«EN EL PUESTO DE ARQUERO, COMO EN LA VIDA, APRENDÉS TODOS LOS DÍAS»

Arquero y figura del seleccionado campeón del mundo en 1978, Ubaldo Matildo Fillol es considerado por muchos el mejor de la historia en el puesto. Fue un símbolo de River pero se retiró en Vélez una tarde en la que atajó como nunca. Ahora, desde San Miguel del Monte, charla con Comunidad PAMI y cuenta sus días de cuarentena, en los que conjuga fútbol, cocina y jardín.

Por Alejandro Duchini 

Ubaldo Matildo Fillol, el Pato, el arquero más importante de la historia del fútbol argentino, volvió a la ciudad bonaerense de San Miguel del Monte, donde nació hace 70 años (21/7/50). Son 130 kilómetros de la Capital Federal. “El 14 de marzo nos instalamos con mi esposa en la casa quinta que tenemos acá”, le dice a Comunidad PAMI. En estos ocho meses se dedicó a ordenar la casa, cuidar el jardín y cocinar. Además le encontró la vuelta al Instagram: todos los viernes hace entrevistas en vivo con un campeón del mundo. Su vínculo como formador de arqueros de River se trasladó a la modalidad virtual. Mira videos de futuros arqueros para decidir quiénes pasan una selección que tendrá continuidad en la cancha, cuando volvamos a lo que más se parezca a una normalidad.

Paso la cuarentena como todo el mundo: con muchos cuidados, respetando los protocolos que nos pide el Gobierno. Hago un programa por Instagram que va los viernes de 18 a 19 en el que entrevisto a un campeón del mundo.  Sigo con mis actividades en River. Ahora los chicos tienen que mandar un videíto de no más de 5 minutos. Si les vemos posibilidades, cuando venga la normalidad les haremos la prueba en cancha. Eso me ocupa el tiempo. Y además el mantenimiento de la casa. Me entretengo.

¿Por qué te volviste a Monte?

Porque se estaba poniendo un poco difícil Buenos Aires. La semana anterior a que se decretara la cuarentena, River, por una cuestión de edad, no me permitía trabajar, para cuidarme. Entonces con Olga, mi esposa, nos vinimos a San Miguel del Monte, mi lugar de nacimiento, mi lugar en el mundo. Estamos desde el 14 de marzo.

¿Cómo encontraste a ese, tu lugar en el mundo?

No encontré nada que no conociera. La gente es muy amable. De hecho en julio, para mi cumpleaños, vino mucha gente a la puerta de casa, me cantaron canciones, me cortaron una torta. Me encontré con el afecto que siempre tuve.

¿Qué aprendiste de la cuarentena?

No sé si aprendí cosas. Lo que sí, nos dimos cuenta de lo vulnerables que somos. A medida que pasaba el tiempo no entendía y no entiendo cómo no hay un cráneo en el mundo entero que pueda tener una vacuna ya contra el coronavirus. En lo personal, me ordené para pasar las horas del día y la noche de la mejor manera. Me ordené con mi esposa en el mantenimiento de la casa. Los mandados. Tenemos un jardín. Miramos películas y mucho deporte. Honestamente, a pesar de lo malo de todo esto, la pasé bastante bien porque me supe organizar.

¿Lo más difícil?

Lo que más nos costó a mi esposa y a mí fue no ver a nuestros hijos y nuestros nietos, que nos hizo caer en un pozo depresivo. Pero pudimos salir adelante. Imagino el amor, el afecto, el abrazo con los seres queridos. Pero a la vez soy consciente de que entramos a un mundo nuevo. Esta pandemia no va a desaparecer de un día para el otro. Permanecerá y seguiremos en ese mundo nuevo hasta que pase. Otro momento feo de la cuarentena fue cuando empecé a ver que se moría mucha gente. Fue y es el peor momento. El mejor será cuando aparezca la vacuna y podamos superar la pandemia. 

¿Qué te gustaría hacer una vez que pase la cuarentena?

Lo primero que me gustaría hacer es estar más tiempo con mi familia, con mis hijos, con nuestros nietos, con mis hermanas. También extrañé mucho la rutina del trabajo, a la que me va a encantar volver, a estar ocupado. Hacer docencia con los chicos en River es algo que me encanta. Extraño, y mucho, esa rutina.

Una lectura recomendada para esta pandemia es El Pato, tu biografía. De arranque contás las amenazas que sufriste en persona por parte de (vicealmirante Carlos) Lacoste, cuando atajabas en River. ¿Por qué la empezaste con ese recuerdo?

Cuando decidí hacer mi biografía deportiva y empecé a narrar la historia a la gente de editorial Planeta, ellos me propusieron empezar por el tema de esas amenazas. Amenazas que fueron muy duras. Muy duras. Porque también amenazaron a mi familia. Era una cosa que tenía dentro de mí, que me había hecho daño, y decidí contarla. Fue doloroso. En su momento, por mi juventud, no le di importancia. Pero al enterarme de cómo mataban y secuestraban, tuve mucho miedo. Fue una etapa oscura del país y yo fui amenazado por Lacoste, que entonces manejaba al fútbol. Pero ya pasó. Me pude sacar de encima ese dolor.

En el libro también recordás el potrero de San Miguel, donde jugabas de pibe. ¿Qué te pasa al ver ese potrero ahora?

-El potrero está ahí. Pero ya no es potrero sino construcción. Está lleno de casas. Se hizo un barrio muy lindo en el potrero donde me crié. A veces me paro enfrente de casa y me parece increíble lo que me pasa: veo todo todo todo como era antes. Hacíamos los arcos con palos y el travesaño con un hilo o con trapos. ¡Hasta eso veo! Está lleno de casas pero en mi mente todavía está el potrero en el que me crié, en el Barrio Cóppola. Me sucede algo muy lindo, porque es como estar viviendo esa infancia, esa adolescencia que pasé en ese lugar.

¿Todavía te dicen “Negrito”, como te decían de chico?

-Los que me conocen desde chiquito me siguen diciendo “Negrito”. El Negrito Fillol. Me pasó algo muy lindo: hace 15 años fui con José Pekerman a hacer un partido a Entre Ríos con la Sub 17. Yo estaba con los juveniles de la Selección en ese momento. Estaba lleno de gente. “Pato, Pato”, decía la gente. Me pedían autógrafos, me sacaban fotos. Y en el amontonamiento escucho “Negrito”. Giré y, sí, había un amigo de la infancia que se había ido a vivir a Entre Ríos. Nos abrazamos. ¡Chiche Ro! Un amigo de la infancia con el que nos abrazamos.

¿De qué manera imaginás el regreso a los entrenamientos post cuarentena?

-Me imagino que no solo las generaciones de futbolistas habrán adquirido experiencia por la pandemia, sino todo el país. Creo que se tomarán recaudos, conciencia de que esto no terminará de un día para el otro, con una vacuna. Llevará tiempo. Quedará en la mente de muchas generaciones. Dentro de lo feo que vivimos con la pandemia, ojalá nos haga tomar conciencia para crecer.

¿Qué sentís que te pasó con la pandemia y la cuarentena?

-A mí lo que me causó y me causa dolor es ver a la gente que no respeta la enfermedad cuando hay millones de profesionales de la salud que se juegan la vida por nosotros. Mucha gente no respeta eso y eso me pone muy mal. Pediría eso: que tomen conciencia. No me entra en la cabeza que no respeten los protocolos. Si uno quiere perjudicarse a sí mismo, allá él. Que haga lo que quiera. Pero hay que tener en cuenta que se perjudica al prójimo. ¡Se pierden vidas! Eso me duele mucho: la gente que se juega la vida como se la juega y que haya otros que les faltan el respeto.

En tu biografía decís que el puesto de arquero es injusto como la vida. ¿Lo seguís pensando?

Sigo pensando que el puesto de arquero es como la vida: injusto y lleno de adversidad. Por eso es el puesto más importante dentro de un equipo de fútbol. Uno tiene que estar preparado, pero a veces ni eso alcanza para aprender todo. En el puesto de arquero, como en la vida, tenés que aprender todos los días. Al menos yo lo hice así, hasta el día que me retiré. Ahora, con 70 años, pienso lo mismo en la vida: quiero seguir aprendiendo cosas. Nada especial. Cosas de la vida para aplicar en la docencia. Trabajo con muchos chicos y lo más importante es poder volcar la experiencia a la juventud.

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