Ana corrió a tomar el avión que la conduciría desde Madrid a Buenos Aires – su primera nieta acababa de nacer y no quería perderse ni un instante de la pequeña Victoria. Era enero, un día caluroso, lleno de sol, del año 2020. La alegría inundaba su corazón vacío de cariño – había emigrado por razones de trabajo de su marido, ahora fallecido. Su terruño querido la esoeraba. Ya en Buenos Aires, su familia y especialmente su nieta le hicieron pensar en quedarse un largo tiempo, pero la noticia del cierre de fronteras por una pandemia brutal confirmó su decisión de quedarse, para siempre. Habían pasado cuatro años desde aquel día, y en su cotidiana costumbre de contarle un cuentito a Victoria, Ana se acordó de un pasado que podía ser cuento: -Había una vez un pueblo donde la gente vivía muy apresurada, no se fijaban en lo que comían, no sabían ni quienes vivían en las casa vecinas, sólo pensaban en trabajar y en sus propias necesidades. Pero un día alguién dijo – Si no quieren contagiarse de un bichito que anda por el aire, deben quedarse encerrados en sus casas,sólo podrán comunicarse por medio del telefonito. – Carámba- dijeron todos. Y no tuvieron más remedio que quedarse adentro y comunicarse de ese modo. La maqyoría de los mensaje terminaban diciendo “es un tiempo de aprendizaje” o “todo cambiará después de esto”. Y así fue, los habitantes de ese pueblo salieron a abrazar a sus vecinos, sus comidas eran más caseras y gustosas, dejaron de trabajar tanto y dedicaron unas horas al día a compartir con su familia y amigos, apreciaron mós el canto de los pájaros y a los animales les dieron un lugar para vivir tranquilos, plantaron árboles y cuidaron más sus jardines. Y hasta las calles eran distintas,no había protestas ni ruidos molestos, ni neumáticos incendiados que contaminaban el ambiente, todo se hacía civilizadamente. Los que eran poderosos construyeron casas para los pobres y en todas las escuelas había música y títeres. Y los niños también habían aprendido a respetar y respetarse. -Y yo también aprendí algo, abu- dijo Victoria orgullosamente. -¿Qué aprendiste, mi tesoro?- preguntó Ana. -A lavarme bien las manos- dijo la pequña con una sonrisa.

GÉNERO LITERARIO: Cuento
AUTORA:Ana María Puggia