APOSTAR AL AMOR

Miguel Ángel Crisari tiene 77 años y su pareja Norma Liliana Barrera, 71. Eran viudos cuando se conocieron hace dos años en un aula de UPAMI, el programa para que las afiliadas y afiliados de la obra social hagan cursos y talleres. Hoy viven juntos. A sus edades, cuentan, esta relación “es como la canción de Alejandro Lerner: Volver a empezar”. 

“No hay edad ni tiempo para el amor y los placeres”, dice Miguel. Norma coincide y agrega que “el amor nunca se termina” y que “el amor siempre será eterno” y también que “el ser humano necesita amor constantemente”. Ahora sienten que la familia de uno es la familia del otro. Miguel, por ejemplo, dice: “los nietos de Norma son mis nietos del corazón”.

En octubre de 2018 afianzaron el compañerismo en un aula de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, en Florencio Varela. Estudiaban periodismo y la lectura de un poema de Norma dedicado a su esposo fallecido emocionó tanto a Miguel que fue ella la que le terminó dando ánimos a él a través de un apretón de hombro. Lo que siguió fueron charlas telefónicas y mensajes por WhatsApp. Después armaron pareja y llegó la convivencia. “UPAMI, en nuestro caso, además de aprendizaje es también compañerismo y fuente de superación en la vida”, suelta Norma. “Y también de sentirnos valiosos”, agrega él.

Los miedos de comenzar una nueva relación, coinciden, son los mismos a cualquier edad. “No por ser mayores tenemos más o menos temores”, opina Norma. “Tal vez yo tenía miedo hasta que conocí más a Miguel”, dice antes de recordar que los dos estaban mal por las anteriores pérdidas de sus parejas. “Pero yo quería vivir”, comenta ella. Y Miguel: “Mi compañera de vida es más grande que un temporal, es un mar calmo. Fui navegante durante 42 años. Si no le tuve miedo a los mares qué le voy a tener miedo al amor, sobre todo con una persona que me da calma todos los días”.

“Es como la canción de Alejandro Lerner: ‘Volver a empezar’”, ejemplifica Norma. Y enseguida: “‘Que no se apague el fuego, que no se apague el fuego’. Ese fuego que es como la ceniza que va quedando y sin embargo se sigue prendiendo hasta hacerse más cálida, más tierna… ese fueguito”.

Hijos y nietos ayudaron con el apoyo. Ahí andan además los bisnietos. Y los yernos y las nueras. “El corazón es feliz cuando se da, cuando se entrega”, resume Norma.

La cuarentena los encuentra haciendo el asado de los domingos, cortando el césped o limpiando la pileta de la casa. Son infaltables los mates a la mañana o a la tarde de cada día. Ahora que vienen los días cálidos les gusta sentarse, mate de por medio, a contemplar el verde que los rodea. Ya vendrán, se esperanzan, los tiempos de volver a viajar o de salir a comer afuera. Por ahora alcanza con los gestos simples de una mirada, una charla o un silencio.

“Todo lo que hacemos lo hacemos con placer. Nos hace bien que la familia también esté contenta. Nos llaman, nos hacen videollamadas y ahora, de a poquito, nos vienen a visitar, por separado. Así es la vida: para vivirla y para ser felices”, sugiere Norma. “Disfrutamos de las cosas sencillas. Que son las cosas que nos hacen muy bien”, agrega Miguel.

El 7 de diciembre Norma cumplirá los 72. Es posible que ese día salga un buen asado al aire libre para celebrar. No solo el día de Norma. Si no, y sobre todo, otro día en la vida de ellos. Se lo merecen.