Tango, rock y fútbol: las pasiones de Cucuza Castiello
Mamó tango de chico, fue futbolista y una lesión lo alejó de las canchas. Volvió a la música y hasta se dio el lujo de cantar con Maradona.
Hernán “Cucuza” Castiello es una rara avis en nuestra música. Fanático desde chico del tango por herencia paterna (su padre era taxista), es también admirador del rock nacional. Su pasión la llevó tan íntimamente que a sus canciones tangueras les agregó el lado rockero. Ahí anda, entonces, por los escenarios y por los estudios de grabación, cantando tangos y rock por separado, a veces, y combinados, en otras.
Pudo ser futbolista: jugaba en Argentinos Juniors. Categoría 69. Lateral derecho. Camada de grandes como Fernando Redondo, Fernando Cáceres, Sergio Batista y Silvio Rudman. Lo dirigieron otros referentes del banco: Néstor Pekerman y Nito Veiga. A sus 24 años había jugado en Argentinos, Tigre y Aldosivi, de Mar del Plata. Pero una lesión le impidió seguir. Lo que siguió lo cuenta en esta entrevista con Comunidad PAMI.
Para conocerlo mejor, acá están sus canciones. O se lo puede ver y escuchar también cantando El sueño del pibe con Diego Maradona en la cancha del querido equipo de ambos: Argentinos Juniors.
Sos tanguero, rockero y tu trabajo se respalda por un equipo familiar. ¿Cartón lleno?
–Es genial. Por un lado, la suerte de tener una esposa como Romina, que no sólo hace de esposa sino que se da maña para todo, incluso la tecnología. Empezó conmigo en el bar, organizando fechas de mis presentaciones, y siguió con todo lo demás. Con el tiempo se hizo también mi representante. Soy bastante caótico y digo que sí a todo. Capaz que le decía que sí a tres personas en el mismo lugar y hora y se me complicaba. Ella ahora ordena eso. Además ella me hace la gráfica, los afiches. El laburo se convirtió en un trabajo de familia, como decís. Porque Mateo, nuestro hijo, cumplió 25 años y desde los 10 años toca junto a mí, o yo junto a él, y forma parte del trío en el que canto. Se hizo algo muy familiar. Mateo es un gran guitarrista.
-¿Cómo es hacer música con un hijo?
-Es algo así como el sueño del pibe. Mateo nació en un ámbito musical, convivió siempre con un ambiente de música. Era probable que saliera por el lado de la música. Separo la cosa padre-hijo, que es algo hermoso, y distingo que Mateo es un muy buen violero. Con su edad, está entre los mejores. Me gusta resaltar eso.
-¿Comparten el amor por Atlanta?
-Soy hincha de Atlanta y tengo mi corazón en Argentinos Juniors. Mateo es de Atlanta. Eso se lo dije de chico. También le dije que podía tener el corazón en otro equipo, que terminó siendo River, que sería su segundo club. Yo Atlanta y Argentinos, y él Atlanta y River. En nuestros casos, sentimos a Atlanta como el equipo de toda la vida. Pero como jugué en Argentinos tengo que compartir el corazón, algo que me parece sano. Me pasa también con la música. Me gustan Los redondos y me gusta Soda Stereo. No tengo esos “versus”, no me salen. Tengo 53 años, estoy grande para eso. Esos “versus” que están en el fútbol y también en el tango: hay veteranos que me dicen que les gusta cómo canto pero que les gusta Floreal Ruiz.
-En referencia al tango, ¿existe un tango actual y un tango antiguo?
–Existe un tango actual, que es algo lindo, porque se viene gestando desde hace tiempo. A finales de los 60, en los 70, se vivieron épocas bravas para el tango, con poca difusión. Antes en Argentina se respiraba tango. Me gusta ubicar al tango actual a partir del 2000, cuando aparecen nuevas orquestas, nuevos compositores. Son un montón, eh. Me daba miedo que fuera una moda pero hoy puedo decir que esa movida se mantiene. Me gusta esperanzar a la gente del tango de antes, entre los que me encuentro, sobre las nuevas generaciones tangueras. Obviamente cada uno tiene sus estilos musicales, pero es indudable que alrededor del tango siguen pasando cosas, y cosas buenas.
-¿En qué notás diferencias entre el tango de entonces y el de ahora?
–Los tangos que se escriben hoy tienen en algunos casos más arraigo en el tango tradicional y otros que directamente abordan temáticas actuales. Pero sea uno u otro, lo importante es que suceden cosas.
-¿Está asumida socialmente la comunión entre tango y rock, las músicas que te marcaron?
–A los más veteranos les parecerá todavía extraño. Pero yo, que nací escuchando a Goyeneche, en mi adolescencia también iba a ver a Charly, a Soda y a Los visitantes. Mi generación tiene tango y tiene rock. No nos es tan loco que Charly suene tanguero, o Conociendo Rusia, una banda nueva que también tiene algo de tanguera. No sé si es convencional, pero al menos es más aceptado.
-¿Cómo te acercás a las nuevas músicas?
–Por mi hijo. Nos pasan dos cosas. Una, que le hago escuchar cosas como La máquina de hacer pájaros y a él mucho de eso le gustó. Pero también escucho buenas bandas que me hace conocer él. El trap, por ejemplo, ocupa un lugar muy importante. Soy muy enfermo de la música, conozco cosas que conocen los pibitos. Ca7riel (Catriel Guerreiro Fernández Peñaloza), por ejemplo. Ysy A, el varón del Trap, también me gusta. Lo rescato porque tiene una raíz muy porteña. Fanático de Julio Sosa. Aparte, tienen un respeto y una admiración por el tango que es llamativa. Eso habla bien del tango como género musical y de las nuevas generaciones con su cabeza abierta.
-Cuando eras pibe tu generación era más rockera. ¿Cómo te sumaste al tango?
–Mi caso es raro, porque con mi viejo tenía el común denominador del tango, que no era habitual. Cuando a la vez que cantaba tango tuve mi banda de rock, algo que a mi viejo le hacía ruido. Era otra generación. Le llamaba la atención que yo cantara otra música. Él era de esa generación a la que le hacía ruido otro género. Desde 2013 hago La Menesunda (Menesunda. Tangolencia rockera, en realidad): creo que mi viejo hubiese entendido eso.
-Te diste el gusto de mezclar tango y rock.
-Hacer rock con tango fue, como cantor, una forma de generar mi propio espacio, mi propia idea. Nunca pensé que la Tangolencia rockera sería tan importante para mí. La menesundafue una forma de sacar afuera lo que tenía con el tango y el rock nacional. A la vez, fue un puente entre ambos géneros. Manuel Moretti, Palo Pandolfo y gente del tango participando del proyecto es una muestra de eso que te digo.
-¿En qué te marcó conocer a Charly García personalmente?
–A Charly llegué gracias al Zorrito Von Quintiero. Con Charly, la admiración de toda la vida. Es uno de los que más tango tiene en su música. El Zorrito me lo presentó en unos Premios Gardel. Fue como un cimbronazo para mí. Empezamos a hablar, se dio cuenta de que era fan suyo y cantamos Influencia, No soy un extraño, Confesiones de invierno, El tuerto y los ciegos. Nunca imaginé que me pasaría algo así. No lo podía creer. Inolvidable. Hay muchos temas de Charly que tienen gen tanguero.
-Pero al que dijiste que admirás más que a ningún otro es a Gustavo Cerati.
–Cerati rescata lo mejor de lo que a mí me gusta. Rescata a Spinetta, a Charly. Todo lo que me gusta de la música. Siempre fue un tipo que no se repetía. Todos sus discos son innovadores. Entre los guitarristas fue de los mejores, sus letras tenían un vuelo enorme. Gustavo para mí es el número uno.
-¿Qué pensás o sentís al analizar tu crecimiento artístico?
–Soy consciente de lo difícil que es vivir de la música, y aclaro: vivir haciendo la música que a uno le gusta. Vivo de cantar y soy consciente de que lo busqué, pero también tengo suerte. Cuando dejé de jugar a la pelota , en el 92, me sentía perdido porque había puesto mis expectativas en el fútbol, iba bien rumbeado, y una lesión me obligó a dejar. Empecé a laburar en un laboratorio de mecánica dental. Lo que sería algo momentáneo duró veinte años. Pero a la mitad de ese tiempo me reencontré con el tango, al que había dejado por el fútbol. Pude dejar el trabajo de mecánico dental y dedicarme exclusivamente a cantar tango. Disponer del tiempo entero para dedicarme a la música es muy bueno. Genero mis propias cosas, me llaman para cantar, me convocan amigos. El común denominador es el tango. Me siento afortunado.
-¿Te genera algo particular que estemos a las puertas del primer Mundial sin Diego Maradona vivo?
-A Maradona lo divido en dos partes. Por un lado, un sentimiento igual al de millones de personas, admiración profunda por lo futbolístico. Y sus orígenes me hacen sentir cercano. Pero aparte de esto, tuve la suerte de conocerlo. Yo jugaba en el Club Parque, jugaba con el Turco, su hermano, que falleció hace poco. Doña Tota, Don Diego, las hermanas, iban a verlo. Incluso alguna vez fue Diego. Entonces tenía ese trato, si se quiere más íntimo. Ahí es cuando lo conocí. Alguna vez comí asado con él en la quinta de Moreno o me quedé a dormir en su casa. Soy muy futbolero. El tango y el fútbol son muy importantes para mí. Es raro no tener a Diego alentando desde una tribuna, ese Diego omnipresente. Será raro que no esté. Pero es cierto que aunque haya muerto, está presente. Como dice la canción (Murguita, de Bersuit Vergarabat), “es un muerto que no para de nacer”.
-¿Qué proyectos artísticos tenés?
–Estoy con dos ideas para sacar el año que viene. Una, un disco en vivo que hicimos hace unos meses. Me gusta mucho cantar en vivo. Supongo que saldrá a la vieja usanza, en vinilo. Y con La menesunda también sacaremos otro disco.