LA GERIATRA QUE HACE DELIVERY PARA SUS PACIENTES

Si en una cosa no me equivoqué fue en ser médica. Me encanta”, dice Ana María Burgos, que desde hace 30 años trabaja con afiliadas y afiliados de PAMI. Del buentrato hacia las personas mayores, de su compromiso por la atención de calidad y de cómo la pandemia la obligó a repensar nuevas formas de relacionarse con sus pacientes habla en esta entrevista, la primera de una serie que busca visibilizar la tarea que hacen las y los médicos de cabecera.

Ana María Burgos es una apasionada de la vida que descubrió que a través de la medicina podría ayudar a los más desfavorecidos. Si en una cosa no me equivoqué fue en ser médica. Me encanta”, dice ahora desde su consultorio en el barrio porteño de Belgrano.

Pero el amor a la medicina empezó hace mucho tiempo atrás en Córdoba, donde creció; probablemente de tanto andar por las calles de su barrio: el emblemático Clínicas, cerca de la Plaza Colón. Tuvo que pelear contra el mandato familiar que había soñado que sus dos hijas fueran maestras. Pero ella se plantó. Recuerda con cariño a su hermano mayor, también médico, que falleció hace unos meses por COVID-19. Él la ayudaba a colarse en el hospital para escuchar clases de semiología, del tercer año de la carrera, cuando ella recién empezaba.

Siempre la movilizó la necesidad de hacer cosas por los que menos tienen y lo expresó a través de su militancia y el trabajo en una villa en Córdoba. Ahora con 76 años dice que quiere volver a hacer esa tarea, que tuvo que dejar cuando varios compañeros fueron desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar. Entonces, se mudó a Buenos Aires, siguió estudiando y se especializó en geriatría.

¿Por qué eligió geriatría?

Siempre me han gustado la clínica médica y la geriatría. Tengo muy buentrato con la gente grande. Los trato con confianza, nos reímos juntos. Les hago chistes. Como a una mujer que me dijo si era una caja de 5 mil comprimidos y yo le dije ¡No le va a alcanzar la vida!”. O me preguntan: ¿Cómo lo tomo?”.“¡Por la boca!”. Y entonces se acabó el hielo. Me gusta trabajar en el consultorio. Yo hago de todo: hago curaciones y también exámenes. Estuve 33 años en una guardia y los últimos años como jefa en el Policlínico del Docente y eso te da mucha experiencia.

¿Está en contacto con otras médicas o médicos de cabecera?

Estoy en dos grupos de whatsapp, en donde participan 30 o 40 personas. Los chats son buenos porque nos consultamos: ¿cómo se pide una silla de ruedas? o ¿cómo se pide un audífono? o ¿cómo se pide una tomografía de cuello?. Todos ayudan a lo que hace a la labor médica en el PAMI. Esto es una linda iniciativa porque a veces uno en la práctica no tiene todo tan claro. Además, PAMI  va modificando los trámites. ¡Cada dos por tres saca planillas nuevas! Entonces tenés que estar al día. Así que el grupo viene bien.

¿Qué significa para usted trabajar en PAMI?

Yo estoy muy contenta de trabajar en PAMI, porque con los viejos es con quienes mejor me llevo. ¡Yo nunca digo abuelo, eh! porque no son abuelos. A mi me gusta ayudarlos porque son los más desprotegidos de la sociedad. Respetarlos y que se sientan respetados. A mi llegada al PAMI hace 30 años me di cuenta de que era una obra social que incluía a todos, sin diferencia de clases, contra lo que siempre había luchado. Entonces, tenía la oportunidad de desarrollar más mis ideales y devolver la dignidad a muchos, al contar con más elementos no solo en salud, sino mucho más abarcativa. Tienen derechos como el turismo y las recreaciones de todo tipo. A veces es muy difícil explicarle a las personas lo que significa PAMI, que no es solamente atención médica, sino que también es atención social, acompañamiento, prevención de enfermedades y que eso no es resultado de lo que ellos aportan solamente sino de lo aportan los activos y los jubilados. Ninguna prepaga ofrece lo que da PAMI y estoy orgullosa de pertenecer, porque da lugar a que yo ponga mi granito enriquecedor y que la gente se sienta confiada y segura con lo que ofrecemos. Por supuesto, hay de todo, pero en general, esto funciona. Y yo siempre trato de aportar más de lo que me exigen a mi. Siempre.

Sabemos que ha llevado las recetas a la casa de los pacientes…

Antes de la pandemia, visitaba a tres o cuatro personas que sabía que no podían venir solas. Pero cuando llegó la cuarentena y me di cuenta que quedaban separados de los hijos, de la familia o de alguien, se me ocurrió hacer tipo delivery entre quienes viven por el barrio. Como estoy hace muchos años en Belgrano, les voy avisando: “estoy a 3 cuadras”… Y eso les encanta; les encanta que les lleve las recetas impresas. Porque al principio con la receta Electrónica era magia ir a la farmacia y preguntar: “¿está la receta acá?”. Entonces ir con el papel en la mano les da seguridad. Así que todavía sigo haciendo el delivery.

¿Cómo sigue en contacto con sus pacientes en este contexto?

Tienen mi celular entonces yo trabajo con whatsapp; fabuloso. Les digo que pongan el nombre y el listado de los remedios. Así es mucho más fácil. Tienen el teléfono de mi casa. Y a veces, ¿viste que los viejos duermen poco? entonces alguno me ha llamado a las once o doce de la noche. Y yo no les digo nada.

¿La pandemia afectó a sus pacientes?

Eso es terrible. Esto ha afectado muchísimo. El hecho de no verme a mí personalmente les cuesta muchísimo. A veces te dicen que quieren hablar urgente con vos y entonces se ponen  a hablar y cuando me ven “Qué suerte verla, ya me curé, ya no tengo nada”. La ansiedad del que no te ve es terrible. Están muy ansiosos, muy irritables, igual que yo, que tengo ahora menos paciencia. Si vos tenés buena relación llevás bien las cosas, pero esto nos ha separado mucho; terminan pidiéndome Geniol, Adermicina, Sertal, todas las propagandas que hay en la tele. Eso piden y yo por supuesto les digo que no.

Eso significa que la televisión influye en lo que piden las personas mayores…

No entiendo por qué hacen tanta propaganda de medicamentos. Yo controlo muchísimo porque hay pacientes que te piden 15 remedios. ¿En qué momento los toman? Además que está demostrado científicamente que cuando tomás más de 8 remedios hay tal entrecruzamiento de acciones que no funciona casi ninguno. Entonces yo les explico, les voy sacando y les digo: “No es un kiosko”. Y les digo que es un mal gasto.

¿Qué recomendación le daría a un joven profesional que quiere empezar a trabajar con personas mayores?

Lo primero que hay que decirle es que se baje del pedestal, que no es Dios. Que tengan empatía con el otro. Hay pacientes que, hay que decirlo, requieren de mucha paciencia. En esos casos, antes de entrar en conflicto mejor quedarse callado y tratarlos muy educadamente.

Para terminar: ¿qué significa ser médica de cabecera?

Mucha responsabilidad. Tengo muchos pacientes a mi cargo y tengo que responder. Quiero tratar de ayudarlos a todos. Por eso es que yo les he facilitado todas mis vías de comunicación. Me llaman sábado, domingo, no tengo drama. Para mí es un orgullo tener tantos pacientes y que me quieran, porque me quieren mucho.

«La medicina es mi vida. Yo digo que si Anthony Hopkins consiguió un Oscar a los 84, ¿por qué yo me tengo que ir antes? Yo voy a trabajar hasta que tenga ganas, tratando de mejorar las cosas para los viejos».