“ES CIERTO QUE GARDEL CADA DÍA CANTA MEJOR”

El historiador Felipe Pigna acaba de publicar una biografía de 600 páginas sobre la historia del zorzal, el mejor cantante de tangos de todos los tiempos. En esta charla con Comunidad PAMI cuenta sobre este libro que le llevó dos años de investigación, pero lo más importante es que fueron dos años de un trabajo que siempre quiso hacer.

Gardel es el título del nuevo libro del historiador Felipe Pigna. Casi 600 páginas de pura historia argentina y gardeliana. El autor analiza al protagonista en su contexto. Para contarlo anduvo por Europa, recorriendo sus caminos. Su lugar de nacimiento, los sitios donde no dejan de homenajearlo. “Dos años para hacer un trabajo que siempre quise hacer”, le dice a Comunidad PAMI. Los archivos argentinos también fueron su lectura obligada. Entrevistas, diarios, documentales. “Me di el gusto de escuchar todas sus canciones”, sonríe antes de aclarar que son más de 800.

De su viaje al mundo de Gardel volvió convencido de que el cantante “supo disfrutar la vida”, hasta que falleció en Medellín, Colombia, el 24 de junio de 1935. Había nacido 45 años en Toulosse, Francia. Su madre era soltera. A su padre nunca lo conoció. 

“Inquieto, perfeccionista. Le gustaba aplicar la última novedad tecnológica a sus trabajos”, lo refiere Pigna. También lo describe “extremadamente generoso” con sus afectos: “Podría haber tenido más dinero del que tuvo si no hubiese prestado tanto”.

Su muerte lo agarró en el hasta entonces mejor momento de su carrera artística. El futuro prometía más: dos películas en los Estados Unidos, el mercado inglés y el sello discográfico propio. “América Latina no había tenido hasta Gardel un ídolo tan masivo”.

Pigna apuesta que “nunca se le subió la fama a la cabeza”. Recuerda que después de sus conciertos solía cantar para la gente que se quedaba a las puertas del teatro. Gratis. “Miles de personas que lo idolatraban. En todo el mundo. Siempre quedaba gente afuera. Y al terminar la función, abría la ventana del teatro y cantaba gratis cuatro o cinco canciones para los presentes”, recuerda. Y lo define como “el primer rockstar”. 

Como tal, imponía la moda. “El estilo Gardel”, simplifica Pigna. Y ejemplifica con la publicidad de la gomina Brancato. “Gomina argentina, la que usa Carlos Gardel”, se promocionaba.

A Gardel le apasionaban dos cosas. Comer y apostar a los caballos. En las noches sus cenas eran abundantes y de largas sobremesas. A la mañana, para contrarrestar, salía a correr. “Había que mantener la ‘pinta Gardel’”, dice Pigna. La imagen no es todo, pero cómo ayuda. Correr, tenis, natación. “Tenía tendencias a engordar”, suelta el historiador. En el turf metió dinero y pasión. Compró caballos, se hizo amigos de jockeys. Les dedicó tantos. Apostó, ganó y perdió. “No terminó mal porque le entraba guita todo el tiempo. Gardel era una máquina de hacer plata. Pero en un momento tuvo que hipotecar su casa por deudas de juego”, grafica Pigna. 

Su niñez fue pobre en una Buenos Aires en la que estaba todo por hacerse. Vivió en el centro pero el barrio, para él, no terminaba en la avenida Corrientes -entonces angosta- sino que seguía en Balvanera y en el Abasto. Conoció personajes de diversos orígenes y le fue tomando el gusto a ganarse monedas cantando folclore primero y tangos después. 

“Gardel es más que el mito”, afirma Pigna y explica que “musicalmente tenía una gran calidad tanto en la voz como en la armonía. No sabía música y para eso llamaba a sus arregladores a cualquier hora. Les cantaba la melodía para no olvidarla y listo. Luego aparecía Lepera, ponía la música y terminaba la magia”. “Supo reunirse con  gente muy interesante. La dupla con Lepera fue tremendamente fructífera”.

El libro comienza con los detalles del accidente que le costaron la vida. Para su reconstrucción, Pigna apeló al archivo: entre ellas, palabras de los sobrevivientes. José María Aguilar, su guitarrista, y José Plaja, su profesor de inglés. Ambos con secuelas importantes. Ese arranque tan literario es como un uppercut a la mandíbula. Uno, lector, se pregunta por qué piloteó el avión alguien que no tenía experiencia en ese tipo de aviones. ¿Por qué sobrecargaron la máquina? ¿Por qué el banderillero no estuvo lo mínimamente atento como para darse cuenta de que había otro avión a metros? ¿Por qué?

Nació el mito. Se lo despidió y se lo lloró masivamente. Gardel, Perón y, desde ahora, Maradona. La dictadura de los 70 intentó prohibirlo. No pudo. Las nuevas modas musicales se afianzaron pero siempre hay un Gardel para indicar que cada día seguirá cantando mejor.

Las generaciones de argentinas y argentinos que siguieron crecieron con esa idea. Quién diría que hoy, con Internet y un mundo híper comunicado, Gardel asomaría su sonrisa de oro en YouTube Music, Spotify o Deezer. “Esas tecnologías y tantas otras confirman que Gardel cada día canta mejor”, dice Felipe Pigna mientras sonríe. No como Gardel, pero sonríe.