ABUELA LA LA LA: LA CARTA VIRAL QUE EXPLICA LA PASIÓN MUNDIAL

El fenómeno que une generaciones a través del fútbol.

Hubo algo en ese desborde de Lionel por ese rincón, en esas baldosas de potrero por donde solo él puede y sabe pasar. Hubo algo en ese empujarla y en esa corrida anterior de Julián que metió un golazo a lo Kempes. Hubo algo en ese abrazo de gol que se dieron 10 años después de esa foto en la que Julián siendo un pibe le confesó a Leo, sin ponerse colorado, todo su amor. Hubo algo en esa orgullosa abuela que desde su Calchín natal nos hizo entender con palabras simples y únicas este mapa del amor.

Hubo algo en Lisandro Martinez que en medio del enloquecido festejo por el triunfo ante países bajos se quebró, recordó y dedicó, entre lágrimas, la sufrida victoria a la memoria de su abuela y su abuelo. 

Hubo algo en esos pibes de Villa Luro que salieron a la calle a festejar el triunfo frente a Polonia y se cruzaron con Cristina de 76 años. Hubo algo en ese grupo feliz que creó en tiempo récord un estribillo que simplemente dice «ABUELA LALALA LA» basada en la canción de Pet Shop Boys. Hubo algo en ese tema ultra viral dedicado a la adulta mayor que hoy es cábala, himno, mantra y también canción.

Hubo algo en ese poema callejero, en ese festejo, en ese ritual que se repitió en los partidos contra Australia, Países Bajos y Croacia. Hubo algo en esa verdad del tablón que nos hizo temblar el pecho y sacudió la razón incluso a muchas y muchos de quienes cercanos a la gerontología levantamos la bandera y nos cansamos de explicar que ser abuela o abuelo es apenas un rol que muchas personas mayores no ejercen.  

Hubo algo en ese poema de empedrado, en esa entrelínea que va mucho más allá de una primera lectura que dice que la reversión argenta del tema de Pet Shop Boys peca de viejista y de prejuiciosa hacia las personas mayores. 

Hubo algo, incluso en esa entrevista a la famosa vecina que se encargó de aclarar la situación: “No soy abuela, soy tía. No me molesta que me digan abuela, en todos lados me dicen así, porque desde la pandemia que no me tiño más”, contó.

Hubo algo en esas miles de gargantas que empezaron a corear, sin repetir y sin soplar, el nuevo himno de la alegría. Hubo algo en esos jóvenes que se acercaron a la residencia para cantarles de frente el nuevo hit a las viejas y a los viejos que salieron a saludarlos. 

Hubo algo en ese hombre mayor que veía los partidos a través de las rejas del negocio. Hubo algo en esa imagen que otra vez nos enrostró y nos dijo con honestidad brutal que el mayor problema que tienen las personas mayores es el abandono, la soledad y que prevención de la salud también es encontrarse y hacer comunidad. 

Hubo algo. Encuentro entre generaciones con toda la potencia y lo nuevo que esto puede traer. Hubo rupturas de burbujas edadistas.  Hubo, casi sin querer queriendo, desafíos al sentido común construido. 

Hubo un “muchachos ahora nos volvemos a ilusionar”. “Hubo un Diego, un Don Diego y La Tota que desde el cielo alientan a Lionel”.

Hubo un “anda pallá bobo” que se transformó en meme, grafitti, remera y taza.

Hay un pueblo que sale a la calle a festejar. 

Quizás este momento sea una oportunidad mundial para empezar a parir una nueva sensibilidad capaz de trascender la palabra y transmutarla en verdadera empatía. 

Ojalá que esta emoción nos traiga más capacidad para construir una sociedad para todas las edades en donde se respeten los derechos de las personas mayores incluidos en la Convención Interamericana sobre derechos humanos de las Personas Adultas Mayores que el Congreso de la Nación otorgó recientemente jerarquía institucional. 

Es momento de valorar la experiencia de las y los más grandes de nuestro país. De asomarnos y visibilizar las múltiples formas de envejecer, de incluir. De comprender que las personas mayores pueden emprender nuevos proyectos. Que tienen sexo, que se enamoran. Que pueden pensar el presente, proyectar el futro y trasformar la realidad. 

Hay abuelas, abuelos, viejas y viejos que son protagonistas. Hay algo más genuino, potente y poético? Hay algo más real? 

Por Gabriel Katz, comunicador especializado en personas mayores.