LIDIA BORDA:
“LA TOLERANCIA
TAMBIÉN SE APRENDE”

La cantante habló con Comunidad PAMI acerca de cómo lleva estos tiempos de cuarentena en los que aprovecha al arte para desarrollarse.

Tanguera de alma y cantante de profesión, Lidia Borda se levanta a las 7 de la mañana -“como en los días normales”, aclara- y sin embargo posterga su rutina: con la cuarentena le cuesta arrancar, organizarse. Vive a un ritmo diferente al de sus hijos adolescentes que se acuestan tarde. Pero una vez que arranca ya no para con el orden hogareño y descubrimientos en la cocina de su casa. Los planes pueden variar. Como al momento de hablar con PAMI en Comunidad, cuando está haciendo pan, una costumbre que se repitió en muchas casas durante la cuarentena. “Estoy experimentando. Tengo una panadería chiquita enfrente de casa pero como por lo general no tienen pan empecé a hacerlo yo misma”, dice.

Cuando sus hijos se levantan empiezan las actividades en común. Dividen tareas y les queda tiempo para dedicar a pasatiempos. En el caso de Lidia, dibuja. Desde hace dos años retomó el dibujo tras un paso sólido por la Escuela de Bellas Artes. “Me quedó cierta nostalgia por aquellos tiempos. Era como algo pendiente y ahora lo puedo hacer”, explica. Un taller de pintura era otra de las herramientas a las que apelaba en estos tiempos fuera de lo común. “Me resulta productivo pintar”, dice.

Su casa, ubicada en una esquina del barrio de Parque Patricios, le da la posibilidad de un patio: el aire libre es una herramienta de la que no todos pueden disfrutar. Además cuenta con una terraza que le permite ver los árboles de su cuadra, donde por suerte no abundan edificios altos. Las ventanas a la calle que permiten entrar a la luz del sol no son un dato menor. La compañía de los hijos suma. No mira televisión porque no tiene cable. Mira, en cambio, series por alguna plataforma digital y escucha radio.

No le falta el piano con el que da clases de canto a través de zoom. “El piano, a la vez, es un cable a tierra”, aclara. La cuarentena le hizo perder algunos alumnos y ese no es un tema menor: “Me preocupa cómo será el regreso a la vida ‘normal’, si se puede decir así, una vez que termine la cuarentena”. “Por lo pronto, las actividades de contacto social están en el horno”, continúa.

Para anticiparse, ella y otros colegas, como Liliana Herrero, Juan Falú y Teresa Parodi, trabajan en proyectos que permitan generar ingresos. “No será fácil”, acota. “Hay que resistir lo mejor posible con lo indispensable, al menos hasta que haya una real solución o que todo se encauce”, opina en un mensaje que va más allá del mundo artístico y que nos abarca a todos.

LA CUARENTENA EN TRES RESPUESTAS

¿Qué es lo primero que harás al salir de cuarentena?

-Seguramente irme una noche a juntarme con mis amigos. Compartir una copa de vino. Sueño con una noche de verano en un bar en la calle. Teníamos un grupo grande con el que nos juntamos los fines de semana a comer un asado en alguna casa. Esas rutinas nocturnas eran muy frecuentes para charlar y cantar. Eso es lo que más extraño.

¿Qué aprendiste de la cuarentena?

-Primero, a ser tolerante en la convivencia. A estimular la paciencia, mucho. Hay que ser muy pacientes, porque la palabra incertidumbre es la más fuerte que aparece en este momento. También aprendí que nada está escrito. Que mi rutina era una y un día todo cambió. Porque a mi me cambió la vida en gran parte: de repente me encuentro pensando si mi profesión será la misma. una vez que termine la cuarentena. Me pregunto cómo desarrollaré aquello que tenía una fluidez normal y natural. Pero lo más importante es que uno está vivo. Con la vida se puede pelear.

¿Qué opinás de la respuesta de la sociedad durante la cuarentena?

-Me parece que nos estamos comportando con bastante madurez. De una manera lógica, de una manera esperable, salvo situaciones absurdas y ridículas de necios a los que no termino de entender. El otro día pensaba en quienes resisten la cuarentena, los que cacerolean. Pero los que se la están bancando son los más vulnerables. Hay una enorme diferencia entre una persona que puede hacer el pedido del supermercado por teléfono o comprar unas zapatillas por Mercado Libre y otra que hacinada en la villa, que no tiene trabajo formal ni nadie que lo banque y sin embargo está haciendo un laburo increíble con sus recursos. Ahí hay algo que se aprendió. En ese sentido valoro la acción de los dirigentes sociales. Hay además una asistencia del Estado, que efectivamente funciona, porque si no la gente no lo resistiría. Y por otro lado hay una educación social en determinados sectores y una acción de los dirigentes sociales que actúan con mucha coherencia. Por eso me indigna la gente que se queja. Entiendo que uno esté harto de la situación, porque es lógico. La situación amerita una paciencia que a veces se pierde. Pero hay gente que con muchos menos recursos está tranquila en su casa tratando de hacer lo que tiene que hacer. En ese sentido, justamente, uno puede sentir orgullo. Esa gente me hace sentir orgullosa.