Carlo Carosanti: un artesano de la tecnología
A los 80 años, Carlo Carosanti pasa gran parte de su tiempo armando hermosas piezas como motos, trenes y aviones a partir de desechos electrónicos.
“Ayer terminé de armar el vagón de un tren. Hace tiempo que trabajaba en ese vagón. Algunas de las piezas que armo se las lleva mi hijo a Bariloche y las vende”. Lo cuenta Carlo Carosanti. 80 años (Roma, Italia, 29/12/41). A sus 8 años llegó al país. Y hace 50 que está en General Roca. Una vez jubilado, se dedica a un hobbie que le genera pasión y, a veces, dinero: arma figuras a partir de piezas sobrantes de aparatos electrónicos. Impresoras, notebooks o teléfonos en desuso se convierten en trenes, motos o aviones. Otro de sus placer es salir a andar en moto con Cristina (69 años), su esposa. A veces se suman amigos. Aunque los recorridos son más cortos, hubo un tiempo en que deambulaban la zona patagónica en caravanas que duraban días.
Siempre, le cuenta a Comunidad PAMI, le gustó el deporte. “Cuando era jóven jugaba al fútbol. Era bastante bueno, eh”, aclara. Delantero, se probó en Independiente de Avellaneda pero enseguida volvió al sur. Sospechaba que no podría adaptarse a la vida de Buenos Aires. Prefirió los clubes locales y trabajar de otra cosa. A continuación, habla de los planes que tiene cada día desde que se levanta.
-Si le pido que haga una síntesis de la forma en que vive ahora, ¿qué me diría?
-Ufff… Varias cosas. Trabajamos con mi esposa por nuestra cuenta con la empresa de seguros de la que me jubilé, así incrementamos los ingresos. Mi esposa y yo somos jubilados. Mientras pudimos, ahorramos. Así y todo nos dimos algunos gustos, como viajes al exterior. El norte de Brasil, Europa. Uno ahorra cuando puede porque las enfermedades vienen y conviene tener algún respaldo. Más en este país. Hay que prevenirse. Tenemos dos hijos, Martín y Valeria. Martín vive en Bariloche y Valeria en Cipolletti.
Sos tanguero, rockero y tu trabajo se respalda por un equipo familiar. ¿Cartón lleno?
–Es genial. Por un lado, la suerte de tener una esposa como Romina, que no sólo hace de esposa sino que se da maña para todo, incluso la tecnología. Empezó conmigo en el bar, organizando fechas de mis presentaciones, y siguió con todo lo demás. Con el tiempo se hizo también mi representante. Soy bastante caótico y digo que sí a todo. Capaz que le decía que sí a tres personas en el mismo lugar y hora y se me complicaba. Ella ahora ordena eso. Además ella me hace la gráfica, los afiches. El laburo se convirtió en un trabajo de familia, como decís. Porque Mateo, nuestro hijo, cumplió 25 años y desde los 10 años toca junto a mí, o yo junto a él, y forma parte del trío en el que canto. Se hizo algo muy familiar. Mateo es un gran guitarrista.
-¿Así que nació en Roma?
-Si, hace 80 años. A cuatro cuadras del Vaticano. En 1949 llegamos a General Roca, después de la Segunda Guerra Mundial. Mi papá vino contratado a trabajar en el 48 y con mi mamá llegamos en el 49. Hicimos Bahía Blanca, primero, y Trelew, después, porque mi papá trabajaba en un gasoducto. En el 50 nos trasladamos a Conesa y en el 51 o 52 a Neuquén. En el 54 fuimos a General Roca, donde nos quedamos.
-¿Volvió a Roma?
-Sí, en el 2000. Y también en el 2010. Volver a Roma fue emocionante. Había un primo que me llevó a la casa en que nací. El último viaje lo aproveché para esquiar en los alpes suizos. Soy bueno esquiando. Desde los 35 años esquiaba todos los años. Paré por la pandemia y este año volví a esquiar. Me gustan mucho los deportes.
-¿Sigue andando en moto?
-Menos. Pero ando. Hay una forma de seguir mi pasión por las motos. Es en el armado de las miniaturas metálicas. Me gusta mostrarlas. Incluso tengo una cuenta en Instagram, @arte.reciclado.tecnológico. La maneja mi hijo, porque no soy experto en esas cosas. Hay otras cosas tecnológicas que manejo mejor. La computadora, por ejemplo; la informática me vino bien para el tema del seguro. Con mi mujer lo manejamos bien. Era aprender o aprender. No sólo por el trabajo, sino también para comunicarnos con la gente que queremos.
-Recién me mostraba con orgullo el vagón que acaba de terminar.
-Si, me hace muy bien fabricar ese tipo de piezas. Posiblemente se sume a otras piezas y se transforme en un tren, con chimenea, con luces. Hay una futura máquina, locomotora, en vista. Me arreglo con cualquier cosa que desarmo. Impresoras, teléfonos, computadoras, parlantes. Incluso quienes me conocen me mandan cosas que saben que me pueden servir. Una vez que tengo los materiales, todo sigue con la imaginación. Empecé porque me quedaba tiempo libre tras jubilarme y analizando qué hacer me dije: “voy a hacer lo que me gusta”. Esto es lo que me gusta. Todo fue imaginación que se transformó en motos, trenes. Si quiero hacer un avión, no quiero que se parezca a un avión. Quiero que sea un avión.
-¿Son piezas estáticas?
-No siempre. De las impresoras saco motorcitos eléctricos para dar movimiento o luz a lo que armo. Los helicópteros mueven las hélices. Y así, varios.
-¿Cuánto tiempo dedica a este hobbie?
-Cada pieza me lleva entre un mes y dos. Ya tengo 60 armadas, de las cuales 15 se llevó mi hijo para vender en Bariloche. Siempre tuve inquietudes por las artesanías. Antes hacía cuadros con madera de la cordillera. Lo que me gusta es crear. Algunos pensarán que es tiempo perdido. Yo pienso que es tiempo ganado.
-¿Su esposa lo acompaña en estas actividades?
-Si. Ella se jubiló en la Justicia. Y como le decía, trabajamos juntos con una cartera de asegurados estable. No aumentamos la cantidad de asegurados, así podemos dividirnos entre los dos el trabajo y mantener nuestros tiempos.
-¿Cómo fue su vida laboral antes de jubilarse?
-A los 19 terminé el secundario. Éramos cuatro hermanos. Mi papá no nos podía mantener, así que entré a trabajar a un banco de la zona. Estuve 20 años. Luego pasé a otro banco, el Francés. También hice un curso ligado a la actividad del seguro. Que me sirve para hacerlo ahora.
-¿Así que también es un apasionado de las motos y del fútbol?
-Me gustan las motos, el fútbol y las bicicletas, que tengo dos. Mire: ¿se ven? Espera que apunto mejor la cámara… De las motos, me encantan las enduro. De hecho, competí en carreras de veteranos. Y del fútbol, lo jugué en la zona hasta los 31 años. Me había probado en Independiente y Racing poco antes de terminar el secundario. Pero la vida de Buenos Aires no me gustaba. Así que volví al sur. Jugué en Italia Unida y en Tiro Federal. Jugaba primero de 10 y después de 11.
-¿Hincha?
-De River. Le cuento algo: mi mamá era peletera y hacía costuras. Era su oficio al venir de Italia. Una vez me llamaron para jugar al fútbol en Neuquén. Mi mamá le puso una franja roja a una camisa blanca, que quedó como la de River. Le hablo de los años 50, cuando los equipos usaban camisas para jugar. Así era la de River. El tema es que los pibes que jugaban conmigo envidiaban esa camisa. Ja ja. Así me hice hincha de River.
-¿Cómo consigue los materiales?
-A veces salgo a buscarlos, a veces me los traen conocidos que saben que me sirven determinadas cosas. Los divido en cajas de herramientas especialmente destinadas a esto. Que a la vez me sirve para la mente, para agilizar la memoria. Está bueno. En vez de pasar horas y horas hablando en un bar, siento que aprovecho mi tiempo de mejor manera.