LA PORTEÑA QUE ELIGIÓ UN PEDACITO DE PARAÍSO CORDOBÉS PARA VIVIR

Afiliada a PAMI, Graciela Cañarte abandonó hace 40 años el Obelisco y se mudó a Agua de Oro. Desde su lugar en el mundo, disfruta de un presente en el que la huerta y tirarle semillas a los pajaritos son parte de sus rutinas diarias; pero también cuidarse mucho. La esperanza es la vacuna, dice. 

 

A quienes no conozcan Agua de Oro (en Córdoba, 2.000 habitantes, paz) les alcanzará -antes de entusiasmarse en ir para allá- con escuchar unas pocas palabras de Graciela Cañarte para saber de qué se trata. “Es precioso. Es el lugar que elegí para vivir. Me gusta mirar por la ventana de mi casa: veo las sierras, veo verde. Pájaros. Es un pueblito muy amable. Hay un río que cruza la entrada del pueblo, al que se ingresa por un puente. El río es pequeño, de poco caudal, y nos abastece de agua corriente”, describe mientras uno, desde Buenos Aires, la imagina en el paraíso.

Graciela Cañarte tiene 70 años y es afiliada a PAMI desde que se jubiló como fonoaudióloga. Nació y creció a seis cuadras del Obelisco porteño pero desde hace cuarenta años su lugar en el mundo es Córdoba. Y de Córdoba, hace veinte años optó por Agua de Oro. “No quería que mis hijos se críen en departamentos, por eso me vine”, justifica antes de mencionarlos: Mariela, 47 años, vive en Estados Unidos; Andrea, de 44, en Córdoba Capital; y Gustavo, de 40, en España.

En Agua de Oro tiene su casa que comparte con Adrián, su pareja. La tecnología ayuda a mantener el contacto con hijos y nietos. Entre sus vecinos respetan a rajatabla la cuarentena por Covid 19. “En este pueblo hubo mucho cuidado. Muchísimo. Tengo diferencias con la Municipalidad pero en este caso debo reconocer que fue sumamente cuidadosa. Muy. Durante meses hubo controles en la entrada y los que no tenían motivo para entrar, se volvían. Hubo retenes de 24 horas durante meses. Así y todo, tuvimos casos, pero pocos”.

Si cada uno contribuye al cuidado, sabemos, no solo se cuida a sí mismo sino a los demás. Entre las medidas de seguridad sanitaria, Graciela tiene una mesa a la que llama Mesa Covid. “Está en la entrada de casa. Ahí apoyamos todo lo que traemos de afuera. La usamos todo el año. Tiene un plástico sobre el que apoyamos las cosas. En esa mesa dejamos los alcoholes y todo lo que sirva para desinfectar”, se ríe sobre su fanatismo preventivo. 

“Fue como un aprendizaje que nos impusimos y al que nos acostumbramos. Ahora lo hacemos de manera automática”, comenta antes de opinar que “los casos de contagio fueron porque no se han cuidado o hubo desatenciones”. Dice que con su pareja casi que viven aislados y que si se juntan con alguien es porque saben que se ha cuidado.

Tiroides, colesterol y gastritis la obligan a tomar remedios. “Pero con el beneficio económico de los medicamentos gratuitos que ahora nos da PAMI tengo cobertura del 100 por ciento de las tres cosas que tomo. De otra manera creo que se irían como mínimo 2000 pesos al mes. Y eso que son remedios baratos. Porque hay otros mucho más caros, que por suerte también tienen cobertura del 100 %. Eso nos ayuda muchísimo. Porque es plata que podemos destinar a otra cosa”, resume Graciela cuando habla de su salud.

Si le preguntan por su lugar de origen, contesta que es porteña. Pero si le preguntan por el de pertenencia, aclara: “Soy una porteña que eligió dónde vivir, dónde hacer su vida, que está hecha acá, en Agua de Oro”. Y cuenta que le gusta su rutina mañanera: “Me levanto y me tomo el tiempo para desayunar. Antes riego plantas, cuido la huerta y voy al patio a tirar semillas para que bajen los pajaritos”. Cuando no había restricciones por el Covid ensayaba en un coro, actividad a la que quiere regresar en cuanto las cosas mejoren. El WhatsApp se convirtió en herramienta de comunicación con familiares y amigos. La lectura y las series de tv tienen lugar en su quehacer diario. “Siempre hay algo para hacer en la casa, por eso trato de no tener una actividad fija”, señala.

En tanto el mundo se adapta a la nueva forma de vida, Graciela opina que la salida es social: “No tengo miedo si no prudencia. Hay que tener respeto y cuidado. El individualismo, la falta de empatía, genera situaciones egoístas. Por eso, siento que de esto salimos con respeto y entre todos”.

Y para el final deja un deseo: “Tengo la esperanza de que la vacuna contra el Covid  funcione. Por mí y por el resto de la gente. Ojalá podamos superarlo”