BETTY, LA QUE APUESTA A LA ESPERANZA

A Eloisa Beatriz D’Oria la vida no le fue fácil. Pero se las arregló para salir: trabajó en una pizzería,  estudió, se hizo fuerte y se puso al frente de La Alegría, un centro de jubiladas y jubilados. Para este 2021 pide por el reencuentro con los afectos y buena salud. Y, claro, vacuna para todas y todos.

 

Después de un año tan difícil, hay motivos para ilusionarse. Al menos así lo cree y siente Eloisa Beatriz D’Oria, referente del centro de jubilados La Alegría, en Ramos Mejía. Cerrado por la pandemia de Covid 19 desde marzo pasado, ahora las expectativas están centradas en la aparición de la vacuna. “Y, quién te dice, en un tiempito, aunque sea de a poco, podemos volver al centro, que para muchos de nosotros es tan importante. No sabés cuánto lo extrañamos”, suelta.

2021 es ya el año de una nueva esperanza. Bien lo sabe Eloisa, o Beatriz, o Betty, como le dicen. Porque se ha levantado. Venció la violencia doméstica, dijo basta, trabajó en una pizzería, se fue a vivir con sus hijos, comenzó a estudiar. Renació de sí misma. Y se puso al frente de un centro de jubiladas y jubilados que le cambió la vida. Ahora, cuenta, “es feliz”, aún con un mundo tan revuelto como el actual, que hasta nos impide ver a las personas que queremos.

“Padecí violencia física, monetaria, psicológica. Salí cuando (él) quiso ejercer violencia en mi hija. Ese fue un detonante y lo que me dio fortaleza. Me fui y de ahí en más no paré de trabajar ni de estudiar ni de superarme .Y hoy soy feliz”, le cuenta a Comunidad PAMI.

Betty es psicóloga social, enfermera, acompañante terapéutica, masajista y asistente en kinesiología y en gerontología. Tiene su consultorio en el mencionado centro La Alegría. “Trabajé muchos años en una pizzería haciendo empanadas y así pude obtener títulos”, recuerda. Aprendió y pudo valerse por sí misma. Tomó las riendas de La Alegría, el centro cuyo nombre representa su estado de ánimo. Coordina los viajes con las y los socios (“cuando salen conmigo nunca falta ningún elemento para primeros auxilios”), combina las tareas junto a PAMI y está al tanto de los distintos talleres de actividades, como canto, yoga o teatro, de los cuales ella forma parte. También está con el proyecto de cine-debate. 

En otras palabras: se puso el centro al hombro, lo reorganizó y sumó más de 500 socias y socios.

Todo eso quiere retomar y por eso la esperanza puesta en el año que ya empieza. “Llevé y llevo la cuarentena como puedo. A veces mejor, a veces peor. Se extrañan las actividades. Se extraña a la gente que vemos todos los días. Se extraña a los hijos, a los nietos y a los dos bisnietos”, resume esta mujer de 61 años, vecina de San Justo. 

2020 fue a la vez la oportunidad de nuevos aprendizajes. Hizo hincapié en las nuevas tecnologías para mantenerse comunicada con los afectos e informarse con la actualidad del mundo. “Fue un año para fortalecerme”,  dice. Y también: “Estas cosas dejan aprendizajes. Enseñan qué importante es la familia. Qué importantes son los momentos. Entendí que se puede ser feliz con pequeñas cosas y que no necesitamos tanto, como nos hacen creer. Eso me deja el 2020”.

También le deja esa foto tan significativa del 12 de abril, el día de su cumpleaños: “Me hice una torta para mí y los festejé a través de un whatsApp. Fue la primera vez que estuve sola en mi cumpleaños”.

“Apelaremos a la vacuna. A seguir cuidándonos. Al uso del barbijo. Al distanciamiento social. 2020 fue un año en el que tuvimos que aprender muchas cosas porque una bacteria paró al mundo. Pero seguimos”, se esperanza.

Para este 2021 Betty pide por sus hijos, por sus nietos y por sus bisnietos. Por sus compañeros y afectos del centro de jubilados. Por el reencuentro. Por la salud, “a la que a veces no le damos importancia pero es fundamental”. “Y por lo que este año se quedaron en el camino y los que la pasaron mal”, agrega. Y no se olvidará de decir, anticipa, simplemente “gracias”.