Es en la eterna monotonía del tiempo donde algunos seres pueden encontrar, gracias a Dios,
signos diferentes que les permiten crear mundos distintos, otros placeres, esperanzas,
fundamentos para continuar luchando, seguir creciendo…
Y Luis se encontraba dentro de esta privilegiada especie , porque esta sensación no tiene
edad, ni situación económica, ni raza que no pueda experimentarla.
Mientras los pibes de su edad practicaban fútbol, o manejaban video-clip , él en el caño de una
vieja y destartalada bicicleta, manejada por su padre, recorría largos caminos a cuyos costados
cunetas desbordantes de yuyos resguardaban perdices, tatúes, mulitas, iguanas que ellos
cazaban , no por deporte, sino para complementar la escasa alimentación de cinco hermanos
que festejaban ansiosos la llegada de la preciada carga.
El pasar de Luis no era fácil, su infancia transcurría con una disparidad abismal en cuanto a la
satisfacción de comunes goces infantiles.
Luis era el niño pobre del grado, el que por su vestimenta , aveces un poco sucia, se reconocía
en los grupos de trabajo que la maestra organizaba en el aula.
Todo un triste y somero panorama presentado por los adultos que lo conocían, sólo
superficialmente, gracias a Dios.
Culminaba un verano caluroso y seco que había teñido las campiñas de grandes manchones
dorados que el intenso sol había marcado como señal de su reinado en aquellos caliginosos
meses.
Luis salía por las tardecitas, no ya tan seguido, porque su padre había conseguido algunas
changas en la Municipalidad.
Volvían casi de noche. Era entonces cuando el peculiar brillo de sus ojitos reemplazaba a los
farolitos que la bicicleta no poseía. Pasaba por las calles del pueblo inundando con su angelical
y siempre dispuesta sonrisa. Ya era una costumbre verlo con su agrietada bolsita al hombro.
Y así como todos los años llegó el mes de marzo y empezaron las clases. Luis ingresaba a
cuarto grado.
Sus compañeros lucían zapatillas y mochilas nuevas y hasta estrenaban guardapolvos.
Al formar fila para izar la bandera, como años anteriores , en el grupo de Luis, se vislumbraba
el contraste que a lo lejos imponía su presencia entre sus compañeros. La tela percudida de su
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guardapolvo era un desafío embarazoso en aquella escuela de pueblo en que la mayoría de los alumnos eran de clase media y los restantes de muy buena posición económica.
Su maestra , quizás porque venía acarreando de años anteriores su preocupación por la situación de Luis, o quizás por ese cariño tan especial de maestra, se sintió más apenada que nunca al comprobar que nuevamente su presencia precaria lo distinguía entre los demás.
Y aunque esta maestra se sentía movida por sentimientos tan nobles , su tormento no era compartido por Luis, gracias a Dios.
Comenzó el trabajo escolar y al primer campanazo todos salieron corriendo al primer recreo del año . Luis salió más entusiasmado que nunca. Su maestra lo observaba detenidamente. ¡Estaba feliz! Lo propagaba aquel brillo excepcional de sus ojitos y con su sonrisa más veraz y amplia que antes.
_Qué contento está Luis _ comentó su maestra a las demás docentes.
_Pobre chico , como si tuviera motivos para estarlo_ respondió otra.
En ese momento, ensimismado en el juego, el niño se acerca a ellas y su maestra ,con curiosidad de madre, le pregunta:
_¿Por qué estás tan contento Luis?
Luis, dulce e ingenuo, se para y la mira tiernamente. Entonces la maestra vuelve a preguntarle
_¿Qué te pone tan feliz Luisito?
El chico baja la vista y mira sus zapatillas regaladas, que ya había usado el año anterior, y le responde:
_ Ahora puedo correr fuerte ya no me quedan grandes.
Simple expresión, real situación que dejaba en evidencia que la permanente sonrisa de Luis era sincera, reveladora de la increíble felicidad que él también podía disfrutar a cada momento, en lugares y en circunstancias donde otros no podían hallarla. Gracias a Dios.
Nota: fui la maestra de Luis y lo ,relatado ocurrió en el año 1995 , en la Escuela Nº 349 de Santo Domingo , Prov. De Santa Fe
NOMBRE DE LA OBRA: Gracias a Dios
AUTORA: Marjorie Alba