ALICIA, LA LEEDORA DE
CUENTOS PARA NIÑOS Y NIÑAS
Alicia Cufre les lee a chicos y chicas de escuelas de la Ciudad de Buenos Aires a través del programa Abuelas y Abuelos Lee Cuentos de PAMI. La actividad, que ahora realiza de manera virtual por la pandemia, le permite hacer algo que disfruta y elegir qué hace con su tiempo.
Desde hace dos años, Alicia Josefina Cufre lleva un registro de las lecturas que hace para chicos de escuelas. En 2018 le hablaron de Abuelas y Abuelos Lee Cuentos, la propuesta de PAMI que consiste en que las personas mayores lean para alumnos en las aulas. Se entusiasmó y empezó. La cuarentena por COVID-19 no fue un impedimento para seguir. Si antes visitaba las escuelas, ahora coordina con maestras y bibliotecarias para leer por Zoom.
“Tengo anotados los títulos de todos los cuentos que leí”, sonríe ante Comunidad PAMI durante una charla que, a través de cámara web, se transformó en esta breve historia de lecturas y aprendizajes. Piu piripiú, de María Elena Walsh, fue el primero. Se lo leyó a nenas y nenes de primer grado de la escuela Casto Munita, en el barrio de Belgrano. Sin mirar el cuaderno de registros, intuye que ha leído cerca de 5o cuentos.
Silvia Schujer, Elsa Bornemann, Liliana Bodoc y Luis Pescetti son algunos de los otros autores que también salieron de los pulmones de Alicia. Además están los clásicos, como Caperucita y el lobo. Alicia agrega poesías y adivinanzas. Un toque propio para darle más magia al momento.
Cada historia es un ida y vuelta. Eso es lo genial de la lectura. Cuando los ojos quien lee y de quienes escuchan se cruzan a través de un relato se construye un puente. “Anímicamente es muy bueno hacer esto. A esta edad hay que hacer cosas que te gratifiquen. Y a mí me gusta el trato con los chicos”, dice Alicia, de 74 años.
Leer un cuento no es para ella elegir un título y listo. Se lo toma bien en serio. “Requiere una preparación”, suelta. La preparación empieza con los docentes, quienes le dicen en qué están trabajando con el alumnado. Con esa base, ya tiene una idea. Los textos pueden llegarle de parte de las y los bibliotecarios de los colegios. Cuando tiene eso, practica. Se sienta en su casa y lee a ver cómo le sale hasta que encuentra el tono.
La cuarentena le permite tomarse más tiempo para elaborar lecturas. En la ciudad de Buenos Aires no todos los colegios pudieron adaptarse a las nuevas tecnologías. “Antes tenía tres colegios y eso me demandaba más horas. Ahora tengo uno solo”, dice. “Pero como siempre lo hice con gusto, el del tiempo no es un problema. Al contrario: como lo hago con ganas, lo disfruto”. Ahora, a través del Zoom, les lee cada quince días a los alumnos de la escuela Manuel Láinez, en Belgrano, cerca de su casa.
Se recuerda asidua lectora desde su adolescencia. Creció en una casa en la que su madre leía mucha poesía. Ahora que lee a las chicas y chicos, cree que puede saldar un viejo anhelo personal. Y posiblemente se anime a la escritura. “Nunca se sabe -comenta-. La vida te lleva por distintos caminos”.
La lectura le da la posibilidad de interactuar con las nuevas generaciones. “Me interesa saber qué piensan los jóvenes. Me gusta tratar con ellos. Te abren la cabeza. Si uno se les acerca de buenos modos, se abren. No hay que ser entrometidos. Hay que dejarlos hablar, buscar los momentos”.
Los talleres y el aprovechamiento de su tiempo libre se combinan para hacerle más llevadero el aislamiento. Con la Casa de la Cultura de PAMI hace, justamente, otro taller que va por ese lado. “Tiempo para mí, se llama. Es que siempre busqué y busco tener tiempo para hacer lo que quiero, lo que me gusta. En Tiempo para mí hablamos de muchas cosas. De realidades de la gente de nuestra edad. Problemas y cosas lindas. Cosas que nos atañen”, suelta.
Alicia vive con su marido, Víctor. Tiene dos hijos y cuatro nietos a los que extraña. Se la percibe emocionada cuando recuerda que apenas los vio desde que se inició la cuarentena por Covid 19: “Los ví muy poco, pero tenemos que ser responsables”. Y después: “Me hace mal todo esto. Esperemos que pase pronto”.
“No queda otra que cuidarse, prevenir, porque lo del coronavirus es una realidad. Primero se lo veía como algo lejano. Uno escuchaba cosas pero nada más. Ahora, en cambio, es como que cada vez está más cerca. Una sobrina que vive en Mar del Plata tiene a su marido de 45 años internado con Covid. Amigos de mi marido fallecieron por Covid. O sea, es una realidad a la que hay que prestarle atención”.
Sus nietos le enseñaron a utilizar las vías de comunicación propias de internet. Eso le permitió mantener el contacto con los suyos en estos meses. Las redes sociales le abrieron canales de información. “Aunque no dejo que me manejen la vida”, aclara.
Cuando piensa en un regreso parecido a lo que se vivía antes de la pandemia, los jóvenes vuelven a aparecer en su horizonte. “Ojalá que se puedan reencontrar con sus compañeros y amigos. Porque ese contacto no se suple con las redes. El contacto físico, los cumpleaños, los encuentros, se los están perdiendo, son irrecuperables. Mi nieta cumple 15 en diciembre y no podrá hacer su fiesta. Claro que hay cosas más terribles, pero para la persona que no puede celebrar es triste”.