“Los perros y gatos pueden ayudar a las personas mayores”
La compañía de animales domésticos genera un impacto positivo en las actividades diarias. Un proyecto apunta a que perros y gatos convivan en residencias de larga estadía.
“Hay estudios internacionales sobre lo importante que es la terapia asistida por perros y gatos para ayudar a las personas mayores”, le dice a Comunidad PAMI Matías Tomsich, Secretario General del Sindicato de Trabajadores Caninos. Esos estudios refieren que el vínculo mejora la convivencia con los pares, fomenta el cuidado a los otros, genera bienestar y hasta estimula la movilidad. “Uno a veces imagina a los mayores en residencias de larga estadía viendo tele o jugando cartas. Pero el cuidado de sus mascotas los lleva a otros objetivos, como cuidarlos, darles de comer, sentirse acompañados”, ejemplifica Tomsich.
El problema es que la convivencia con mascotas en residencias de larga estadía no está permitida. Para conseguirlo, el sindicato presentó un proyecto que se trata en la Comisión de Salud de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. La idea es que, una vez aprobado, se extienda a todo el país. Para idearlo participaron gerontólogos, pacientes, dueños de perros, propietarios de residencias de larga estadía y personas mayores que fueron consultadas.
A los 61 años, la escritora Cristina Abrea da testimonio de su caso en charlas en las que colabora con el sindicato. Le cuenta a Comunidad PAMI: “Cuando murió mi hija, fue mi perro Franc quien me salvó anímicamente”.
Mariel falleció en un accidente de tránsito en 2013. Tenía 23 años y estaba embarazada de cuatro meses. Cristina tuvo que enfrentar su propio dolor y acompañar a la vez a su otro hijo, Cristian, también golpeado por la noticia. “Al año siguiente me fui a Puerto Pirámides. En un negocio de pueblo encontré un manto negro cachorrito. Estaba solo, tirado. Su mamá había tenido catorce perros y algo me dijo que ése era para mí. Al otro día lo fui a buscar. Le puse Franc y se convirtió en mi compañero de viajes, en mi compañero de mirar el mar durante horas: él se quedaba sentado a mi lado, sin hacer nada más que acompañarme. Me sentaba a llorar, a enojarme con el mundo, con Dios y con todo. Y Franc, sentado al lado mío”, rememora Cristina sobre la importancia de su mascota para sostenerla en su peor momento. “Desde entonces Franc ocupó un lugar muy trascendente”.
Valentina, la pitbull de Mariel que se quedó durante días esperando el regreso de su dueña, hoy también vive con Cristina y con Cristian. Y con Franc. Y con los gatos.
Cristina colabora con Tomsich para impulsar la idea de la convivencia animales-personas mayores. Se conocieron cuando ella les contó su experiencia. “Los adultos mayores -dice Tomsich- son quienes peor la pasaron en pandemia. Sin poder ver a nadie, en algunos casos sin manejar las tecnologías: tal vez las videollamadas y el Zoom les costaba más. Ahí podrían estar las mascotas para ayudar a mejorar su calidad de vida”. Y agrega: “Cuando el adulto mayor se instala en un geriático, el vínculo que tenía con su mascota se rompe. Además, ese perro o gato suele quedar abandonado en la calle o un refugio”. “Parece que nadie piensa en el vínculo entre la mascota y el dueño”, lamenta Tomsich.
Según estadísticas que maneja el sindicato, una de cada tres familias de CABA tiene mascotas en su casa. Hay, en promedio, un millón de mascotas. Y alrededor de 100 mil trabajadores caninos en todo el país entre paseadores, adiestradores, y peluqueros, por nombrar sólo algunas de sus funciones.
De aprobarse, la propuesta incluye que, para seguridad, cada animal participe de un proceso de adiestramiento antes de ingresar a una residencia de larga estadía. El adiestrador se encargará de vincular al animal con las personas.
En pos de presentar el proyecto se hicieron charlas con personas mayores que dijeron considerar a sus perros o gatos “parte de la familia”. Una mujer de 90 años que vive en un geriátrico lloró al recordar a su perro, con el que había perdido vínculo al dejar su casa. Otra se emocionó al recordar al perro de su infancia y lamentó no tener una mascota ahora. Pero por lo general, sus ideas o sentimientos no son tenidos en cuenta. “Esta lentitud es parte de una sociedad que descarta a los adultos mayores. Muchos adultos mayores no tienen la contención que deberían tener o que se merecen”, lamenta Tomsich. Pero con esta lentitud, además, se vulneran los derechos de los animales. “El proyecto que presentamos hace justicia a tantos adultos mayores que nos cuidaron y aún nos siguen enseñando”.
Franc, cuenta Cristina, no sólo la ayudó a rearmarse. También le hizo compañía cuando decidió vaciar algo de su dolor a través de la escritura. Su libro, titulado El testimonio, va por la segunda edición. A ocho años de tenerlo como compañero, acota Cristina, Fran le ayudó a quitarse la angustia y a volver a sonreír. “Todo eso lo había perdido. Hubiese sido muy difícil sobrellevar ese dolor sin Franc. No hubiese podido recuperar la sonrisa. Franc es el compañero que en silencio me bancó todo”.
Cuando se le pregunta a Cristina por el proyecto de incluir mascotas en los geriátricos dice: “Un animal te da lo que no te da ningún ser humano. Su amor incondicional, su respeto, su fidelidad. Son lo más puro que hay. También para la persona que está enferma: si en algún momento me pasa algo y necesito estar internada, quiero que mi perro esté conmigo. Porque va a ser quien me ayude a levantarme. Es muy importante que los animales acompañen a las personas que atraviesan una enfermedad, una dolencia, un problema personal, o psíquico. Ellos saben más que las personas lo que te pasa y cómo ayudarte a sanar. Y lo hacen en silencio”.
“Tener un animal de compañía es un derecho de cada persona. Ojalá se los escuche”, se ilusiona Tomsich.
Cristina, un poco en broma un poco en serio, va más allá: “Si por mi fuera, a Franc lo traería hasta mi trabajo para que me acompañe, pero no se puede”. Franc, en cambio, la espera cada tarde-noche cuando ella vuelve a su casa. No sólo Franc. También Manchi y Colo, los gatos; y Valentina, la pitbull de Mariel. Y Cristian.