El inolvidable abrazo del alma

En medio de la euforia mundialista, Víctor Dell Aquila le cuenta a Comunidad PAMI cómo fue que su imagen se convirtió en un ícono de la fotografía argentina.

Pocos lo conocen por su nombre, Víctor Dell Aquila. Se lo conoce más por una foto que también tiene nombre: “El abrazo del alma”. Cuando se habla de Víctor, entonces, la referencia es inequívoca: “El hombre del abrazo del alma”.

Parte de esta historia arranca en un Mundial de fútbol. Pero que en vez de jugarse en verano, como el de ahora, en Qatar, se jugó en invierno, como es habitual. El de 1978. El 25 de junio de ese año, Víctor era un adolescente que amaba el fútbol y cargaba la pena de haber perdido sus brazos cuando era chico. Había saltado a la cancha desde una platea del Monumental y estaba a unos metros de Ubaldo Matildo Fillol, el arquero argentino. Se jugaba la final entre Argentina y Holanda. La multitud festejaba que faltaban apenas unos minutos para el primer título del mundo. 3 a 1. Y entonces el silbato del árbitro italiano y la cancha que explota. Víctor corre y se topa con un conocido de Boca, el Conejo Alberto Tarantini. Lo conocía de ir a ver a Boca. Tarantini y Fillol se abrazan. Víctor se deja llevar por la emoción y cae sobre ellos. Ricardo Alfieri, fotógrafo de la revista El Gráfico, capta la imagen. Los toma a los tres.

Unos días después, esa foto será parte de un especial de El Gráfico sobre el primer título mundial del seleccionado argentino de fútbol. La foto recorre el mundo. Gana premios. Se vuelve icónica. El abrazo del alma se eterniza.

Hoy Víctor tiene 66 años, vive en Quilmes, el barrio de siempre, y es un personaje del fútbol. Está casado con Gilda. Se complementan. Ella, aquejada por diabetes, quedó ciega hace casi un año; él, sin brazos, le hace de guía. Por ejemplo, Gilda le atiende los llamados. Utiliza una aplicación para ciegos, le explican a Comunidad PAMI. Y así, lo que no puede uno, lo hace el otro.

-Hincha de Boca y futbolero, ¿cómo vivís un Mundial de fútbol?

-Con mucha pasión. Este Mundial lo paso muy tensionado porque hay muchos equipos buenos. Entre ellos, Argentina. Creo que vamos a llegar a la final y podemos salir campeones. Tenemos un grupo de pibes jóvenes y se llevan bien. Es lo que le faltaría a Lionel Messi para constatar y comprobar que es el número uno.

-¿Ves los partidos?

-Todos.

-¿Cómo entraste a la cancha en aquella final entre Argentina y Holanda, en el Monumental?

-Pasando uno, dos, tres controles. Así. En realidad, yo tenía mucha experiencia de ir a la cancha. Sobre todo a ver a Boca, que también iba a verlo de visitante. Siempre fui travieso y siempre fui de esos que piensan que querer es poder. Cuando tengo que hacer algo, lo hago. Bueno, lo que me pasó en los brazos fue parte de mis travesuras. 

-¿Tenías 12 años cuando perdiste los brazos?

-Claro. Y a los 14 o 15 años empecé a trabajar como quinielero. Yo nací el 5 de septiembre del 55 y mi accidente fue el 8 de septiembre del 67. O sea, unos días después de mi cumpleaños. En esos días faltaba a la escuela porque ayudaba a mi tío en un mercadito. Pedimos un permiso para faltar así podía trabajar. El tema es que estaba por las calles del barrio, por Quilmes, y me subí a unos techos para mirar la ciudad, todo. Más o menos unos quince metros de altura. No me di cuenta de que estaban los transformadores que alimentaban la corriente eléctrica del barrio. El tema es que me caí y me quise agarrar de unos cables. Uno de esos cables era el de la corriente. Y sufrí una descarga. 

-¿Cómo te recuperaste?

Los médicos me salvaron la vida. Y las piernas, porque casi las pierdo, también. ¿Sabés por qué te digo lo de los médicos? Porque fueron ellos los que me dieron ganar de vivir. Desperté después de ocho días y ocho noches. Para qué quería vivir de esa manera, les dije. Me sentía un estorbo para mi familia. Pero lo que no sabía es que mi mamá le dijo a los médicos que me quería vivo. Y eso me dio una fuerza terrible. El médico me hizo ver una realidad. Soy una persona realista. Entonces empecé a tirar para adelante. Terminé la escuela primaria, pasé a Bellas Artes. O sea, estudié. Y a la vez, mientras mi papá trabajaba en su peluquería, que era una de las primeras de Solano, yo empecé a levantar quiniela. Me alcanzaba para mis gastos. Y los fines de semana empezaba a ir a la cancha a ver a Boca.

*Foto: Ricardo Alfieri

-¿Cuál es tu relación con el fútbol?

-Me gustaba de chiquito. Jugaba pero no iba a la cancha. Decían que jugaba bastante bien. Jugaba en Unión Vecinal, de Solano. Un muchacho me quería llevar a San Lorenzo. Pero no se dio. El tema es que una vez me invitaron a ver un Boca – Huracán y no paré. Me acuerdo de que me invitaron a la platea media, justo del lado del corner. Ahí conocí a Oscar Ringo Bonavena, porque me senté al lado de él. Era grandote, lomudo. Lo admiraba porque me gustaban varios deportes, como el boxeo, el automovilismo y, sobre todo, el fútbol. Al otro día fui a ver a Boca, de visitante. Y siempre seguí yendo.

-¿El fútbol también te salvó, no?

-Siiiiiiiiii. Me ayudó a superar consecuencias del accidente. Porque siempre busqué algo para estar mejor. De hecho me convertí un poco en la mascota de Boca. A veces salía a la cancha con los jugadores. Tengo 14 o 15 camisetas de jugadores de esos tiempos: Silvio Marzolini, el uruguayo Orlando Medina, Ángel Clemente Rojas, Heber Mastrángelo, Miguelito Brindisi, Oscar Ruggeri y Juan Simón. Y muchas, muchas más.

-¿Las tenés todavía?

-Y bien guardadas. Me las quisieron comprar, pero no, no las vendo. Sería como arrancar algo de mí. Es que me dieron muchas satisfacciones los jugadores. Salía en fotos de las revistas con ellos, era como su mascota. Y el fútbol en general me hacía bien. Incluso llegué a conocer a jugadores de Independiente o de Racing. Tengo una camiseta del Chivo Pavoni y otra del Pato Pastoriza. Y hasta filmaciones con Maradona.

-¡Qué buena esa!

-A Diego lo conocí en cancha de Boca, cuando se fue a Barcelona. Se jugó un amistoso entre Boca y Barcelona y yo esa vez le di a mi hijo, Alejandro, que tenía 2 años, para que se sacaran la foto. Y además de la foto quedó la filmación en la que se ve a Diego con mi nene en brazos.

-Hablaste de Messi, de Maradona y de tantos otros. Pero ahí, en esa foto histórica, estás vos. Y nada menos que Fillol y Tarantini. ¿Cuándo tomaste conciencia de que sos protagonista de una de las fotos más icónicas de nuestro país?

-Bueno, esa foto es muy importante para mí. Sentía una gran felicidad cuando salía campeón Boca, así que imaginate con la Selección. Además, aquel Argentina – Holanda era mi primer partido en un Mundial. Fue una gran alegría que sólo el que lo vive puede entender. Pero después del partido vino lo de la foto y todo lo que significó. Fue una gran satisfacción que esa foto haya ganado el premio. Ricardo Alfieri y Osvaldo Ardizone le dieron el nombre: El abrazo del alma.