Pozzi: “Fue un desafío lograr la mirada de Videla”

Marcelo Pozzi, el actor que interpreta al dictador en Argentina – 1985, habla de cómo se preparó para participar en esos casi 4 minutos clave.

Aunque apenas se lo ve unos minutos, su sombra siempre está. El asesino y ex presidente de facto Jorge Videla lee un libro -posiblemente la Biblia- mientras el fiscal Julio César Strassera lee su alegato. Que terminará con el célebre “Nunca más”. Hablamos de Argentina, 1985, la película que ficciona cómo fueron los preparativos para llevar a juicio a los máximos responsables de las juntas militares que gobernaron al país desde 1976 a 1983.

En la película, Strassera es Ricardo Darín; Videla, Marcelo Pozzi, actor de larga trayectoria que, le cuenta a Comunidad PAMI, ensayó muchísimo para lograr una mirada similar a la de Videla. Mirada asesina. “Serena, tremenda, perturbadora”, describirá durante la siguiente entrevista. Lo logró. Pueden verlo en este link: https://www.youtube.com/watch?v=wfWfFZsMzTg. Al final, cuando todo termina y la sala estalla de júbilo y dolor a la vez, se lo ve a  Videla soberbio, matón, amenazante. Se pone de pie y mira a la gente. Vean esos 8 minutos y sobre todo el final: https://www.youtube.com/watch?v=i18FQPnsyPc. 

Argentina, 1985, nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera (la ganadora fue Sin novedad en el frente), generó una masiva concurrencia a los cines. Además, instaló una vez más el debate sobre los derechos humanos y la dictadura. Tema nunca olvidado pero recordado especialmente este 24 de marzo, a 47 años del golpe de Estado. Pozzi (7/163) hizo referencias al significado de ponerse en la piel de ese asesino que fue uno entre tantos otros asesinos.

-¿Cómo llegás a convertirte en Videla?

-Mariana Mitre (directora de casting) me propuso hacer el personaje, directamente, sin casting. Se interesó en que hiciera el personaje. Fue un halago, algo estimulante. Ella me decía que el personaje no tiene desarrollo, pero es Videla, lo cual significaba en sí mismo un desafío. Me interesó la propuesta, el desafío, de interpretar a un personaje archi conocido, más allá de lo que significó. Así que dije que sí, aún sin haber leído el guión. Cuando pude leerlo, me puse a buscar materiales. No tenía muchas imágenes de aquel momento, de qué sucedía exactamente en la sala. Encontré algunas, que fueron las que me inspiraron. Como cuando la sala desborda de emociones e insultos y se lo ve a Videla mirando a la gente, mirando con una mirada tremenda, la cabeza en alto, con un convencimiento… Si yo logro esa mirada, sostener esa actitud, serena, tremenda, perturbadora… ahí me dije que era por ahí. Es un personaje siniestro al que había que contar con muy poco.

-¿Qué destacás de la experiencia?

-En lo personal, destaco es la película en sí. Un peliculón, que adoro. Porque está contada desde una ficción. Eso es el arte. Ir hacia la emoción, que la emoción provoque. No era un documental. El logro de la película es haber sabido elegir qué se inventaba y lo que provocaba. Faltaba una ficción así. Creo que fue muy bien recibida, la película. Eso me emocionó. En ese sentido estoy orgulloso de haber participado. 

-¿Qué es ser Videla en una ficción?

-La mirada, la voz, los gestos que no eran de él. Hay algo que se acepta aunque no sea parecido. Hay algo del parecido… Eso es lo que sucede con una ficción. La imagen en la que se lo ve leyendo durante el alegato no sucedió, pero podría haber sucedido. Eso es lo que tiene la ficción. Se lo pudo mostrar, tal vez desde ese lugar, como alguien convencido de lo que hizo. Porque estaba convencido, realmente. La película nunca tendió a la imitación del personaje. Es un juego el del actor, algo que sucede en el momento.

-¿El placer de jugar?

-Ese es el placer de hacer un personaje así. Uno está comprometido con el juego del personaje, si no es imposible actuar. Absoluta concentración y absoluto compromiso con el juego de actuar y no con la realidad. Hay que distanciarse, porque si uno cree que es Videla… Sería tremendo. Por eso el juego. Jugar a ser eso.

-¿El estreno de Argentina – 1985 se produjo en un momento oportuno como para afianzar el recuerdo de la dictadura?

-Claro, muy oportuno. Quedó demostrado en la cantidad de gente que fue a verla. Lo que ocurrió con el público fue tremendo. La película funcionó por algo relacionado a los derechos humanos, un tema al que apunta de manera directa. Cualquier persona de bien no va a estar en desacuerdo con los derechos humanos. La película fue al corazón de lo que había que defender. Luego es responsabilidad de cada uno que eso se cumpla. En ese sentido la película es un golazo.

-¿Qué se siente, por más que juegues con la actuación, al momento de recrear aquello?

-Emociona mucho y me emocionó formar parte de Argentina – 1985. Hay una nota en la que Ricard0 (Darín) cuenta que cuando se hace el contraplano de la escena en la que los militares ven como si fuesen espectadores el momento del “Nunca más” y era tan real, viendo a la gente festejar… Fue como un túnel del tiempo. Me emocionó eso. Lloraba. Es emocionante. 

-¿Qué recuerdos tenés de aquellos años?

-Yo era muy chico, pero tengo recuerdos, cosas que nos marcaron, como país…. por eso la película es tan buena. No me gusta decir que sea necesaria, pero sí que es una película muy bella, que lleva a la reflexión. En esos tiempos estaba en otras cosas. Más de enamoramientos que del país en general. Era un adolescente, acaba de morir mi padre. Se hablaba de lo que pasaba, pero con cierta inocencia. Nunca tuve contacto o experiencia tan tremenda como la que sí tuvo otra gente. Me refiero a los desaparecidos.

-Después llegó la explosión social con el regreso de la democracia. Fiestas, libertades, el rock nacional al que tanto se alude en la película.

-Recuerdo que aquellos años de regreso de la democracia fueron de fiesta; una gran fiesta. Como que eso iba a ser para siempre. Con grandes músicos, como Virus, que no aparece en la película pero que eran considerados frívolos. En ésos años había lugar para todos y público para todos. Uno lo recuerda y fue una fiesta. Soy de los que creen que lo mejor está por pasar, estoy lejos de la melancolía, pero no me olvido de que entonces había mucha, mucha esperanza. Hoy es todo lo contrario, hay desesperanza. No sólo en el país sino en todo el mundo. Es tremendo lo que pasa.

-¿Cómo fue la experiencia de filmar en medio de la pandemia por Covid?

-La filmación fue tremenda. Nos hisopaban dos veces cada día. Había que ponerse barbijo, la máscara de plástico, ventilar la sala todo el tiempo… fueron muy cuidadosos desde la producción. Hasta fue emocionante el hecho de trabajar en un momento así.

-Vos, que venís del teatro, coincidís en que ese fue un terreno fértil para la protesta, incluso en los tiempos de la dictadura?

-El teatro fue un lugar de lucha en esos años. Grandes directores que tuvieron que soportar amenazas de bombas… Ese teatro, que entonces se lo llamaba independiente, la pasó mal. Se incendió el Teatro del Pueblo, el colmo del horror. Yo empezaba a estudiar teatro y sentía que tenía que estar ahí. Era joven y tal vez no tenía conciencia. Había mucha gente con enorme conciencia, que luchaba y que tuvo que reinventarse una vez que esa lucha terminó. El mundo luego se volvió más complejo. En este momento el teatro, aunque de otra manera, sigue siendo un lugar de lucha. Se mantiene vivo porque cuenta historias a la gente; y contar o que te cuenten historias es maravilloso.

-¿Tiene algo de especial este 24 de marzo?

-Creo que el trabajo de cada uno en los derechos humanos debe ser constante, día a día. Debe sostenerlo cada uno haciendo bien las cosas. No sólo este 24 de marzo sino cada día. Es tan importante… se trata de ser buenas personas. Y para eso hay que hacer un trabajo y ese trabajo debe ser diario. Con los amigos, con la familia, con la pareja, con el trabajo. Abarca tanto y es tan profundo el tema de los derechos humanos, que siempre deben estar presentes. Las palabras son importantes, pero más importante es lo que hagamos cada uno de nosotros. Porque cada uno de nosotros somos responsables.