“Cuando sos grande podés elegir si descansar o hacer algo que te haga sentir útil”

Lo dice Emilio Desimoni, recién recibido de médico, a los 64 años: “Estudiar me dio una sensación de posibilidad. Hay un momento de la vida en el que todos te acercan el banquito para que te sientes y le tires comida a las palomas. Guardé el banquito, cuando necesite la boina la pediré”.

El 17 de diciembre pasado, y a los 64 años, Emilio Desimoni (7 de marzo de 1957) aprobó Ginecología y se recibió de Médico en la UBA junto a 24 compañeros y compañeras. Lo primero que hizo fue celebrar con ellos y con su familia y recibir los habituales huevazos. Lo segundo, subir una foto a su cuenta de Twitter y resumir: “Lo que empezó en 2016, como forma de pasar un bajón, terminó siendo un hermoso camino de 6 años, y ayer me recibí de médico, a los 64. Tiembla el sistema de salud”.

La historia no tardó en difundirse y el doctor Desimoni se convirtió en referente. “Eres mi idolo!!! Yo también voy por medicina, tengo 53”, le escribió alguien. Luego lo elogió una psicóloga recibida a los 41. En esas horas fue “ejemplo”, “campeón” y “genio”. “Pero nada de eso”, minimiza en una videoconferencia con Comunidad PAMI a horas de haberse recibido.

Desimoni decidió estudiar medicina a fines de 2015, pero el deseo le venía desde antes. Había terminado un curso de cocina e iba por el de pastelero. Cambió de idea y se animó a saldar la deuda que tenía con él mismo. Eran los tiempos en que el macrismo ganó las presidenciales y él lamentaba la llegada del “neoliberalismo”. Ese fue su bajón y salvación a la vez. “Las cosas se ponían feas”, refiere en esta charla al recordar que su empresa fundada hace 42 años y dedicada al software viviría otro momento durísimo. “Pasamos por todas las crisis. Incluso superamos la del 2001”. Estos dos últimos años sobrevivieron a la pandemia. Habla en plural en referencia a su socio y amigo, Marcelo Michalski: “Si él no me bancaba, estudiar Medicina hubiese sido imposible”, destaca. Y Michalski, vemos en redes sociales, también le dedica elogios: “Este viernes mi querido amigo y socio Emilio Desimoni se recibió de médico en la UBA. Desde aquel día hace 6 años… a poco de haber perdido las elecciones frente al macrismo cuando en la oficina me contó ‘me anoté en el CBC para medicina, supe que lo lograría. Las pilas de libros y apuntes que se iban sumando en su escritorio… El estetoscopio que de pronto se sumó a su equipaje diario, las consultas de todas y todos los que trabajamos en nuestra querida pyme ante cualquier dolencia… El apodo cariñoso ‘ahí llega el Dr Chapatin’… nos fueron aproximando a este día. El festejo, el esfuerzo, la dedicación y el laburo dentro y fuera de la facultad son todo mérito de este tipo tozudo y brillante. Felicitaciones amigo del alma”.

2021 le resultó, como estudiante, el más duro. Pero fue el cierre perfecto a los anteriores en los que todo se resumía en trabajar, estudiar y cursar. Después se sumaron las prácticas en hospitales. Lo hizo en silencio: “No le quise avisar a mucha gente. Mi esposa, mis hijos y mi socio eran quienes más al tanto estaban. Cuando rendí el primer parcial de Anatomía le conté a mi papá y a otros más. Es que si no funcionaba no quería dar explicaciones”.

DEL FAR WEST A LA FACULTAD

Nací en el far west”, define al Lomas de zamora de su infancia, con calles de tierra. Padres empleados con ingresos humildes. De un inquilinato pasó a una casa de materiales en Longchamps. “Un lujo”. A los 15 empezó a trabajar. Estudió Ingeniería pero abandonó para recibirse en la UBA en Ciencias Físicas. Se casó con Patricia. Pero la medicina le rondaba en la cabeza. Tal vez por su padre, al que define como “un médico frustrado”. En estos años tuvo dos hijos: Juan, licenciado en Matemática, y Francisco, a punto de recibirse de veterinario. 

Desimoni califica como duros a los años de estudio. Materias pesadas, mucha memorización, cursadas en hospitales. En medio de esto, afrontó la opinión social por su edad. “En lo personal, estudiar me dio una sensación de posibilidad. Hay un momento de la vida en el que todos te acercan el banquito para que te sientes y le tires comida a las palomas. Uno puede optar por descansar o, si quiere seguir, hacer algo. ¿Podés hacer algo que te llene, que te haga sentir útil? Estos seis años me demostraron que sí. Pude guardar el banquito. Cuando necesite la boina la pediré”, dice.

-¿Te costó enfrentar ese mensaje que establece que a determinada edad sólo cabe esperar?

-El mensaje social viene de regalo. Nadie tiene por qué decirte si tenés que hacer o no algo. Puede ser que para algunas cosas uno ya no esté, pero sólo por la fecha, no. Lo mejor es oponerse a eso. Le debe suceder a muchos colegas nuestros. Esas personas que buscan laburo y no se los dan porque tienen 45. No hay que dejar que te convenzan. Nadie me va a quitar la alegría que sentí al cursar con chicos y chicas más jóvenes que yo. Nunca uno está obligado a tirar la toalla porque alguien te lo diga. Cada uno tiene el derecho y la obligación de tirar la toalla cuando la situación lo amerite. Entonces a los compañeros de mi edad les digo que no se dejen influenciar por la fecha de nacimiento. 

Dice que el disfrute será completo en mayo o abril, cuando le entreguen el título de médico. Por ahora, se desempeña como Auxiliar Docente en la Cátedra 1 de Neurofisiología en la Facultad de Medicina y profesor titular en Físico Química Biológica en la carrera de Enfermería en la Universidad Nacional de San Isidro. “Aprendí y aprendo un montón. La Medicina es apasionante”. Cuenta que su experiencia en las prácticas con pacientes fue “agradable y reconfortante”. “Es un trabajo hermoso. No sólo por el trato con los pacientes sino además por los compañeros”, sintetiza.

Su deseo es desempeñarse como médico en la salud pública. “Me tienta porque en lo público se atiende un universo de pacientes más necesitados que los que normalmente van al ámbito privado. Además siento que de esa forma devuelvo un poco los años de facultad”. Que son, también, los años felices.