“A LOS 64 AÑOS EMPECÉ A VIVIR”

Linda Peretz es de esas mujeres que miran para adelante. “De las cosas feas siempre se aprende”, dice la actriz al frente de La Casa del Teatro, donde viven 30 artistas mayores y que arrastra una deuda desde hace años. Lejos de amilanarse por la situación, sigue buscando fondos para que el lugar pueda seguir albergando a quienes lo necesitan.

“De las cosas feas siempre se aprende. No creo en las desgracias. Me pasaron cosas terribles, pero siempre me reinventé. Emerjo de las cenizas, dice la actriz Linda Peretz, presidenta de La Casa del Teatro, un lugar único en el mundo, donde viven 30 actrices y actores mayores.

La actriz recuerda que “hay otras casas similares, pero no son gratuitas como la nuestra. Los artistas tienen su propia habitación con cama y heladera; hay cinco baños por piso; desayuno, almuerzo y cena. Hacen salidas y actividades recreativas. Todas las semanas viene de visita una psicóloga social. También hay clases de italiano e inglés. Yo soy la presidenta pero todos aportamos ideas, trabajo y amor, que es lo que necesita todo artista”.

La Casa del Teatro fue inaugurada por la soprano Regina Pacini en 1938, entonces esposa del presidente Marcelo Torcuato de Alvear. Parte importante de sus ingresos los destinó a obras de caridad. De hecho, al momento de su muerte, en 1965 (tenía 94 años), vivía de una pensión. El edificio de la avenida Santa Fe 1243 fue ideado por el arquitecto Alejandro Virasoro en los años 20 y en 1927 comenzó a construirlo ad honorem. Por falta de fondos tardó casi diez años en terminarse. En el segundo y tercer piso funciona el Teatro Regina.

Quisiera que la Casa del Teatro no cierre nunca. Mientras yo esté, no va a cerrar. Que siga adelante. A luchar es algo que aprendí con los años”, afirma. Y es que por estos días está abocada a solucionar una deuda de años con la AFIP y con ANSES. “Necesitamos dinero y ayuda de mucha gente”, insiste Peretz con humor envidiable a pesar de la situación.

Asegura que nunca baja los brazos cuando se le cruza un problema. En la Casa del Teatro se venden, por ejemplo, vestidos que pertenecieron a artistas de renombre o a modistos que los donaron. Hay uno de Natalia Oreiro. El de Mirta Legrand es el más caro. Roberto Piazza donó algunos de sus trabajos. También se venden barbijos con el logo de la Casa del Teatro. Los alquileres de locales del edificio de diez pisos suman ingresos, aunque no los suficientes para cubrir gastos. Tampoco alcanza el aporte mínimo que se deduce de los cobros de artistas en actividad. Próximamente se instalará una cafetería en otro de los locales. Será otro ingreso. “Pero eso es para la caja chica, no para las deudas más importantes”, insiste. La ayuda del Instituto Nacional del Teatro, dependiente del Ministerio de Cultura, no cubre las necesidades. “La deuda nos mata. Es una piedra en el zapato”, agrega Peretz. .

¿Cómo llevás estos momentos de pandemia?

Lo último que hice fue No soy feliz pero tengo marido, hasta 2018. En el 2019 nos asociamos para hacer Teatro Bombón, una compañía de teatro semi under. También hicimos en la Casa del Teatro un espectáculo que incluía un recorrido por sus instalaciones. Se contaba una historia en una oficina, en la capilla que hay en el edificio y también se subía a la terraza. Eran obritas intercambiables e interrelacionadas. Pero hubo que bajarlas por la cuarentena. Dan ganas de llorar al ver cómo está la calle Corrientes. Teatros con sus luces apagadas, cortinas bajas. Vivimos una emergencia. Estamos en una situación muy extrema. Algo nunca vivido. Pero hay que reinventarse.

¿Cómo es este momento personal para vos?

Doy gracias a Dios por el hecho de ser una señora grande. A los 64 años empecé a vivir. Nunca es tarde para disfrutar. Ahora disfruto porque acepto las cosas malas y aprendo de ellas. Sé que soy la arquitecta de mis situaciones, yo levanto mis propios ladrillos, yo soy la que rema. Para las cosas buenas y también para cosas malas.

¿Sos creyente?

Siento que tenemos socios. Siempre. Será la providencia, o Dios o la buena suerte. Pero siempre hay un socio, más allá de sea uno quien genera las situaciones. Agradezco todo en la vida. Si llueve digo “qué hermoso día”. Y me encanta la lluvia, de verdad. En el teléfono celular tengo una aplicación que me cuenta los pasos y si no hago 10 mil pasos por día no vuelvo a mi casa. Siempre en movimiento, tanto en mi cuerpo como en mi cabeza. Nada me detiene.

En los 90 hiciste teatro para chicos. Si pudieses volver a ese público, ¿qué historia les contarías?

Volvería a La flaca escopeta. Por las redes sociales me piden mucho que vuelva. Hoy tal vez sería algo naif. Pero a la vez super cultural.

“¿Por qué no volver a hacer La flaca escopeta?, dice y se levanta de su silla para hacer como si la mujer que está del otro lado de la webcam fuera a la vez otra. Entonces baila y sonríe como lo hacía su personaje. Y con esa sonrisa, que tal vez la resuma, Linda Peretz da por terminada la entrevista.