“ALIENTO A LA GENTE PARA QUE SE DIVIERTA”
Agradecido de la vida y de la gente, Johnny Allon se define como un “animador” que busca la alegría. A sus 80 años, y mientras cumple una cuarentena estricta en su casa en la provincia de Buenos Aires, recuerda a Comunidad PAMI cómo armó su carrera entre cumbia y rock and roll.
“Tenemos un presidente que cuida la vida. Que nos pide que no salgamos a la calle. ¿Por qué no le hacemos caso?”, arranca la entrevista Antonio Juan Sánchez. Pero será mejor presentarlo como Johnny Allon, el hombre que llevó la cumbia a donde nadie; que marcó a generaciones populares para que fueran a bailar a discotecas, cuando las discotecas eran para pocos; que se codeó con rockeros y condujo programas de tv, considerados bizarros para algunos. Su pelo largo es característico. También algunas de sus frases: “Dale gasssssss” o “cambiame la música”. ¿Quién no conoce a Johnny Allon?
De Callao y Alvear, pleno barrio porteño de Recoleta, se fue a vivir a una casa en un country de Canning, en el sur bonaerense, hace quince años. “Acá no pasa nada”, se ríe por la tranquilidad de sus días. Su originalidad se manifiesta también en algo inusual: a sus dos perros (un caniche toy y un callejero) les agrega una paloma: “Mi cuñada la trajo hace años medio muerta de Plaza Las Heras y la cuidamos y le dimos de comer y se quedó. ¡Qué se yo! Ahora está en la cocina. Se queda todo el día en la cocina. Y solo hace caca en una pava viejísima que dejamos para eso”.
Allon, que cumplió este año los 80, cuenta que no sale de su casa desde hace “un año y dos meses”. “Solo salí para ir a ver uno de los boliches y para visitar al dentista. Nada más”, se jacta sobre sus cuidados. Vive con su esposa, Silvia; sus dos hijos, Gustavo y Julián, hace tiempo se fueron a formar sus propias familias.
¿Te levantaste muy temprano hoy?
A las 8 y pico. Ahora estoy tranquilo, con el perrito dormido en mi falda. Y al lado, la paloma.
¿Se porta bien la paloma?
Sí. Se sube a la mesa para estar con nosotros. Hace lo que quiere. Vive. Se cayó de un árbol después de una tormenta. Cuando la trajo mi cuñada, había que darle la comida en la boca. Hace 5 años.
¿Te gusta vivir lejos de la ciudad?
Acá no te jode nadie. Árboles. Puro campo. La vida lógica de un ser humano normal. No pasa nada. Es seguro. Me gusta, hermano. Paz y amor, acá. Lo que pasa es que estás lejos de todo. Ese es el problema. Pero bueno…
Impusiste la cumbia, pero venías del rock and roll…
Así es. Pero ya pasó lo del rock and roll. La historia aquella fue hace mucho tiempo. El rock and roll es un estilo que no existe más. Yo tuve ese estilo de joven pero eso ya fue. Del rock solo quedaron los emblemáticos. Charly García y nadie más. Los otros no existen. La cumbia borró todo. Todo.
¿Qué recordás de los tiempos en que la cumbia era discriminada?
Yo fui el primero, en Canal 2, con El súper baile. Iban el Paz Martrínez, Las primas, Los Wawancó, El cuarteto imperial. Estaban todos prohibidos en la tele. Yo les di un lugar. Los hice populares. Siempre pienso en el mañana. A esos tipos les cambié la vida y se fueron a hacer giras por el interior.
¿Cómo se te ocurrió?
Al principio los bailes eran en los clubes. Luego las discotecas pasaron a los barrios. Pero el problema es que en las discos no dejaban entrar a la gente. Los llamados ‘negros’ no podían entrar. Eso me dolía. ¡Era una cosa! Si hasta tuve problemas con algunos de los dueños de los boliches. Yo pensaba en esos marginados. Y como laburaba mucho en el interior, sobre todo en Córdoba, quedé fascinado con ese movimiento.
¿De qué manera llegaste a la tele?
Tuve que andar detrás de ejecutivos para que me dieran un programa popular. (Gerardo) Sofovich y Mirtha Legrand eran enemigos de todo lo popular. Después hice una mejor relación con Sofovich y reconoció que marginaba. Es que contra el gusto de la gente no se puede. Porque es colectivo. Al final, la cumbia entró del interior a la Capital. Mirá la Mona Giménez, que entró detrás de Rodrigo. Rodrigo fue el primero: por la forma de ser, por la facha, por lo que sea. En mis comienzos solo andábamos por la periferia del Gran Buenos Aires: Luján, La Plata, Zárate, tal vez Campana. Pero no más que eso.
Se puede decir que te fue bien, ¿no?
Hago lo que quiero. Hasta ahora, solo una vez me fue mal con un boliche. Uno solo. Después, todos éxitos. Soy un empleado de categoría.
¿A cuánto estás de la fanfarronería?
No soy mentiroso ni fanfarrón ni ególatra. Nunca me preocupó entrar o no en la Ciudad de Buenos Aires. Lo tomé como un laburo. No soy artista, no soy nada. Para mí el artista es alguien distinto. Humildemente, soy un busca de la música. Nada más que eso. Me tocó hacer cosas en la tele. Empecé a animar en Panamericana Televisión, en San Isidro, donde ahora está Telefé. Hacía un programa para Canal 2 que se llamaba Lluvia de estrellas. También conducía bailes en dos clubes de Mataderos, Glorias argentinas y el José Hernández. Te cuento ésta, que es viejísima. Te hablo más o menos del año 68. Un día, un tipo que cantaba boleros y conducía se enfermó y me ofrecieron tomar su lugar. Me animé: “Dame el micrófono y le doy”, dije. Así empecé lo que se convirtió en el Johnny Allon Show, como se llamaba.
Vuelvo a los rockeros: ¿de los que conociste, cuáles eran los que no se la creían?
Pappo, el único sincero, que no se la creyó. Teníamos afinidad. Era de barrio, nunca se la creyó. Charly García estaba con Nito Mestre. Nunca les di bola. A Charly lo vi algunas veces cuando laburaba en CBS Columbia. A León Giecco también lo conocí. Spinetta dijo un montón de veces que admiraba la música por un grupo que se llamaba Los Tammys. En ese grupo estaba yo. Nos iba a ver cuando estábamos en los carnavales de Vélez y Comunicaciones. 6 mil personas llevábamos. También íbamos a Independiente de Avellaneda. Los grupos antes eran como aves de paso. Hoy los conozco a todos, pero no tengo amistad con ninguno.
¿Por qué?
Me llevaba bien con el cantante de La nueva luna (Marcelo Chino González). Falleció. Pero amigos, amigos, amigos, no tengo. Los amigos que tuve fueron pasajeros. Mis amigos no eran del ambiente. A mí la gente me conoce, tenemos buena onda, si, pero amigo, amigo, es difícil. Soy un tipo difícil, obsesivo. A esta altura reconozco mis defectos. Dios siempre estuvo conmigo. Siempre me ayudó.
Ayer, cuando pautamos esta entrevista, me dijiste que era muy creyente.
De hecho, nunca tuve representante. Me hice solo. Me inventé solito. Me cagué de hambre solito. Pero siempre digo que Dios me lleva de la mano.
¿Te sentís querido?
Sí. Agradezco a la gente el afecto y amor que me dio y me sigue dando. Estoy en esto desde los 16 años y me siguen aceptando. Animo fiestas privadas, casamientos, me ovacionan. Eso es un eterno agradecimiento a Dios y a la vida y a la gente que me aceptó siempre. El que no me aceptó no tiene la obligación de aceptarme. Es la vida. Primero Dios, la vida. Me fue bien. Sacando México, fui a todos los países de Latinoamérica. En Perú llené la Plaza de toros tres veces. Es una bendición, hermano.
¿Conductor, animador?
Animador. No soy conductor. Aliento a la gente para que se divierta, para que tenga alegría. Un conductor conduce. Yo animo. La gente se tiene que divertir. Que saquen esas caras raras y a divertirse. Así, con esa idea, un día me salió eso de cambiame la música. Dale gaasssssss, también; que me la afanó el Negro Oro. Esa frase se la robé a un plomo y Dios me castigó. También es mía el dale power. Ahora todo es power. Zapatillas, power. Tal cosa, power. Todo power. Esas frases al final llegaron a todos lados. Una vez, en Miami, en esos clubes de música, un tipo escuchó que unos venezolanos decían cambiame la música. Son bendiciones, hermano. No soy creaciones, son bendiciones. Y soy un agradecido.
¿Qué te dicen por la calle?
De diez, me saludan ocho. Eso es importante, una caricia al alma. Eso es el afecto de la gente. No se puede explicar. A veces parezco un pastor, ¿no? Pero no lo soy.