opinión
Habla la hija de la abuela
Por Roxana Barone
Ilustración: Ro Ferrer
Por estos días en un zócalo de la televisión se leía: “Habla Susana, la hija de la abuela internada”. Por supuesto que no fue el único de ese tipo en estos tiempos en que las personas mayores se volvieron protagonistas involuntarias de la pandemia.
La ensalada familiar de ese videograph podría ser graciosa y merecer un meme, pero como no se trata de un hecho aislado conviene analizarlo para ver qué esconden y qué nos quieren decir esas palabras. De vuelta: hija de la abuela.
No parece difícil entender que ni todas las mujeres son madres ni todos los varones son padres. A nadie se le confunden estas categorías. ¿Qué hace entonces que las personas mayores por obra y gracia de la edad se conviertan en abuelas y abuelos?
De vuelta: hija de la abuela. En esta frase lo único real es que hay una hija. De la “abuela” no sabemos si tiene nietos, por lo que no podemos asegurar que tenga ese rol. Lo que sabemos a ciencia cierta es que es la madre de Susana.
¿Qué la convierte en abuela? Su supuesta vulnerabilidad. Y ahí está el meollo del lenguaje. Parecería que no alcanza con decir que la mujer es mayor, que vive en una residencia de larga estadía y que tiene COVID-19. Hay que reforzar esa situación apelando a una pretendida sensibilidad y un sinuoso vocabulario que esconde otra cosa: las personas mayores son vulnerables per se, obviando que detrás de este colectivo hay múltiples vejeces.
Allí están Moria, Susana y Mirtha. También están Paolo Rocca, Chiche Gelblung, Pinti y Hugo Arana. Hay científicas y científicas que escuchamos con atención y respeto cuando nos hablan de los avances del nuevo coronavirus y tantos médicos y médicas que nos piden que nos quedemos en casa. Todos forman parte de este gran colectivo de vejeces. Sin embargo está claro que nadie se atrevería a presentarlos como a la madre de Susana en el videograph con el que comienza este texto.
Sería algo así: “Habla el abuelo xxxxx, infectológo”. El absurdo.
El lenguaje es político. Lo que no nombramos no existe. Y lo que nombramos mal, tampoco. Al calificar a las personas con un rol que no necesariamente tienen o quieren cumplir, lo que estamos haciendo es invisibilizarlas.
La pandemia trajo una crisis y, como dice el lugar común, toda crisis es una oportunidad. Entonces, acaso sea un buen momento para empezar a presentar a Susana como la hija de una mujer mayor que tiene COVID-19 y repensar qué decimos cuando decimos.