“El dibujo me vincula a la infancia”

De paso por Buenos Aires, Liniers destaca al humor como herramienta fundamental para enfrentar a quienes no saben reírse de sí mismos.

“El dibujo me vincula a la infancia. Mafalda es mi base bibliófila. Lo que hizo Quino fue llevar el mundo adulto a los chiquitos. ¡No existen chiquitos capitalistas! Pero en Mafalda está la sociedad argentina de los 60. La revolucionaria con libertad, Guille que hace el gesto de la Juventud peronista. Son niños grandes. Después te bajan la info de la ideología, izquierda, derecha, católico. Pero a los 5 años sos 100 por ciento vos. ‘Esta es la versión destilada de lo que va a ser ese pibe de grande’, pienso cuando veo un nene de 5 años”, dice Ricardo Siri, Liniers, de visita por Argentina. Nació hace 48 años en Buenos Aires, hizo casi toda su vida (y por ende su carrera como dibujante) en la Argentina, pero hace unos años se fue a vivir a los Estados Unidos. Vive en una zona de bosques, bien diferente a la de Recoleta, en la que se crió.

En 2018 ganó el que se considera el Premio Oscar de la historieta, el Eisner. Tiene más reconocimientos. Entre ellos, el Konex. Es personalidad destacada de la cultura de la Ciudad de Buenos Aires. Sus libros, tiras, dibujos e historietas son geniales. Originales. Macanudo es su mayor referencia. Y tiene buen humor.

Soy de Recoleta, el único barrio de toda Argentina en el que no sos un pibe de barrio. Sos un cheto de Recoleta. Pero en mi caso, clase media. Ni campos ni nada. Mi viejo era abogado.

¿Cómo era ser pibe de los 70 y 80 en Recoleta?

Tranquilo. Me robaron una bicicleta y el walkman. Pero el walkman me lo robaron en una estación de tren, en Belgrano. Y la bicicleta me la robaron en cinco minutos, mientras me daba vuelta para hacer algo con unos amigos. Todavía no entiendo cómo el que me la robó lo hizo tan rápido. Me gustaría verlo para felicitarlo por la rapidez con que lo hizo.

Vamos al otro extremo. Ahora no vivís en una ciudad sino en una zona de bosques, en los Estados Unidos.

Literal. Casi Canadá. Vermont, Estados Unidos, 5 horas al norte de Nueva York. Una hora al sur de Canadá. Hace años con Angie (del Campo) queríamos vivir en otro país. Ella vivió en Irlanda, Israel, Suiza, Suecia. En 2007 o 2008 vivimos en Canadá. Y queríamos irnos a vivir a otro lugar, algún lugar que no fuera ciudad. ¡La familia Ingalls! Y apareció una escuela de historieta en Vermont y allá fuimos. Hace 5 años que estamos ahí. Buenos Aires es como el sofá de tu casa, es el lugar donde estás 100 por ciento cómodo, en calzoncillos y comiendo papas fritas. Acá cuando llegás ves todas las cosas que hacemos mal porque sí. Y te da como cierta ternura. Somos un desastre, pero lo bueno es que ahora el resto del mundo se está acoplando al sistema nuestro de ser un desastre. Estados Unidos tiene inflación, por ejemplo. Y les digo que lo de ellos es expropiación cultural: la inflación es nuestra.

 

¿Cuando supiste que ibas a ser historietista?

A los 10 años tenía clarísimo lo que quería hacer. Dibujaba historietas de Rocky, Tiburón o de La guerra de las galaxias. Pasaba horas así. A los 18, con esa cosa de querer ganar dinero, me anoté en Publicidad. A los 20 veía que no me gustaba y me anoté en un taller de historietas de Pablo Sapia, que me encantaba cómo dibujaba. Lo llamé rápido para no perder el espacio, y al final era su único alumno. Pero era un taller y por ahí deambulaban Sergio Langer, Diego Bianchi, Diego Parés, todos pibes diez veces mejores dibujantes que yo, pero me daba cuenta de lo buena gente que eran los dibujantes de historietas. Generosos, con una cosa comunitaria. Porque nadie espera ganar guita. Es como los poetas, nadie se pone a escribir poesía para hacer plata. Se hizo un grupito hermoso. Mis viejos hasta el día de hoy no entienden cómo fue que anduvieron los pingüinos que dibujaba de chiquito y con los que creían que me iba a cagar de hambre.

¿Qué personajes te gustaban de chico?

Amo la animación argentina. Hijitus, Larguirucho. Amo a García Ferrer. Sus malos eran muy malos y sus buenos, perfectos. Pero el mundo no es así. El 99.99999 por ciento no es así. Habrá unos hijos de puta que están por ahí, como Trump o Putin, pero no es que hay un 100 por cien. Me gustaba Larguirucho porque tenía una zona gris, los otros eran buenos o malos.

¿Para qué creés que sirve el humor?

Es una herramienta que funciona como un arma, sobre todo cuando la gente no tiene sentido del humor. Son muy pocos los políticos que tienen sentido del humor. Y cuando digo sentido del humor me refiero a que se rían de sí mismos, no que se burlen de los demás. Donald Trupn tiene cero sentido del humor. Porque se enoja más con Alex Baldwin que con Putín. No puede manejar que alguien le muestre una falla suya. Me parece que es importante que los diarios publiquen humor. Y los diarios que no publican historietas son sádicos. Porque los leés a la mañana y te cagan a palos. Y está bien que al final haya una página de gente diciendo “está todo bien. Lo grande es horrible: Ucrania, la inflación, pero lo chiquito… mirá alrededor… hoy a la noche vas a ir a tomar una cerveza con amigos…”. Y la vida está hecha de lo chiquito. Lo gigante te jode, lo gigante es el walkman que te roban. Y lo otro es tu mamá que te espera en tu casa y te dice “no te preocupes” y te das cuenta de que tu vieja es copada.

Foto: Tasha Mureșan

¿Qué te cambió el Covid en cuanto a tus rutinas?

Mi rutina es la misma que las de todos con el Covid. Pero era así desde antes de que apareciera el Covid. ¡Ahora son todos historietistas!, pensé. Me levanto, tomo unos mates, veo los diarios. Dibujo 5 horas a la mañana, que es cuando estoy más funcional. Llevo a las chicas al colegio, paseo al perro. Nada fuera de lo común.

 Apostaste y seguís apostando a una editorial (Editorial Común) en Argentina.

Con Angie empezamos en 2008 a publicar las novelas gráficas que acá no tenían lugar. Sentía que el hecho de que no se publicarán acá era como que Andrés Calamaro sacara discos en España pero no acá, que Charly García sea conocido en Italia pero no acá. Entonces decidimos publicar dibujantes de acá o de afuera y empezamos con eso. En los últimos años viramos el material hacia un público más joven. Porque en un momento la historieta se fue a los adultos y se olvidaron de los chicos. Si un chico va a leer 800 páginas de Harry Potter, también va a leer historietas. Entonces la idea de la editorial fue publicar ese tipo de material.

Como fan de Star Wars, ¿cuál es tu personaje preferido?

Yo quería ser Han Solo. Pero terminé siendo más un R2D2.