“Llenemos nuestro camino de cosas hermosas”

A punto de estrenar una obra de teatro de terror, Silvia Kutika charló con Comunidad PAMI sobre estos meses en los que el mundo debió quedarse quieto. “Buscamos que la casa se convierta en un hecho artístico que nos moviera”, cuenta en esta nota, donde los protagonistas son el casamiento de su hijo, su vida junto al también actor Luis Luque y sus proyectos presentes y futuros.

“Habrá que aprender de la paciencia. Bajar 30 cambios”, apuesta la actriz Silvia Kutika en diálogo con Comunidad PAMI a través de la pantalla de su computadora. 

Querida en el ambiente artístico y por el público, se maneja con perfil bajo y muy buen humor. Simpática al 100 por ciento, desde este fin de semana será la protagonista de una de terror. El cuarto de Verónica es el título de la obra de teatro y ella asegura que los espectadores “se van a morir de miedo”.

El cuarto de Verónica, dirigida por Virginia Magnago, se completa con las actuaciones de Fabio Aste, Adrián Lázare y Antonia Bengoechea. Las funciones serán los sábados y domingos a las 21 en el teatro La Mueca, Cabrera 4255, en CABA. Para Kutika significa trabajar en una historia que le encanta, además de volver a subir a las tablas tras la cuarentena que pasó junto a su pareja, el actor Luis Luque.

¿De qué manera llevaste la cuarentena?

Estuvimos muy guardados, con el cine parado y en la tele con pocas cosas. El teatro es lo que más camina, pero camina lento, difícil. La cuarentena es una experiencia en convivencia con Luis. Estamos solos. Tenemos un hijo que en cuarentena decidió casarse. Cinco días antes de casarse, Santiago viene a casa y dice “dentro de cinco días me caso por iglesia”. “¿Cómooooooo?”. No teníamos ni regalo. Fue un casamiento hermosísimo, con poca gente, con un cura divino que dio una charla espectacular en la que habló hasta de los superhéroes. Su sermón fue en base a eso. Y celebramos en un parque enfrente de la iglesia: a cada uno se le entregó su copita y su bolsita con dulces y salados. ¡Hermoso! También el civil, con poca gente. Empanadas y esas cosas. Aprovechamos el jardín que tenemos al fondo de casa.

Ese jardín habrá sido una bendición en estos meses de encierro.

No solo el jardín. La casa en general. Me dediqué a pintar, que me gusta, y a ensayar El cuarto de Verónica, que me apareció en un momento justo, en el que tengo muchas ganas de actuar. Aprovechamos para rearmar la casa. Hasta ahora fue una cuarentena muy creativa, en la que buscamos que la casa se convierta en un hecho artístico que nos moviera. Hicimos muchas cosas juntos. No digo que fue una cuarentena maravillosa, pero la pudimos pasar como algo creativo, algo que nos unió, que nos dio más tiempo para charlar. Tuvimos charlas muy profundas. A eso le sumamos el casamiento de nuestro hijo. 

¿Cosas que extrañás?

Extraño abrazar a los afectos. Pero no sería justo decir que la pasamos mal cuando muchos compañeros la pasaron realmente muy mal. Hablo de actores y de no actores. Gente que tuvo dificultades de todo tipo. Gente que no tiene un buen lugar para estar o que se quedó sin trabajo. Eso sí me pone triste. Hay una energía alrededor que te toca y es tremenda.

¿Alivia el descubrimiento de la vacuna?

Llegó, pero soy consciente de que no nos van a vacunar a todos de golpe. Habrá que tener paciencia, volvernos más humildes, entender que no somos el centro de todo.

¿Qué te enseñó la cuarentena?

Que hay que bajar treinta cambios. Entendí lo importante que son los afectos, los amigos, la familia. El tenerlos cerca, el contacto, los abrazos. Darles un beso. ¡Compartir un mate! Comer una picada o agarrar las cosas con la mano sin que los demás te miren raro. Eso está tan lejano ahora.

¿Qué recordás del principio de la cuarentena?

Que salía a dar una vuelta con mi perro y era como ver el mundo en una película de ciencia ficción. No había nadie en las calles. Por otro lado aprecié el sonido de los pájaros. También el silencio. Me llama la atención que hay más mariposas. Soy una bióloga frustrada, me gusta la naturaleza. Estudié cuatro años de Biología. Me mueve mucho eso. En esos primeros tiempos de cuarentena, el silencio y el mirar para arriba y descubrir el cielo más celeste también me dejaban como sin aliento.

¿Qué tenés ganas de hacer cuando todo vuelva a la normalidad?

Una fiesta con los seres queridos. Con los amigos, con la familia. Un encuentro. Una gran picada. Con música y guitarreada. Esas cosas. Ir al cine, al teatro. Abrazarme más con mi hijo.

¿Cuál fue la sensación de empezar a ensayar con estos protocolos?

Es raro. Había que aprender a priorizar el tema del cuidado en los ensayos, mantener la distancia, cómo moverse. Pero cuando leí el libro de El cuarto de Verónica me dije “esto no me lo puedo perder”. Entonces lo que perdí fue el miedo a los ensayos. En los primeros tiempos nos reuníamos en una sala que se llama Gargantúa, en Chacarita, con terraza. Muy grande. Nos sentábamos a hacer lectura, separados. Éramos seis personas. Y ensayamos para hacerla sin abrazos ni besos y con distancia. Incluso, la obra habla sobre un acercamiento, que no existirá. No hablamos de frente con el otro personaje sino un poco de costado. Por supuesto que estamos todos hisopados. La obra es una maravilla.

 

Se te nota muy entusiasmada.

Es que para mí es como una joyita de esas que se encuentran de vez en cuando en la vida. Una obra de suspenso, de misterio. Un poco terrorífica. Del mismo autor de El bebé de Rosemary (Ira Levin). Una obra en la que nada es lo que parece.  

Al menos pudiste encontrar lo bueno en lo malo.

Estas cosas que nos pasan tenemos que tratar de que no nos pasen porque sí. Que sean por algo. Tratemos de elegir y priorizar el aprender, el crecimiento. Las cosas amorosas. ¡Qué se yo! Lo que digo puede sonar como amor y paz, pero no. A todos nos pasaron cosas tremendas. Había leído algo hermoso: no miremos con envidia el camino de la otra persona, porque no sabemos cómo estuvo su camino. Aprendamos del tránsito de nuestro camino. Con respeto, con amor hacia el otro. Llenemos nuestro camino de cosas hermosas pese a lo que nos pasa. Al menos acá estamos, con la posibilidad de pararnos, de respirar. Naciendo cada día. Eso es lo que deseo para mí.