Imagen: Candelaria Lagos – Télam

“APRENDÍ QUE SOY UNA LUCHADORA”

Está haciendo “Dos locas de remate”, un exitazo junto a Verónica Llinás. Por suerte, dice, volvió a trabajar tras un año parado, como el de la mayoría. Soledad Silveyra ahora puso primera, está feliz de este nuevo aprendizaje con su compañera de teatro y sueña con viajar a España, para seguir estudiando.

Por suerte, dice Soledad Silveyra, está con trabajo. La obra Dos locas de remate, en la que actúa junto a Verónica Llinás en el teatro Astral, fue una forma de revivir tras un año pandémico que nos cambió la vida. La charla con Comunidad PAMI fue decantando en muchos temas. Entre ellos, el de sus ganas de cumplir sueños que postergó desde su infancia. Pertenecía, recuerda, a una familia de clase media alta que de un día para el otro tocó fondo, perdió todo y debió remarla con ella a la cabeza. A los 12 años ya trabajaba como actriz. No paró más.

Con los años se volvió referencia no solo como actriz sino como defensora de los derechos humanos. Fue compañera de las Madres de Plaza de Mayo en tiempos en que volvía la democracia, a principios de los 80. Se afianzó como actriz y de todos modos busca algo más. 2021 no lo empezó con el pie derecho: un ACV la obligó a cambiar de planes. Recuperada, está de nuevo en el ruedo con un exitazo teatral con lleno total (aforo mediante).

¿Volver a trabajar en el teatro es una forma de revivir en estos tiempos complicados?

Esta obra es para mí un crecimiento enorme. Porque además estoy con Verónica (Llinás), una actriz con una potencia y una formación que no tuve. En un momento dije “esta mina me devora”. Somos dos actrices diferentes y a la vez parecidas en cuanto a los valores de lo que debe ser una compañera en el escenario. Fue un enorme trabajo el que hicimos juntas, del que salí mejor persona. Soy la mujer más feliz del mundo. No es que seamos hermanas en la vida, sino que logramos una construcción absolutamente exquisita. Ambas valoramos el trabajo que hicimos y nos complementamos. Me gané una compañera de laburo.

¿Te cambió algo este tiempo de cuarentena por covid?

Siento que salí mejor persona… Cuando una miseria te ataca, la detectás y la trabajas. Acá, lo mismo: me apareció algo, lo trabajé, crecí y me curé. Eso se convirtió en construcción. Cuando uno logra que una miseria desaparezca, uno la reconoce y sobre eso construye y lo que aparece es una construcción maravillosa. Más allá de mi oficio de actriz. No digo artista; no me va la palabra artista. No me animo a llamarme artista. Porque el de actor es un oficio. A veces escucho a cada uno que se dice “artista…”. ¡Andá!

Se dice que el de los actores es un mundo con demasiado ego. ¿Cómo llevás ese tema?

El ego tiene que ver con una construcción de vida. En mi caso, siempre pienso en el otro. El teatro es como una orquesta: hay tiempos para cada instrumento. Cuando tenés un piano demasiado potente y venís con el violín y tenés que mezclar es como que… te das cuenta enseguida de que hay algo que está en falta. Ahí freno de una manera… ¿entendés? Me saco al ego de encima. No acumulo. No hay que acumular. El acumular te enferma. En todo sentido. Hay una frase que repito: que la palabra convence, pero el ejemplo arrastra. Eso lo entendí más con mis nietas y nietos.

¿Por qué?

Porque con ellos el aprendizaje es mutuo. Mi nieta Clarita es quien más me cuidó para dejar el cigarrillo. Cuando me vio robar una pitada entendí que… que tengo que ser un ejemplo de voluntad para que ella pueda ejercer en otras cosas de la vida. “Teneme paciencia, lo voy a lograr”, quería decirle.

¿Cuántos nietos tenés?

Cinco, de entre 4 y 13 años. Me cambiaron en todo. No soy la misma mujer que era antes de ser abuela. Soy cuidadosa, amorosa. Más amorosa. Me encanta educar respetando la educación de los padres.

Antes hablaba de construir. ¿Qué cosas te significa esa palabra?

Una palabra muy importante. ¡Qué te parece! Pero lamentablemente no podemos construir el diálogo. Ni en los debates ni en el gasto fiscal, por mencionar ejemplos. Hay quienes dicen que hay que modificar los planes sociales… todo bien, pero qué hacemos con la gente. ¿Qué hacemos con nuestros pobres, que llegan a la pobreza por distintas razones pero hay una indiscutible que son las posibilidades que tienen unos y otros? Hay que empezar por ahí. ¿Qué hacemos con esa gente? ¿Cómo paramos esto? Hay que empezar a ver de qué manera.

¿Cómo imaginás el escenario post pandemia?

Estuve leyendo mucho a Yuval Noah Harari. Hablaba de si el mundo sería solidario. Yo creo que se dejó al desnudo todo: las desigualdades, los amores, los jóvenes. Lo que más me preocupa es la educación en los jóvenes. La necesidad de comprometerse. Hay que dignificar a cada chico y a los chicos de cada provincia. Cada chico tiene que tener su computadora. El futuro es la tecnología. Hagamos algo juntos. Pensemos de dónde sacamos la guita. Pero a la vez no toda la ciudadanía se compromete.

Imagen: Candelaria Lagos – Télam

¿De qué manera ocupaste tu tiempo de cuarentena?

Los primeros tres meses fui muy feliz. Estuve en la casa de mi hijo mayor y vi crecer a mis nietas. No todas las abuelas tienen la posibilidad de estar 80 días con sus nietas. Después necesitaba volver a mi cuarto, a mi casa. Me aguantaron mucho tiempo, aunque sé que me porté muy bien. Pero necesitaba mi cuarto. Estuve un mes y medio tranquila, haciendo todo lo que quería. Después hubo un trabajo en televisión que duró poco y después me fui veinte días a Tandil con mi sobrina Jacinta para levantar el ánimo. Hace seis meses me ofrecieron hacer Dos locas de remate. Nos reuníamos pero se postergaba. Hasta que se pudo estrenar. Nos vino bien. Necesitaba trabajar.

Suele creerse que los famosos tienen plata…

Te contesto simple: me preocupan mis expensas. Nunca imaginé que iba a tener que pagar expensas tan caras. Me costó, y mucho, el año y medio sin laburo. Me costó un auto, que vendí. Y no te quiero decir la cantidad de plata que gasté. Entonces, la pucha, todos igual. Así que este regalo de trabajar en Dos locas de remate que me permite ganar unos mangos es brutal. Veremos si recupero algo de lo perdido.

¿Cómo fue tu recuperación tras el ACV?

No me debilitó. Tengo la carótida tapada. Fue asintomático. Apareció con cuatro temblores mínimos. “Esto no es la cervical”, me dije. Y me fui a ver al médico. No podía creer tener un ACV. De esa experiencia también aprendí que soy una luchadora, que puedo seguir peleando sola. Aunque ya lo sabía, pero lo confirmé. Me fortalecí.

¿Qué te gustaría hacer, Soledad?

Mi sueño es, cuando pueda juntar unos mangos más, irme a España, hacer un curso de teatro con el maestro Juan Carlos Corazza. Y jugar a que tengo 18 años. Hacer todo lo que no pude hacer porque laburo como una perra desde muy muy chica. Me fascinaría entrar a la década de los 70 jugando a tener 20. Tengo ganas de tomar la vida de otra manera y divertirme. Esa aventura de perderse en el mundo es lo que quiero. Estar en España, sorprenderme, conocer.

¿Te privaste de muchas cosas en la infancia?

A los 12 ya laburaba, así que imaginate. Tuve la enorme suerte de conocer mi vocación por necesidad. Me parecía un horror ser actriz. Era una chica de clase media alta, acostumbrada a reuniones en el Alvear. Y de pronto estábamos en la ruina. Con una mamá que no estaba bien, un hermano chiquito. Un día me ofrecieron hacer una prueba. “Tengo que llevar plata a casa”, pensé. No había un mango. Y empecé a ganar unos mangos. A los 15 años le compré muebles de nuevo a mi abuela. No eran los muebles lujosos que perdió, pero pude comprarle muebles. A lo 18 me casé, fui madre a los 19. Viví muy rápido. Ahora me gustaría estudiar. Esto de ser la actriz popular me marcó, como que no me daban lugar en las escuelas de teatro porque me consideraban popular. Ahora da lo mismo, pero antes estaba más marcado el actor de prestigio del popular. Todavía no trabajo en el (Teatro General) San Martín. Eso lo quiero hacer ahora.

En general se te ve sonriente. ¿Sos de reírte?

Me río mucho. Soy de buen humor, aunque tengo mis cabronadas. Me gusta y quiero la buena energía. Trabajo bastante el aquí y ahora, que es algo que aprendí de mi acercamiento al yoga. A la vez, no me puedo quedar quieta un segundo. Hay una cosa del aquí y ahora que es muy importante…

Qué.

Paz. Un poco de paz.