50 años con el boxeo

Prefiere llamarse crítico antes que periodista. Osvaldo Príncipi es la voz autorizada para hablar de este deporte, con mucha historia de éxitos en la Argentina. Hoy sigue desplegando su arte de contar en la televisión, la radio y las redes.

“Los libros escritos pertenecen a ese tipo de cosas que te dan satisfacciones con el tiempo”, dice Osvaldo Príncipi (64 años). Periodista especializado en boxeo, Príncipi tiene también su perfil de escritor, el menos conocido. Uno de sus libros es Tango libro boxing club, junto a Eliseo Alvarez, que refleja entrevistas y reflexiones de intelectuales y boxeadores que pasaron por el programa radial del mismo nombre. En el otro, La vida es un ring, boxeadores y artistas de distintas ramas explican por qué aman el boxeo. Sin embargo, afirma y se resigna, que ambos quedaron en el olvido.

Más allá de lo literario, está el Príncipi popular, conocido por su forma rigurosa y desacartonada a la vez de contar al boxeo. En la gráfica, en la tele o en la radio. De esos conocimientos se desprende una charla que habla de cómo un periodista serio se mantiene lejos de la tentación del papelón, como suele pasar con varios de sus colegas. Y, también, de cómo se adapta a estos tiempos de comunicación on line que en nada se parecen a los de sus inicios.

“Sigo en televisión, hago radio en la 2×4, y escribo para La Nación. Me adapté a las nuevas modalidades que implican cuidarse, salir lo menos posible de casa. Mucho Zoom, poca salida: no se puede viajar. No hay garantías de nada. Tuve la suerte de que me respetaran las condiciones laborales durante la cuarentena”, dice al inicio de esta charla con Comunidad PAMI. 

En tu forma de contar al boxeo se ve una mezcla de conocimiento, bohemia e informalidad. ¿Coincidís?

Cada profesional debe saber dónde está su lugar y cuál es su medio. Un profesional que no sabe cuál es su lugar, su medio y su público, creo que está paralizado en torno a la realización de sí mismo.  Uno es el representante del público, del lector o del televidente. Me dedico al boxeo y sé cuál es mi medio, mi público y mi modo de analizar al boxeo. Y mi forma clásica de analizar al boxeo se sostiene y se mantiene. Hoy lo que prevalece es la disputa entre el periodista y el publicista. El publicista te ofrece un espectáculo y todo va bien, todo va color de rosa. El periodista es el que lo analiza y orienta al espectador en lo que está viendo. Para el publicista está todo bien y te compara un espectáculo cotidiano y le da la grandeza de una súper batalla. Pero el que sabe ve que no la tiene y entonces lo otro satura un poco. El publicista hoy es más buscado que el analista. Pero creo que el público sigue respaldando al crítico.

Ahí podemos hablar de credibilidad, una palabra que parece que se está perdiendo.

Exacto. Uno recorre todo pero selecciona la fuente. El gran aprovechamiento cibernético es descubrir cuál es la mejor fuente de consulta. Y no es la primera que aparece. Hay que saber cuál es la página web valiosa y cuáles son las de descarte. Quién informa y quién publicita. Eso es clave. Por eso también es importante actualizarse cada vez que se viaja.

¿Las redes sociales te sirven como material de consulta?

No. Hablo de páginas y medios de comunicación y no de redes sociales, chateos ni Twitter. Hablo de medios importantes de los cuales no copiás información sino que la compartís. En ese sentido, me creo un buen detective y tengo mi población pequeña pero idónea. Disfruto de los medios y no de chats ni monologuistas ni de tirabombas de cuarta. Encontré la clave para trabajar en internet con opiniones y páginas creíbles. No creo que el chatero llegue a los nexos de información del boxeo.

 …que lamentablemente abundan.

Es que el tirabombas de cuarta hace vacilar a un jefe inseguro. Hay un tema que me divierte y me costó relaciones: la vuelta al ring de boxeadores viejos. Ttyson, Hollyfield. ¡Se publica de todo! Nunca suspendieron a un jefe de redacción mentiroso, por ejemplo. A mí se me caería la cara de vergüenza. Pero la forma de mejorar esto es apuntándole a la cabeza del dueño del medio. Decir cosas como “el diario propiedad de tal mintió”. Y eso que hoy se pueden hacer cosas muy buenas con contactos. Hasta se puede llamar a gente idónea por WhatsApp a un costo bajo. Pero, por el contrario, abundan los canales de televisión que tienen mesa de Deportes con la misma insolvencia de un chatero que no dice la verdad. 

¿Cómo te adaptaste al trabajo en la cuarentena?

En La Nación me manejé por mail. Después, tengo un equipo para trabajar con el Zoom. Para mí no es ponerse y grabar. Depende de un camarógrafo, el entrevistado, mi cámara y el plano de la computadora. Porque hay que dar al menos tres planos. Se graba mi pregunta, se busca una escenografía. Así hago Artistas del ko. Luego edito porque creo que salvo el Zoom, una nota no tolera más de 15 minutos. Hoy le pedimos al entrevistado si tiene una pantalla mejor en el teléfono. Dependo cien por cien del equipo de trabajo. Montamos como un pequeño estudio casero de televisión con Lucas di Silvestro, que es el editor y camarógrafo de Artistas del ko y de mi canal de youtube, el Príncipi Boxing Channel. También está mi hija, Lisa, que es experta en Twitch. Es muy buena productora ejecutiva. Y en las coberturas, si estoy apoyado, mejor. Pero me la banqué solo muchas veces con coberturas para La Nación. El enviado especial no debe ser un facha tutti. Porque hoy un facha tutti que hace todo, como filmar, sacar fotos, entrevistar, escribir, le saca el lugar a un editorialista. En el periodismo nos debemos ese debate. Pero son batallas que se van perdiendo. Porque la calidad informativa pierde por ko.

¿Por qué atrapan tanto las historias de boxeadores?

Porque son historias de personas que quieren ganarle a la vida con lo que la naturaleza les dio: su fe, sus puños. Historias en las que el muchachito intenta conquistar a la hija del rey. Ahí está todo: el origen, la bondad, el amor, la pobreza, el auge, el ocaso. Pasar por el boxeo es un poco el tránsito por la vida. La llegada del boxeador es como la llegada del hombre a la cima. Tenés matices de conversión, o no. Está el que mantiene las raíces o aquel que las deforma. Está el camino de la duda. El camino con obstáculos. Y nunca se sabe el final de la historia. Aunque digan que ya se sabe, nadie sabe cómo termina la historia de un boxeador

¿El mejor boxeador?

Ray Sugar Robinson. Veo su historia y me conmueve. Cierro los ojos y me gustaría estar en esos escenario de los 40, de los 50, viendo sus peleas duras. O meterme en historias frescas de Muhammad Alí, a quien tuve el gusto de ver cuando vino a Buenos Aires en el ‘79. Tengo su autógrafo, pero nunca trabajé en modo directo en una pelea suya. Trabajé en peleas de Mike Tyson, a quien pude entrevistar en el camarín de Ideas del Sur, cuando vino a bailar con Tinelli. Los tiempos de Alí tenían más bohemia y los de Tyson más electricidad. Pero si bien Tyson tiene un impacto histórico que no cruza la grandeza de Alí, tiene un impacto tremendo. Alí es un boxeador que para nosotros alcanzó la primera parte del vía satélite. Era fantasía, Alí. Tyson es del cable. Alí y Robinson se enamoraron del boxeo. Tyson no me enamora porque creo que fue un hombre que usó al boxeo así como el boxeo lo usó a él.

¿Y en Argentina?

Monzón fue lo más. Luego, Nicolino Locche. Después de ellos ya me metí de lleno en el trabajo y entendí que más allá de admirar, cuando uno trabaja como crítico de boxeo no debe dejarse invadir por la emoción. Un crítico tiene que ser un robot con talento para calificar a favor o en contra pero no tanto para enamorarse de los boxeadores porque eso te puede desviar de la crítica objetiva.

¿Cuánto tiempo llevás con el boxeo?

El 1 de febrero cumpliré 50 años informando sobre el boxeo. Empecé en La oral música hogar, de Mercedes (provincia de Buenos Aires, donde nació el 14 de diciembre de 1956). Siempre lo hice con la misma responsabilidad, tanto hacia aquellos boxeadores mercedinos como a aquellos a los que veía en el Luna Park cuando iba para La Nación. Entré al Luna Park en el 74 por primera vez. Recuerdo ver en el gimnasio a (Carlos) Monzón saltando la soga. Estaba (Horacio) Saldaño en el ring. Y (Víctor) Galíndez.

¿El deporte de antes era mejor?

El boxeo no es el de antes. Pero el deporte argentino tampoco. Cada vez está más lejos del mundo desarrollado. El boxeo argentino se aleja del boxeo desarrollado como el deporte argentino se aleja del deporte desarrollado. Y Argentina como país se aleja del mundo desarrollado. Todo es directamente proporcional. Al boxeo se le mete una presión, una condena de toda la vida.

¿Te sentís querido por la gente en general?

Creo que la gente me quiere porque le digo la verdad. Y porque respeto. Pienso que la gente me respeta más de lo que me quiere. Vivimos una época tan dura de sentimientos que no sé si hay tiempo de querer a desconocidos.

¿Por qué decís que no te considerás periodista?

Porque me considero crítico de boxeo. Todo lo que hice fue con una responsabilidad absoluta. Me comunico con la gente igual que con cualquier otro porque soy igual a la gente. No somos divos. Hay una pequeña población de trabajadores que se consideran divos y no se dan cuenta de que son trabajadores golondrinas que cuando se termina el laburo hay que empezar de nuevo. Creo que tengo más respeto que cariño porque el público quiere al que está cerca. Y estamos cerca por una cuestión afectiva. Lo que exigimos y lo que damos es respeto.