“Tenemos que vencer los prejuicios de la edad”

Lo afirma el historiador Pacho O’Donnell en diálogo con Comunidad PAMI. Cuenta su experiencia personal para empezar a hacer ejercicio y convoca a todos a no dejarse estar físicamente.

¿Usted es un activo participante de redes sociales. ¿Qué podría decir de su experiencia?

Conozco las críticas que se les hacen a las redes sociales. En mi caso, las redes sociales fueron una experiencia positiva. Soy una persona retraída, solitaria, no muy sociable, y esta mediación del Instagram, por ejemplo, me permitió abrirme bastante, contactarme con gente. No sé si es el mejor contacto, pero es el posible. Me gusta mucho también el WhatsApp por el tipo de comunicación que permite. Una comunicación cordial, breve. Se me abre así un espacio de comunicación que amplía mi tendencia a la soledad y la incomunicación.

¿Le sirvió Instagram para aportar además algunos cambios en cuanto a la concepción de ser viejo o vieja?

Soy un convencido de que los viejos asumimos el paradigma social del deterioro, que es casi como una instrucción, y los viejos y viejas hacemos carne de eso y nos deterioramos. No tengo problemas en usar la palabra viejo o vejez. Tiene que ver con el viejismo el problema, con la fobia al aumentar los años. Por eso se buscan tantos sinónimos: adultos mayores, gente grande. Todo para no decir vejez. Y si uno reivindica la palabra vejez, desde ya está reivindicando eso. Entonces mi Instagram lo trabajé sobre la idea de la importancia del ejercicio físico y, también, el intelectual.

¿Qué actividades le gusta proponer en las redes?

Propongo cursos de Historia o reflexiones de carácter intelectual. Le dí importancia al hecho de que los viejos y viejas tenemos que cuidar nuestro cuerpo. La pandemia nos hizo víctimas preferidas. Pero no tenemos que dejarnos estar desde lo físico y lo intelectual. Hay perjuicios que no tienen que ver con la edad sino con el dejar estarnos: lo seres humanos abandonamos el cuerpo casi siempre a los 45 o 50 años. Es como que dejamos de tener cuerpo. Casi que lo consideramos algo que llevamos de un lado a otro, como a distintas consultas médicas. No tenemos un acerrcamiento alegre, erótico, con el cuerpo. Lo bueno es que mucha gente me agradece que a partir de Instagram empezó a cuidarse.

¿Y en su caso?

Empecé tarde a cuidarme. Fui gordo y sedentario hasta que a los 70 años, y debido a un diagnóstico médico, decidí que tenía que hacer gimnasia. Ahí me volví adicto al ejercicio. Encontré que el cuerpo puede estar bien y disponible a cualquier  edad. Incluso para la sexualidad. Eso me gustó. Me gusta salir a andar en bicicleta, por ejemplo. Tengo videos en los que cuento lo beneficiosa que es la bicicleta fija. Contra la muerte no podemos pelear, contra el deterioro físico, si

¿De qué manera recibe este tipo de mensajes la sociedad?

La conciencia social es baja sobre este tema. Algunos de los que me siguen en las redes sociales tomaron el ejemplo, pero en lo general hay que esclarecer qué se quiere decir con trabajar el cuerpo. No basta con salir a caminar. Caminar puede aliviar el sentimiento de culpa, pero en realidad no es un ejercicio, salvo que se camine con mucha intensidad. El verdadero ejercicio requiere continuidad e intensidad. La bicicleta entiendo que no es lo más fácil por la inseguridad y porque hay días de frío, otros de calor, y eso puede hacer mal. Pero también está la posibilidad de nadar, aunque es cierto que no hay muchas piletas en las ciudades. Por otro lado, lleva mucho tiempo ir y venir a un club. Los gimnasios son caros. O sea, siempre hay buenas excusas para no ocuparse del cuerpo. Por eso lo que propongo es armar un pequeño gimnasio con lo que se tenga en casa. Con poco dinero se pueden hacer buenas cosas. Y si ves un partido de fútbol en la tele, en vez de tirarse en un sillón con una cerveza en la mano, mirálo haciendo algún ejercicio. En YouTube hay muchas rutinas para hacer.

¿Y más allá del cuerpo?

También está el tema de la alimentación. Es fundamental comer bien. Y el trabajo intelectual, que no debe descuidarse. Los viejos y las viejas por lo general nos dejamos estar mucho. Pasamos a ser los que no podemos participar porque no estamos actualizados o no manejamos internet. Eso nos complica. 

¿Se valora menos la vejez?

Cada vez se valora menos la experiencia, el saber. Antes la sabiduría se consideraba acumulativa porque uno había leído, tenía convicciones o se había equivocado más. Eso era acumulativo. Actualmente, con el cambio tecnológico, los viejos aparecemos como los ignorantes, los analfabetos. Un chico de 12 años maneja mejor la tecnología que nosotros y se supone que eso es lo importante. Por eso la sociedad actual no valoriza aquella experiencia, lo leído, lo aprendido.

¿Podría hablarse de descarte?

El viejo dentro de una sociedad de consumo es un mal consumidor, por lo tanto un material de descarte. En la tele casi no ves avisos dirigidos a los viejos. Si los hay son de remedios para articulaciones o pañales de adultos, pero no avisos para la parte activa de una sociedad que puede comprar. El viejo es un mal consumidor. Contra todo eso hay que pelear.

Cuando le dieron aquel diagnóstico, ¿a qué apeló para impulsarse a hacer ejercicio físico?

Cuando me diagnosticaron insuficiencia cardíaca severa, en 2004, hace 18 años, mi primera sensación, más bien depresiva, fue que me iba a morir si me movía rápido. Tuve tendencia a la depresión, a la pérdida de actividad. Pero tengo una personalidad también desafiante: me gustan los riesgos. Toda la vida corrí riesgos, hice cosas que no se deberían hacer. Entonces me propuse en vez de achicarme buscar el límite. Empecé a hacer gimnasia de poco. Fui mejorando. Y si hacés gimnasia, hacéte un estudio de laboratorio. Vas a notar que haciendo gimnasia con rigor te baja el azúcar, baja el colesterol y el cuerpo reacciona positivamente. Reconozco de todos modos que era bastante llamativo ver a un intelectual haciendo gimnasia.

¿Suele minimizarse al cuerpo?

Históricamente se considera que el cuerpo es el pecado y el alma lo que está bien. Está muy instalado que el cuerpo puede ser la perdición, socialmente se piensa que el cuerpo es para temer.

¿Cómo vivió la cuarentena?

 La pandemia fue para mí muy complicada y traté de sobrevivir con esa situación. El tiempo me permitió dedicarme más al cuidado del cuerpo. Escribí una obra de teatro que está en cartel, Un papel en el viento. Además recibí un premio ACE (por la obra La decisión), algo que me enorgullece. Es lindo recibir un premio por algo escrito a los 80 años. Porque a esta edad hay que seguir pensando, creando. La muerte es inevitable, pero tampoco es cuestión de quedarse a esperarla sentado.