LEOPOLDO LUQUE: “RECIÉN AHORA DISFRUTO DE LO QUE HICE”

Leopoldo Jacinto Luque, emblema del seleccionado campeón del Mundial de fútbol de 1978, a sus 71 años se siente pleno.  En esta entrevista con Comunidad Pami habla de aquel pasado glorioso pero también de su presente en el que trabaja con chicos para trsnsmitirles el entusiasmo y el compromiso del deporte. 

A los 71 años y con un pasado glorioso en el fútbol argentino con las camisetas de la Selección y de River, Leopoldo Jacinto Luque sabe cómo adaptarse al intercambio generacional. Lleva con entusiasmo su trabajo como buscador de talentos futboleros para River en las provincias de Mendoza -donde vive-, San Juan y San Luis. “Estoy feliz”, le dice a Comunidad PAMI desde su casa mendocina. Recorre canchas y ahora, en tiempos de Zoom, ve pibes de entre 7 y 17 años a través de las tecnologías. “He llegado a ver mil chicos en tiempo récord”, comenta.

Pudo ser ciclista si no se sinceraba con su padre. La cosa es así: su papá corría en bicicleta y quiso pasarle la costumbre. Agarró viaje pero no le gustaba del todo. Una tarde, en la Iglesia Guadalupe, en Santa Fe, la provincia en la que nació el 3 de mayo de 1949, empezó a jugar al fútbol de casualidad. “Entré descalzo, me acuerdo, porque las zapatillas de ciclismo son diferentes. Tienen como unas trabas. No sirven para jugar. Y bueno, jugué y me fue bien y me gustó”. El cura lo invitó a seguir con la pelota y él en su casa decía que seguía pedaleando. “Hasta que una tarde le dije a mi papá que quería hablar con él. Le conté que no estaba entrenando ciclismo sino jugando al fútbol. Lo entendió”.

Sin ese quiebre, tal vez nos habríamos privado de uno de los símbolos del seleccionado de César Luis Menotti, campeón del mundo en nuestro país, en 1978. Luque era titular inamovible. En medio del Mundial su hermano Cacho murió en un accidente de tránsito cuando viajaba a verlo jugar. Se lo contaron recién cuando llegó al vestuario. Pensó en renunciar pero el apoyo familiar y de sus compañeros lo impulsaron a seguir. Llegó a jugar lesionado y la rompió. Quedó como un héroe, aunque ahora lo minimiza. “No soy héroe. Los pibitos a los que mandaron a Malvinas son héroes”, ejemplifica.

Formó parte de un River de los 70 en el que estaban Ubaldo Fillol, Norberto Alonso, J J López, Roberto Perfumo y Reynaldo Merlo. Nada menos. Fue campeón con el Millonario. Recorrió el mundo. Hasta hace dos años vivió en China, donde fue a promocionar el fútbol. Ahora habla con Comunidad PAMI.

La carrera deportiva lo llevó por México, Brasil y otros clubes del interior argentino. Perdió propiedades tras un divorcio y puso reiventarse. “Eso me significó un bajón anímico. Me preguntaba todo el tiempo ‘por qué, por qué, por qué’. Pero lo superé. Hoy soy feliz porque no me importa lo que perdí. Lo que me importa es lo que estoy ganando. Y cómo estoy. Estar trabajando en el fútbol, en River, para mí es un privilegio. Sobre todo porque a mi edad me respetan y me quieren tanto”.

¿Manejás bien las herramientas tecnológicas?

Claudia, mi pareja, es la que me arma las entrevistas o charlas con el Zoom. Me deja todo listo. Me llevo muy bien con eso. Pero necesito que ella me deje todo armado. En China era un poco más fácil porque usábamos el Skype y listo. Aunque allá estaba mi hijo para ayudarme. Él me conectaba. El tema es que le erraba a la hora y capaz que llamaba a mi esposa a las 12 de la noche porque allá era de día. Esas cosas…

¿De qué forma ordenás tu día a día?

En tiempos normales viajo, vengo, voy. Viajaba seguido a Buenos Aires con mi mujer y mientras trabajaba ella aprovechaba para pasear. Pero la verdad es que Buenos Aires no me gusta mucho. Hay demasiada gente, demasiado tránsito. Ruido. Me gusta Mendoza. Ahora, en cuarentena, seguimos trabajando con un equipo de gente, viendo jugadores por Zoom. He llegado a ver mil pibes. Estoy feliz.

¿Por qué te mudaste a Mendoza?

Es una provincia que siempre me gustó. Además, no me adapto a la vida en Buenos Aires. Me estresa. Acá en Mendoza soy feliz. Hace unos años nos encontramos con gente de River. Rodolfo D’onofrio, al saludarme, le dijo a Marcelo Gallardo “acá está el 9 que necesitás”. Ahí fue que presenté un proyecto para seguir chicos. Hago lo que me gusta.

-¿Sabés una cosa?
-¿…?

-Es imposible olvidar tu imagen con la camiseta de la Selección, el pantalón negro tan cortito que usaban en el 78 y tu pelo largo al viento, con los brazos abiertos y gritando un gol.
-¿Y sabés otra cosa?

-...
-Ahora la que me pongo es esta ropa, la de River. Y me gusta. Me miro en el espejo. Me gusta verme bien.

 

¿Cómo llevás el intercambio generacional al trabajar con chicos?

Me muevo mucho. Voy y vengo. Recorro provincias para ver pibes. Me gusta lo que hago. Nunca me olvido de que cuando se trabaja con chicos hay que contagiarles entusiasmo. Además no quiero que les pase lo que me pasó a mí, que cuando empecé a jugar un técnico que no me ponía me dijo que si me quedaba en casa les hacía un favor. Mirá si le hacía caso. No hay que bajar los brazos cuando uno tiene fe. Porque uno sabe cuándo hace las cosas bien y cuándo las hace mal. Y cuando aquel coordinador no me tuvo en cuenta, yo sabía que estaba haciendo las cosas bien.

¿Dónde encontrás ese entusiasmo que mencionás?

Hace tres o cuatro años que empecé a disfrutar de lo que hice. No es que antes no disfrutaba, pero tenía miedos. Hubo cuestionamientos al equipo campeón del Mundo del 78 porque el logro fue en plena dictadura. Pero ya está. Recién ahora el periodismo se acuerda de nosotros. La realidad es que ahora estoy muy bien.

Más allá de haber sido un gran campeón, a vos te tocó en medio del Mundial lidiar con la muerte de tu hermano.

Me acuerdo de ver a mi mamá llorar. No podía verla así. Es duro perder un hermano. Pero no quiero pensar lo que es perder un hijo. Pero, bueno, tomé la decisión de seguir y por suerte nos fue bien.

¿Cómo es el trato con los chicos?

Son chicos de 7 u 8 años a 17. Chicos con los que se habla bien. Ellos no disimulan. Te dicen la verdad. Te dicen si están bien o mal. Las cosas cambiaron mucho. Antes se llamaba pensión al lugar en el que se dormía o entrenaba. Ahora parecen hoteles. O Casa River, le dicen a la que tenemos acá. Tienen comodidades que cuando yo era pibe no existían. A los chicos los noto muy cómodos. Y yo también lo estoy. No quiero cometer con los pibes los errores que cometieron conmigo cuando era chico.

¿Qué errores cometieron con vos cuando eras pibe?

El que más me dolió fue que me tuvieran sin jugar y no me digan nada hasta que reclamé. El entrenador de entonces me dijo que no le gustaba cómo jugaba y que si me iba hasta les hacía un favor. Fue duro. Pero insistí y me fui a jugar a otros equipos.

El Toto Lorenzo fue un gran apoyo, ¿no?

Así es. Una vez, estando ya en Unión, me llamó, me abrazó y me dijo: “Flaquito, si me hacés caso hasta llegar a un equipo grande no parás. Y no sé si no la rompés también en la Selección. Porque no tenés veinte virtudes: tenés dos o tres y esas dos o tres las hacés a la perfección. Haceme caso”. Yo sonreí. Tuvo razón.

¿Qué cambió desde entonces?

Dejé las salidas nocturnas al bowling con amigos. También  dejé los panchos con gaseosas. Lorenzo me armó un plan de trabajo puntual que incluyó comidas. No le mentí. Hasta entonces yo prefería quedarme en la esquina de casa con amigos, pero desde esa charla me entregué a lo que me sugería Lorenzo. El Toto concentraba al equipo los viernes a la noche, pero a mi me citaba los miércoles. Me quería controlar.

Y un día pasaste de Unión a River

Nunca me voy a olvidar de un título de la revista El Gráfico: “El 9 que juega para 10”. Había jugado un lindo partido. Y de un día para el otro los dirigentes me convocaron a viajar a Buenos Aires. “Te transferimos a River”, me dijeron. Así no más. Como si te dijera “andá y comprá una gaseosa”. Yo estaba en el aire. Y cuando vi a mis futuros compañeros me daban ganas de pedirles autógrafos: Fillol, Alonso, Merlo, Perfumo. No era un pibe. Tenía 26 años. Pero venía de Santa Fe y me encontré con lo que significa el mundo River.

Fotografías: Gentileza Agencia Télam.