Un documental sobre las viejas que hierven
Uno de los hallazgos del reciente Bafici fue el trabajo de una directora de 24 años: Violeta Tapia entrevistó a cinco mujeres que para que hablen sobre el sexo en la vejez.
El bastón y la renguera
no serán impedimentos
pa’ tener sexo violento
con algún viejo atrevido
que tenga por bien vivido
lo que lo ha dejau contento.
Es cierto que con los años
las cosas se hacen más lentas
pero si alguien me calienta
al Katresutra recurro
y entre besos y susurros
la libido se fermenta.
El documental Viejas que hierven comienza con la imagen de una taza que se llena lentamente con leche caliente. La voz en off es de la poeta Rosa Rodríguez Cantero, autora del poema que abre esta nota, El amor en tiempos del PAMI. La idea es de Violeta Tapia. 24 años. Directora de cine y montajista audiovisual. Viejas que hierven se presentó en el reciente BAFICI y por unos días más podrá verse on line en esta dirección.
Lo que me motivó a hacerlo -le cuenta Tapia a Comunidad PAMI- es que en el cine y en el mundo audiovisual falta la mirada de la gente grande desde la sexualidad. Siempre hay películas con parejas de viejos tiernos, dulces, pero nunca representados como sujetos con deseos”. En 20 minutos, el cortometraje cuenta a través de Rosa (72 años) y otras cuatro entrevistadas (Stella Solanas, Tili, 75 años; Clarisa Santos, 73; Griselda Negri, 71; y Norma Castillo, 77) cómo se vive y qué se busca en relación al sexo cuando se llega a la vejez.
Pintoras, docentes, amas de casa sueltan frases picantes como “es una masacre lo que se hace con el sexo de los viejos” o “está instalada la fealdad de la vejez”. Hay separadas, solteras y una lesbiana, tal el caso de Norma, viuda de Ramona Arévalo. Ellas protagonizaron la primera boda lesbiana de la Argentina. Por una cosa u otra “nunca nos entregamos plenamente” sostiene otra. A veces, entre risas; otras, con seriedad. Y cada tanto, sin ropa.
Viejas que hierven comenzó a producirse en 2019 pero la pandemia por Covid 19 impidió su finalización. Las entrevistadas se quedaron encerradas en sus casas para respetar la cuarentena. Recién el año pasado se pudo cerrar la edición.
El equipo contó, además de con la dirección e idea de Violeta Tapia, con Dante Picca, Federico Alvarez (música original), Margarita Picca (post-producción de sonido y sonidos electroacústicos), Félix Marano, Federico Zampieri (sonido), Isabella Michea (dirección de fotografía), Julián Seewald (dirección de arte) y Virginia Giovachini (producción).
Conseguir entrevistadas no fue sencillo. “No todas se animaban a hablar. Rosa recitaba poesía erótica; un poema suyo me encantó. Stella era amiga de mi mamá. A Normita le encontré por internet. Y a las otras por una convocatoria. Incluso hubo entrevistadas que hablaron pero se arrepintieron y nos pidieron que las saquemos”, dice Violeta para que se entienda cómo juegan los prejuicios en la temática. Algunas necesitaron un empujón para animarse. Una se puso una máscara pero se arrepintió. Y Rosa, acostumbrada a la poesía, fue la más deshinibida: se jugó con ropa insinuante primero y desnuda después. “Es muy difícil encontrar a una persona así. Es increíbe. Una artista increíble para mí. Un hallazgo total. Hay pocas personas como ella. Y su poesía es impresionante. Una poesía muy argentina, como tanguera”, la elogia Tapia. Tan tanguera que su poema continúa así:
El hombre recurre al viagra
la mujer, al lubricante
para llegar al instante
del orgasmo placentero
y allí comienzan los -pero-
que agobian a los amantes.
Ya desnudos y en la cama
nos besamos flacideces
como tantas otras veces
pasados de calentura
acomodamos posturas
y el gran impulso aparece.
Ya está todo preparado,
-no somos tan exigentes-
estoy estrenando dientes
una prótesis divina
(con ella muerdo en esquina)
para evitar accidentes.
“Aprendí, me fui acercando al tema a medida que lo trabajaba. Preguntas que me hacía… me quedan más preguntas que respuestas. Incluso hay respuestas de las mujeres que son contradictorias entre sí. No hay una respuesta cerrada, total, para cada tema porque cada uno opina a su manera”, reflexiona Violeta Tapia. Y después: “También hay ignorancia. Una de las entrevistadas cuenta que tenía un amigo que como no podía eyacular no quería tener relaciones sexuales. No todos están informados acerca de que hay otras formas de obtener placer con el sexo más allá de la erección. Es un tema tabú”.
A Violeta este trabajo la llevó a preguntarse por su propia vejez: “Es un tema universal. A no ser que uno se muera antes, se llega a viejo o vieja y estas cosas nos van a pasar. Me parece importante hablar en ese sentido. A pesar de tener 24 años, no me considero eterna. Veo personas a mi alrededor a las que les va cambiando el cuerpo y le pasan cosas. Eso te marca y te hace pensar en lo que viene: me va a pasar lo mismo. Tengo conciencia de que el tiempo pasa y de a poco se irá notando”.
Pasado el Bafici, Viejas que hierven seguirá un itinerario por ahora misterioso. La idea del equipo que lo trabaja es presentarlo en distintos festivales de América Latina y expandir las fronteras una vez traducido. Las redes sociales serán un mecanismo para informar sobre las siguientes exposiciones.
Rosa Rodríguez Cantero, en tanto, cierra su poema así:
Siento el temblor de su boca
acercarse a lo profundo
tenemos breves segundos
para dar justo en la nota
así que beso su chota
y así me evado del mundo.
Entonces, la puta madre
mis dientes plastificados
se sueltan desaforados
y en esa pija blandengue
para armar flor de cachengue
quedan, apenas colgados.
Mi amigo no entiende nada
mira mis labios hundidos
un desgarrador quejido
anuncia el triste final
todo termina muy mal
y yo, sin haber cogido.