Tito Vázquez, del tenis a la literatura

Exponente del deporte argentino en los 70, luego compuso con su amigo Luis Alberto Spinetta. Escribió libros, viajó por el mundo y fue capitán de jugadores como Del Potro y Nalbandián.

La vida de Modesto Tito Vázquez es de lo más cambiante que uno pueda imaginarse. Pertenece a la ya lejana generación de hijos de inmigrantes europeos que venían a la Argentina para hacer la América. Nacido el 1 de enero de 1949, su padre viajó solo a Buenos Aires para escapar de la pobreza española. “Galicia era un lugar de mucha pobreza. La nuestra era una familia muy humilde. Mi abuelo, cartero, recibía obsequios como comidas por parte de la gente. Recuerdo que le daban jamón crudo, al típico de Galicia. Yo la relaciono más con la nostalgia”, le recuerda a Comunidad PAMI desde la mesa de un bar cercano a su casa, en el barrio de Palermo. Se quedó con su madre hasta dos años después, cuando su papá mandó el dinero para los pasajes en barco. “Cumplí los 3 años en el mar. Salta, se llamaba el barco”, agrega mientras sonríe.

Llegados a Buenos Aires, se instalaron en diferentes casas. “No recuerdo todas”, dice. Lo que sí recuerda es que vivió en un club de Palermo, donde trabajaba su padre. Así fue que llegó al tenis. Era de los buenos. Tanto que empezó a ganar torneos y a sus 12 años viajó a los Estados Unidos a competir y estudiar gracias a una beca. Lo que siguió fue California y la vida universitaria. La prestigiosa UCLA. Economía, la carrera elegida. Pero le apasionaba la literatura. Se codeaba con los mejores de su generación. Entre otros, su compatriota Guillermo Vilas. Compartió cancha con otro grande como Jimmy Connors y fue integrante del equipo argentino de Copa Davis en 1966, 1968 y 1970. También estuvo con exponentes de otros ámbitos culturales. “Estudiar siempre te da un plus”, comenta sobre aquella experiencia. Pero los cambios sociales de los 60 y 70 más su bohemia y sus viajes por el mundo (Europa, la India) no compatibilizaban con el deporte.

“El tenis me dio la oportunidad después de profundizar en otras cosas. California para mí fue como un renacimiento. Había una onda filosófica, musical. Leíamos a (Jiddu) Krishnamurti, la yoga de la India, las drogas, la guerra de Vietnam, el juicio a (Richard) Nixon. Esas cosas suceden de vez en cuando y uno fue parte de esa ola”, dice.

Algo de esa vida -hasta sus 28 años- la contó en una novela, El ombligo del pulpo, en la que además puso en práctica su pasión por la lectura. “Ahora estoy escribiendo. Cuando puedo, cuando tengo ganas y estoy inspirado, me pongo a escribir lo que será mi segunda novela. No tengo el título. El personaje ya no va a estar tan inspirado en mi vida”, adelanta. “El tiempo para escribir depende de muchas cosas. Porque a veces, simplemente, no aparecen las ganas de escribir”.

La vorágine lo fue llevando, recuerda, y dejó de jugar al tenis, aunque nunca se desvinculó del todo. “La disciplina que no tuve como jugador la tuve como entrenador de Víctor Pecci”, analiza. Al paraguayo lo dirigió cuando alcanzó la final del Abierto de Francia, en 1979, en la que perdió ante el sueco Björn Borg. “No me arrepiento de mi vida bohemia en busca de otros horizontes. Obviamente, el tenis y la vida bohemia no son compatibles. Elegí una forma de vida por sobre el deporte”. Con el tiempo sería entrenador, capitán del equipo argentino de Copa Davis (primero en 1986 y después en 2009, 2010 y 2011). En su primera etapa tuvo a sus órdenes a los incipientes Martín Jaite y Horacio de la Peña. Luego, fue testigo de la feroz interna entre Juan Martín Del Potro y David Nalbandián.

Otra de sus pasiones es la música. Así como en aquellos 60 y 70 siguió en vivo las carreras de grandes como Bob Dylan y The Beatles, a quienes admira, en los 80 se hizo amigo de un referente musical y cultural argentino: Luis Alberto Spinetta. Se conocieron a través de Vilas, en tiempos en que tenista y música grabaron un disco juntos, Only love can sustain. “Con El Flaco teníamos varias cosas en común. Conversábamos un montón. Era un genio, un tipo humilde como pocos, muy familiero”, lo recuerda. Y agrega: “Iba seguido a su casa. A él no le gustaba tanto ir a la casa de los demás. Le encantaba cocinar y los autos. Recuerdo algunos de sus coches. Tenía uno bajito, de esos veloces, que en esta ciudad no podía usar porque se rompía al pasar por una cuneta”, ríe.

En 1984 Tito invirtió el dinero para la producción de un disco memorable de Spinetta. Madre en años luz. Con el tiempo, Spinetta le cedió tres canciones con sus músicas: “Me dijo que le ponga las letras, pero me costó. Al final le hice la letra a una sola”. Se trata de 2 de enero, incluída en el disco Spinetta y Los Socios del Desierto, que apareció en 1997. Parte de la canción dice así: “Y a pesar de las palabras / tu silencio es más profundo / y más atroz. Y no sé por qué razón / los barcos vienen y se van. Y agarro mis libros / quemo todas mis palabras falsas / hoy es temprano, / hoy comienza el 2 de enero”. La pueden escuchar entera en el siguiente link: https://www.youtube.com/watch?v=SdrpPsp1xjI

 

Generoso, el músico escribió un hermoso prólogo para otro libro de Tito, el poemario El fin es aún (2005): “Cada vez más Oráculo para aquellos que ya hemos observado su fuego poético, Modesto Vázquez es el centro de todo este viaje, asoma como de una profundísima consulta que recorre el alma del mundo”.

A los 73 años, Tito sigue vinculado al mundo del tenis de distintas formas. Últimamente, como asesor de futuros jugadores. “Viajo cada vez menos. Llegó el momento de no tener tantas obligaciones”, sonríe. Y se va, tranquilo, a seguir viviendo.