles. Le cantaron a los amores imposibles y también a los posibles, protestaron ante injusticias sociales, ayudaron a cantar a una sociedad silenciada por las dictaduras y, ya en los 80, ayudaron a que esa misma sociedad salga a las calles a decir basta, “está todo mal”, “queremos un mundo mejor”. Pasaron los años y siguen. Algunos, a pesar de su ausencia física. Otros, desde los escenarios o los estudios de grabación. Dejaron y dejarán huella.

Miguel Cantilo es uno de los que continúa. Va por el mundo con sus canciones míticas y con las que crea en Argentina, España o dónde sea. Acaba de sacar un disco. Corazón acústico. Nacido en Buenos Aires el 5 de noviembre de 1949, a los 15 años ya cantaba en diferentes locales. Fue de la generación Beatle. Sus primeras presentaciones incluían canciones de ellos. Las interpretaba con su colega Jorge Durietz. Se hacían llamar Los Cronopios pero enseguida se hicieron llamar Pedro y Pablo y la rompieron. La marcha de la bronca, la hermosísima Catalina Bahía o Yo vivo en esta ciudad. Después, el exilio. Y luego el regreso para formar parte de esos rockeros que revolucionaron la música argentina.

Escribió libros. Su último disco viene con un libro en el que se pueden leer las letras de sus canciones a puño y letra. No es el único. Antes, Señales de vida, ¡Chau, loco! y El cantar de Miguel Cantilo. Pero su ¡Qué circo! es genial. En sus páginas recorre en primera persona la historia del rock nacional.

De visita en Argentina, Cantilo habló con Comunidad PAMI sobre su presente, su pasado, los amigos que se fueron y los que están. Contó sobre su nuevo disco. Y alertó sobre la importancia que le da al hecho de seguir, de no dormirse en sus clásicos.

-¿Cómo es tu vida ahora, Miguel?

-Actualmente vivo casi todo el año en España, en las afueras de Madrid. Habitualmente vengo a la Argentina a esta altura del año. Paso algunos meses con la familia. La vez anterior, en enero de 2021, vine y grabé el álbum que estoy lanzando ahora, Corazón Acústico. Lo trabajé durante todo el año del confinamiento. Ahora estoy de visita para presentarlo y contarle a la gente de qué se trata.

-¿Cómo lo presentás?

-Me voy moviendo por la mayor cantidad posible de lugares en el país en esta corta estadía de 40 días. Se me dio la posibilidad de presentarlo en vivo en Córdoba, Misiones, Salta, Mendoza y en Buenos Aires. O sea que me he movido bastante para el poco tiempo que estuve.

-Tenés una actividad movida en redes sociales. ¿Cómo te llevás con ellas?

-Me llevo bien desde que tengo community manager (Karina Nissinman). Ella me contacta con la gente. Sabe qué les gusta a los seguidores de mis páginas. Pero aparte de lo que respecta a mi trabajo, las redes sociales me representan la principal fuente de información. Porque no confío en los medios habituales, hegemónicos, ni diarios y revistas. Me informo más a través de las redes sociales, que significan mucho para mí, una de las fuentes que más nutren mi información general. Les creo más a las redes que a los diarios y revistas.

-Editaste discos, cassettes y hasta cds. ¿Qué idea tenés de la música en formato digital? ¿Escuchás canciones en digital?

-Escucho canciones en plataformas digitales, pero no por eso renuncio al uso del disco compacto, del vinilo y eventualmente del cassette. Porque creo que para todo hay tiempo y para todo hay un clima ideal. Es indudable que las plataformas discográficas de ahora solucionan el problema de encontrar temas que uno busca a la brevedad; no hay que hacer búsquedas interminables. En ese sentido soy muy seguidor de las plataformas digitales. Pero también me gusta el contacto con las formas anteriores. Primero porque me remontan a épocas de mi vida en las que el vinilo era santo y seña. O sea, no soy reacio a ninguna de las formas de transmisión de la música.

-¿Qué escuchás actualmente? ¿Algún descubrimiento?

-Es tanta la cantidad de producción que hay, que es muy difícil, para mí por lo menos, categorizar, catalogar. Entonces me dedico a escuchar lo que más me gusta. A veces ni identifico quiénes son los responsables de determinada música. Si está bien hecha, toda música para mí es escuchable y analizable. Siempre que resista el análisis musical. Porque hay músicas que suenan permanentemente por radios o películas que no resisten análisis, que son muy superficiales, que suenan a otra cosa. Eso no lo escucho. Pero te puedo decir nombres que me gustan, como Charlie Winston, un cantautor inglés. Sigo su trayectoria como la de algunos otros. También me gustan argentinos como Gastón Nakazato, Lucho Guedes. En fin, a todo lo que esté bien hecho le presto atención. Pero hay cosas que me gustan y ni siquiera sé quiénes son los autores o intérpretes. Basta que me guste para que me haga pasar un buen momento.

-Con tantos cambios musicales a través del tiempo, ¿qué lugar ocupa en la cultura argentina actual el rock nacional? Me refiero al movimiento iniciado en los 60 y que tuvo su apogeo en los 80.

-El rock ocupa el lugar que en otro momento ocuparon el tango o el folclore. Hay mucho rock. Mucho muy bueno, mucho muy malo, mucho bueno. Hay todo tipo de rock. Desde esas décadas que marcás comenzó un movimiento que se hizo muy importante para que se construya encima suyo. Hay una gran colectividad de músicos que no son sólo del ámbito del rock, sino que integran fusiones entre rock y jazz, rock y tango y rock y ritmos latinos. Todas tienen una calidad bastante superior a las músicas populares que habitualmente se oyen en radios o bares, como reggaeton o trap. Músicas respetables desde un punto de vista, pero me parece que el rock nacional ha creado un repertorio muy consagrado y respetable en el que hay músicos de la dimensión de Charly, de Spinetta y tantos otros que generaron una obra importante. Eso lo pone en una categoría, como te decía, parecida a la que en su momento tuvieron el tango o el folclore.

-En estas décadas se nos fueron Miguel Abuelo, Federico Moura, Luca Prodan, Luis Alberto Spinetta, Pappo… ¿Te significan algo sus ausencias?

-Por supuesto que la ausencia de esos músicos se hace sentir. Significan más que nada la comprobación de que estamos de paso y que es muy importante expresarnos a través de nuestra obra y tratar de dejar lo mejor posible para que cuando no estemos nos recuerden a través de lo que hicimos. Es un recordatorio permanente. Miguel Abuelo fue un gran amigo. Spinetta y Moura y todos los que mencionás han sido creadores que inspiraron mucho el trabajo mío y de Pedro y Pablo. Así que por supuesto que los respeto enormemente y los recuerdo y los homenajeo siempre que puedo.

-Miguel Abuelo fue un gran compañero de ruta, ¿no?

-Miguel Abuelo, además del artista que conocés, fue para mí el amigo y una persona sumamente tocada por la vara mágica de la luz interior. Tal vez es la faceta que se le conoce menos. Tuvimos una relación muy espiritual alrededor de otros amigos que estaban en caminos similares. Le conocí esa faceta que, desgraciadamente, él mismo decía que se le diluía ante la presencia de lo que solía decir un personaje interior que tenía, más parecido a Pappo que a él mismo. Esas inquietudes espirituales que teníamos se le iban un poco cuando tomaba drogas y cuando entraba en otro tipo de facetas. Pero era un tipo muy iluminado: lo que se ve en su obra es parte de esa luz que tenía naturalmente. La traía de fábrica, una cosa muy luminosa, muy propia. Pude compartirla y verla en él mismo y admirársela como todos lo que lo admiramos. El público y lo que se puede ver a través de su obra. Pero le conocí esos secretos que tenían que ver con cierto tipo de poesía y cierto tipo de inspiración.

-¿Cómo recordás aquellos años? ¿Locos, movidos, de rebeldía?

-No puedo focalizar sólo en los 80. Para mí el tiempo de recordar es muy amplio. Porque comencé en los 70. O sea, tengo recuerdos de distintas décadas. Algunos más románticos y líricos y otros más persecutorios y dramáticos; otros con exilios. Es muy amplio. Entonces no puedo circunscribir a una franja de tiempo determinada. Son muchos los recuerdos. Algunos los calificaría como nutritivos para el presente y otros olvidables.

-¿Y tus tiempos actuales?

-Y los tiempos actuales… sigo ubicándome en una postura cantautoral. Soy una especie de retratista de la realidad y voy reproduciendo lo que me rodea, no sólo en mi país sino en los países en que he vivido y vivo. En mis viajes. Creo que soy un narrador y me gusta hacerlo tratando de aportar algo positivo. A pesar de que abordo la crítica pero trato de que la crítica sea constructiva en cuanto a cambiar cosas para mejor. Trato de mejorar la calidad de mi composición musical y autoral disco a disco. En este momento estoy presentando Corazón acústico, en el que trabajé intensamente en la pandemia con quince canciones, música y letra de mi composición y que este año lo grabamos con músicos, a pesar de que es un álbum esencialmente mínimo en cuanto a instrumentación. La guitarra acústica es la protagonista. Estoy muy contento con el álbum. Quince canciones que me costaron trabajo pero de las que estoy muy satisfecho.

-¿Con quién te hubiese gustado tocar en un escenario o grabar una canción?

-La verdad es que no tengo ninguna imagen. No me viene ninguna imagen de hacerlo con algún súper ídolo internacional. Estoy muy contento de haber subido a un escenario con Miguel Abuelo, Kubero Díaz. Músicos con los que he tocado y toco. Estoy contento. No tengo deseos insatisfechos en ese aspecto.

-Si pudieses elegir una banda, de cualquier época y país, para formar parte, ¿cuál sería y por qué?

-Me hubiese gustado ser plomo de los Beatles. Afinarles las guitarras, escucharlos ensayar. Fueron mi modelo. Nada, nada en toda la historia de la música me inspiró tanto como la obra de sus discos y de lo que hicieron como solistas. Me hubiese gustado ser, aunque sea, asistente de su equipo.

-¿Qué sentís frente a que muchas de tus canciones sean icónicas para la cultura popular argentina?

-Lo que me produce es como una… primero, una obligación de mantener el contacto con ese público interesado en recordar esos temas. Pero a la vez me siento obligado a entregar cosas nuevas, a renovar el repertorio. No quiero estar siempre dependiendo de esos diez o quince viejos temas que la gente recuerda. O sea, poder, no todos los años pero si cada dos años, sacar un disco nuevo con canciones nuevas y renovarle a la gente el interés por lo que uno hace. Sé que las viejas canciones tienen un valor enorme y las canto y lo agradezco, pero no quisiera que eso inhiba la posibilidad de presentar repertorios nuevos y que ambas cosas puedan mezclarse en los conciertos.

-¿Me contás cuál es la historia detrás de Catalina Bahía?

-Es la narración de una iniciación sexual. Algo que ocurre pocas veces y que deslumbra. Ese deslumbramiento, cuando uno lo traduce a palabras y músicas, da por resultado una canción diferente a todas las demás. Porque es una acción que ocurre una vez en la vida. Por supuesto que hay otros grandes descubrimientos y apasionamientos y relaciones, pero como aquella primera gran experiencia erótica no vuelve a haber. Por eso Catalina Bahía es un poco la crónica de esa situación.